Quizá no quisimos creerlo cuando nos lo dijeron por primera vez, pero ya lo tenemos prácticamente encima y no hay vuelta de hoja. El coche eléctrico no va a dejar intacto ningún resquicio de la automoción, y eso también incluye a los archiconocidos 'muscle car' que ya tienen fecha de caducidad en Estados Unidos.
Desde su concepción en los años sesenta hasta hoy, los 'muscle car' han representado el máximo exponente del ruido y la furia que puede evocar un automóvil: brutales aceleraciones, derrapes y quemadas de neumático al ritmo del estruendo de sus poderosos motores V8, los cuales beben gasolina como si no hubiera un mañana. Una estampa que sigue despertando pasiones, pero que empezará a desaparecer en los próximos dos o tres años.
Adiós al precio como argumento de venta
No en vano, los tres grandes constructores de Detroit (Ford, General Motors y Stellantis North America) mantienen sus propuestas en este segmento con muy leves actualizaciones y alguna que otra edición limitada, mientras van poco a poco desvelando sus planes para electrificar estos carismáticos deportivos sin destruir precisamente eso, su carisma.
La estrategia de Ford ya es conocida: el primer Mustang eléctrico, el Mach-E, ha adoptado la forma de un polivalente SUV que no descuida la potencia ni la deportividad. Su versión más prestacional, el GT, cuenta con 487 CV y 860 Nm de par que ya superan los 450 CV que ofrece el 5.0 V8 'Coyote' del tradicional Mustang GT de combustión.
No obstante, la electrificación del Mustang no se quedará ahí y todo parece apuntar a que acabaremos viendo una variante eléctrica de su tradicional carrocería cupé, para desesperación de los puristas. Cuándo ocurrirá, es algo que la marca todavía no ha revelado.
Por su parte, Chevrolet decidió hace dos años conceder una prórroga a la sexta generación del Camaro, el cual seguirá comercializándose hasta 2026. A partir de ahí su futuro está en el aire, ya que la firma de la corbata dorada no suelta prenda sobre una hipotética nueva generación. Todo ello levanta las sospechas de que su reemplazo será ya un modelo 100% eléctrico.
Por último, dentro de Stellantis Dodge continúa enarbolando en solitario la representación de lo que fueron los legendarios 'Mopar' del extinto Grupo Chrysler. En dos y cuatro puertas, los Challenger y Charger siguen haciendo gala de potencias astronómicas (los 797 CV de sus variantes Hellcat son un buen ejemplo), estéticas muy agresivas y un delicioso sonido que recuerda a otras épocas más felices.
Pero eso también se va a terminar, o al menos va a cambiar bastante. Precisamente la propia Dodge ha mostrado estos días el Charger Daytona SRT Concept, un prototipo de lo que serían sus futuros muscle car eléctricos. Es, quizá, el concepto más continuista con la filosofía tradicional de estos coches ya que, además de simular su sonido, emula otros aspectos como la sensación de contar con una caja de cambios tradicional.
A la vista de prototipos como este último, cabe albergar algo de esperanza en unos muscle car eléctricos que podrán ser tan rápidos y quemar tanta o más goma que sus predecesores. Pero hay algo que por ahora no parece que vayan a mantener, y es la premisa de un precio asequible, otro de los 'santo y seña' de este tipo de vehículos.
Y es que cuando John DeLorean dio origen al Pontiac Le Mans GTO en 1964, decidió combinar una carrocería de sedán de dos puertas con un motor grande y potente en un intento por crear una variante realmente deportiva del modelo sin disparar los costes de su producción. Ello permitió a la marca ofrecer altas prestaciones por una tarifa razonable, una fórmula con un éxito casi inmediato.
Ahora los elevados costes de fabricación de los coches eléctricos (entre los cuales destacan unas baterías cada vez más caras) amenazan con convertir a los próximos 'quemarruedas' americanos en juguetes sólo aptos para el disfrute de unos pocos privilegiados. Un hándicap que será más complicado de superar que los del sonido o las prestaciones, al menos en el corto y medio plazo.