La segunda potencia del mundo mantiene cifras de produccción industrial elevadas, en un contexto internacional todavía convaleciente. La industria del automóvil pugna con otros sectores, como el tecnológico, por recibir la etiqueta de las autoridades de sector estratégico.
Ahora hemos sabido, en esta línea, que la producción de automóviles alcanzará los 15 millones de unidades al acabar 2010, según ha anunciado la asociación de fabricantes de coches del país.
Bajo el lema de "un país, dos sistemas", China se enfrenta al reto de combinar una economía competitiva internacionalmente con la necesidad de cubrir sus necesidades internas.
Como contraste con otros nichos de producción, el del automóvil cuenta con un desarrollo basado en recursos propios. Es decir, no son agentes externos contratados para ejecutar fases concretas de proyectos extranjeros, como ocurre, por ejemplo, con el montaje de elementos para Apple.
Curiosamente, en Occidente no vemos con malos ojos que nuestro iPod se fabrique en la nación del Río Amarillo, pero la fabricación china de coches todavía es sinónimo de baja calidad.
Esta dualidad tiene en vilo al gobierno comunista. Por un lado, las contratas de componentes tecnológicos aportan ingentes beneficios, pero han tocado un techo de crecimiento (amenazado por otros países como Vietnam o India) que queda muy lejos, al menos de momento, para la automoción.
El problema, como es lógico, es que no hay recursos para subvencionar a ambas industrias, y los chinos no están dispuestos a dejar que la competencia fraticida hiera a ambas.
Por otro lado, no podemos dejar pasar la cuestión laboral: con diez nuevos millones de trabajadores anuales, China contaba, hasta ahora, con un ejército de reserva (como diría el propio Marx) que sobrepasaba la oferta de trabajo. Sin embargo, la especialización y el crecimiento económico están cuestionando estos presupuestos, y las primeras protestas brotan tímidamente.
El primer ejemplo lo encontramos con la fábrica de Honda en Guangdong, donde los trabajadores se negaron el mes pasado a regresar a sus puestos por los algo más de 230 euros que el Sindicato de Trabajadores Chino, controlado por el Partido Comunista, les ofrecía.
No me cabe duda de que el pueblo Chino responderá a las esperanzas de crecimiento y apetura que la Comunidad Internacional ha depositado en ellos. Sin embargo, está por ver si el régimen de Pekín corresponde a este sentimiento; de no hacerlo, el sector del automóvil, un termómetro de calidad institucional, pagará las consecuencias de manera irreversible.
Vía | Yahoo En Motorpasión | La obsesión de los chinos por los 8 aros de Audi