El Grupo Volkswagen atraviesa un periodo de turbulencias crecientes. La dirección del grupo quiere cerrar algunas plantas y recortar salarios para seguir siendo competitiva, debido a su sobreexposición en China y la competencia cada vez más dura de las marcas chinas, estos anuncios han desatado la ira entre sindicatos y empleados.
El consejero delegado de Volkswagen, Oliver Blume, y los representantes sindicales se enfrentaron el miércoles por el cierre de plantas y los recortes salariales en una reunión en Wolfsburgo a la que asistieron los 20.000 empleados de la principal planta del grupo.
Dialogo imposible entre dirección y sindicatos
En una reunión con los representantes de los trabajadores celebrada en Wolfsburg el pasado 4 de diciembre, el presidente de Volkswagen, Oliver Blume, insistió en que los cierres de plantas y los recortes salariales son necesarios en Alemania para responder a la competencia china. Los trabajadores, sin embargo, califican ambas medidas de líneas rojas al mismo tiempo que amenazan con nuevas huelgas tras una primera ronda de parones a principios de esta semana.
El Grupo Volkswagen cuenta con una reducción salarial del 10% y una revisión del sistema de primas, en lo que se incluye el cierre de varias fábricas en suelo alemán. En total, prevé un ahorro de 17.000 millones de euros.
Por su parte, IG Metall, el principal sindicato, propone que los empleados renuncien a sus primas y aumentos salariales durante los próximos dos años, a cambio de jornadas laborales más cortas en las plantas con exceso de capacidad.
A cambio, el Grupo no cerraría ninguna planta. Esta contrapropuesta ahorraría 1.500 millones de euros. IG Metall también quiere que los accionistas den muestras de frugalidad aceptando un dividendo reducido. La oferta también está condicionada a la participación de todas las partes interesadas, en particular la familia Porsche.
“Como dirección no estamos operando en un mundo de fantasía. Estamos tomando decisiones en un entorno que cambia rápidamente”, dijo el consejero delegado del Grupo Volkswagen, Oliver Blume, a los trabajadores en Wolfsburg rechazando la propuesta de IG Metall. Y añadió a modo de advertencia que las cosas podrían ir a peor ya que nuevos competidores estaban entrando en el mercado con una fuerza sin precedentes.
El conflicto laboral en Volkswagen es una muestra tanto de los colosales retos a los que se enfrenta el sector del automóvil como de la lógica reticencia de los trabajadores a pagar el precio de esta transformación. Especialmente en un grupo cuyos ingresos dependen demasiado de China.
El sector automovilístico europeo está en plena reestructuración, con miles de puestos de trabajo en juego en los fabricantes de automóviles y sus proveedores, todos ellos afectados por el debilitamiento del mercado en el continente europeo, sus ventas que bajan en China y una adopción de los vehículos eléctricos más lenta de lo esperado, a pesar de la ingente inversión que han necesitado.