Es lo que tiene tener buenos amigos con buenos coches, que les pides las llaves de su BMW 650i y te lo dejan sin ningún problema. Claro, con 20 minutos que estuve conduciéndolo no puedo hacer una revisión completa, pero intetaré explicar las sensaciones de ese fantástico coupé.
Nada más subirme, la sensación de amplitud en el puesto del conductor se desvaneció al intentar adaptar el asiento a mi altura y postura de conducción. Los mandos de regulación están a la izquierda del asiento, pero si es la primera vez que los usas, se hacen incómodos de manejar, ya que tuve que hacerlo con la puerta abierta. Una nimiedad, pero es un detalle que se podría mejorar.
El siguiente paso fué arrancar el motor. Introduces la llave, le das al botón y el sonido que desprende ese maravilloso V8 de 4,7 litros es indescriptible. Música para cualquier aficionado al mundo del motor. A pesar de echar en falta un cambio secuencial, el cambio manual se desenvuelve de maravilla. Al instante te has hecho con el tacto del pedal del embrague y con la posición del pomo de marchas. Muy cómodo de conducir en este aspecto.
Una vez hecha la toma de contacto, salimos a pasear por la autovía. A decir verdad, esperaba más sensación de velocidad, pero lo bien que se asienta el coche a la carretera hace que esa sensación desaparezca y solo esté presente en el velocímetro. La aceleración y la recuperación son dignas de los 367 CV que da a 6.300 rpm. Siempre que he oído la típica frase de este coche no se puede llevar a 120 km/h porque te pide más había pensado que era la típica excusa para correr un poco más. Ahora, después de esta prueba, puedo corroborar que es totalmente cierto. Cambiando entre 3.500 y 4.000 rpm, cuando vas en 4ª ya te has pasado de los límites de velocidad, sobrándote todavía dos marchas más. Si le exiges más, la conducción dentro de los límites establecidos se hace prácticamente imposible.
Eso sí, si te preocupa el consumo, olvídate de un coche así, ya que los 19 l/100 km de consumo medio que marcaba el ordenador no los pueden sobrellevar muchos bolsillos. Es algo lógico, 367 CV tienen mucha sed y hay que darles de beber. Pero para nada es un contrapunto comparando sus prestaciones con los consumos.
Lógicamente, para controlar semenjante potencia, el aplomo del coche en curvas es impresionante. Ningún balanceo, nada de inestabilidad y un control sobre la dirección totalmente preciso. Una delicia en la conducción en todos los sentidos. La posición del conductor es muy correcta y cómoda, aparte de que el asiento se mueve en todas las direcciones imaginables, por como te recoge el respaldo del asiento. El único problema del habitáculo son las plazas traseras, algo incómodas para un pasajero de talla media e imposibles de imaginar en un viaje largo.
Y para rematar la gracia, cuando lo aparqué, el dueño lo primero que hizo fue pedirme los 20 euros de gasolina que me había gastado. Lo dijo en broma y no tuve que dárselos, pero tras esos 20 minutos controlando un V8 con el pie derecho, se los habría dado encantado de la vida. No todos los días se disfruta con un coche de esas características.
Foto | BMW