"La Fórmula 1 siempre ha sido así". Es la frase favorita de los más resabiados del lugar para que el aficionado llano se resigne a Gran Premios como el de China y a temporadas como la de 2024: sin el más mínimo ápice de incertidumbre por los resultados, con adelantamientos artificiales y con sanciones que van contra cualquier espíritu racer.
Este mantra tiene una premisa muy sencilla: resulta que en realidad, según los que lo defienden, siempre ha habido coches dominantes, y por lo tanto es normal e incluso aceptable que el mismo piloto haya ganado 21 de las últimas 23 carreras, y que los mismos dos equipos hayan ganado los últimos 16 mundiales, añadiendo los de 2024 y 2025 al zurrón de Red Bull.
La F1 a la que España se enganchó hace dos décadas no se parece en nada a la actual
Pasa que hay una generación entera que ha visto una Fórmula 1 mejor. Sí, existió, e hizo que toda España se aficionase a ella de la mano de Fernando Alonso. No es nostalgia, si analizamos los ocho años que van desde 2003, la temporada de la explosión de la 'Alonsomanía', hasta 2010, el inicio del bipartidismo Red Bull-Mercedes, descubrimos que estamos ante la mejor etapa de la historia de la Fórmula 1. Y algo se ha torcido mucho para que aquel tren descarrilara de la buena dirección.
En aquellos ocho años, para muchos españoles sus ocho primeros años de Fórmula 1, seis pilotos y cinco equipos diferentes ganaron el mundial. Vencieron Michael Schumacher con Ferrari, Fernando Alonso con Renault, Kimi Raikkonen con Ferrari, Lewis Hamilton con McLaren, Jenson Button con BrawnGP y Sebastian Vettel con Red Bull.
De esos ocho mundiales, cinco se resolvieron en la última carrera, y todos ellos entre equipos diferentes. En 2003 Schumacher con Ferrari y Raikkonen con McLaren se lo jugaron mano a mano en Suzuka, y Juan Pablo Montoya con Williams había perdido sus opciones matemáticas en la penúltima carrera. En 2004 arrasó Ferrari, pero esa fue la excepción.
En 2005 pasó algo imposible solo dos décadas después: McLaren tenía el coche más rápido, pero le fallaba la fiabilidad tanto que acabó ganando Alonso con Renault. Los más jóvenes quizá no lo sepan, pero hubo una época en la que los coches de Fórmula 1 sufrían fallos mecánicos. Y aquel McLaren era de Adrian Newey, pero sin un reglamento hecho a su medida.
Alonso y Schumacher, con Renault y Ferrari respectivamente, se pelearon hasta la última carrera de 2006. En 2007 pasó lo más increíble todavía: tres pilotos con opciones de título en la última carrera, con Raikkonen logrando el que hasta ahora sigue siendo el último mundial de Ferrari por solo un punto de ventaja. Después les arrasó el bipartidismo.
Hamilton y Felipe Massa, con McLaren y Ferrari, se zurraron literalmente hasta la última vuelta del mundial de 2008, y todos sospechamos que BMW bien lo podría haber peleado también con Robert Kubica de no haber abandonado el proyecto. En 2009 probablemente todo se empezó a ir al carajo.
Aún así, dio tiempo a una de las historia más grandes jamás contadas en la Fórmula 1, la de BrawnGP, ganando insospechadamente el mundial de 2009. Y a algo que hoy en día suena a ciencia ficción: cuatro pilotos de tres equipos diferentes peleando por el mundial de Fórmula 1 en la última carrera de 2010.
Abu Dabi 2010 fue la tumba de la Fórmula 1. A algún iluminado no le gustó ver a Alonso atascado detrás de Vitaly Petrov y se le ocurrió inventar el DRS, un mecanismo que básicamente sirve para que la clasificación del sábado no tenga ningún valor y los pilotos con mejores coches puedan cometer todos los errores que lo deseen sin penalizar.
Desde aquella noche en Yas Marina, la Fórmula 1 entró en una norma imperturbable: una temporada buena por década. 2012 fue la excepción de los años '10 y 2021 va camino de ser la de los '20. De fondo, los más expertos nos cuentan que la Fórmula 1 siempre ha sido así, pero no, no cuela. Hubo una Fórmula 1 mejor.
Una Fórmula 1 en la que Juan Pablo Montoya y Michael Schumacher se zurraban un poco más allá del límite sin perder tres puntos en la súper licencia, una Fórmula 1 en la que ganar dos carreras seguidas era una proeza, y no un mero trámite entre carrera y carrera de iRacing. Una Fórmula 1 en la que quedarse atascado 20 vueltas detrás de un coche un segundo y medio más lento era posible si la liabas en la salida.
No es nostalgia, no idealizas el pasado. Aquel pasado fue mejor, aquella Fórmula 1 existió. Y el hecho de que existiera demuestra que no es obligatorio resignarse a cuatro años de Red Bull ganando todas las carreras seguidos de siete años de Mercedes ganando todas las carreras seguidos de cinco años de Red Bull ganando todas las carreras.
Exigir una Fórmula 1 mejor es un deber, aunque aprieten los puñitos los resabiados del "esto siempre ha sido así" para que FIA y Liberty Media les sigan dando casito.
La "libertad", también prostituida en la Fórmula 1
Otro argumento recurrente para los que padecen el grado más alto de síndrome de Estocolmo con la Fórmula 1 es el de la libertad, ese concepto que opta a ser el más prostituido de nuestros tiempos, hasta en las carreras de coches. Y es que hay quien dice que igualar reglamentariamente los coches atentaría contra la libre competencia.
Una competencia que en la Fórmula 1 es tan libre que prácticamente lo único que se puede desarrollar es la aerodinámica. Todo lo demás, por reglamento, debe ser exactamente igual. Antes al menos se podían desarrollar mínimamente los motores, pero Red Bull exigió su congelación. Teniendo a Newey, no hace falta más que un reglamento muy libre en lo aerodinámico y muy restrictivo en todo lo demás. Y luego, a vender eso como libertad.
Mientras tanto, pilotos jóvenes de nivel como Charles Leclerc, Carlos Sainz, Lando Norris o George Russell son incapaces de ganar una sola carrera, no enganchan con nadie mayor de 15 años y el poco carisma que le queda a la Fórmula 1 tiene que seguir viniendo de cuarentones como Hamilton o Alonso, de dos décadas atrás.
Lo de hacer una carrera al sprint para que haya lucha entre pilotos y después sancionar con dureza maniobras que se salgan del adelantamiento burocrático con DRS a mitad de recta ya lo dejamos para otro día.