Cómo nos gustan los cacharros viejos. Es curioso ver el cariño con el que miramos a los coches cuando cumplen una cierta edad, pero sobre todo cuando se trata de vehículos que por unos u otros motivos marcaron una época.
El Mazda 787B es uno de esos coches. No se trató solamente de un coche con un cierto éxito deportivo, sino que además fue uno de aquellos vehículos carismáticos hasta el extremo en buena parte gracias a su configuración mecánica que le otorgaba un sonido sencillamente demoledor que, por suerte, podemos volver a escuchar hoy.
Mazdad 787B: el legado rotativo
Las 24 Horas de Le Mans han sido siempre una prueba de fuego para todos los fabricantes a nivel mundial. Desde las marcas europeas hasta las americanas, dando fruto a la gran rivalidad entre Ford y Ferrari que nos bendijo con la aparición del GT40, y pasando por las fábricas niponas, la rivalidad en Le Sarthe siempre ha dejado momentos para la historia.
Uno de estos momentos fue en 1991 cuando Mazda se convirtió en la primera marca japonesa en hacerse con la victoria en Le Mans. Para conseguir este reto desarrollaron un prototipo único: el Mazda 787B del Grupo B, un vehículo que llevó la seña de identidad de Mazda con los motores rotativos hasta los límites del reglamento de la carrera.
El secreto de este coche era un motor único. El propulsor era un bloque rotativo con nada menos que cuatro rotores cuyas cifras daban vértigo: 2.616 cc, 830 kg, 700 CV a 9.000 revoluciones y 600 Nm de par motor, pero que según la marca podían llegar a desarrollar 930 CV a 10.500 revoluciones. Colateralmente a estos datos escupía un aullido desgarrador.
Una primera generación del 787 llegó a Le Mans en 1990 adoleciendo de serios problemas de fiabilidad. Ninguno de los dos prototipos consiguió acabar la carrera. Un año más tarde el 787B, la evolución del 787, equipada con un motor diferente (R26B).
No era quizá el coche más rápido de la parrilla porque primaron la fiabilidad sobre la potencia, pero sacaba casi 100 kg al más ligero de sus competidores, lo que también se traducía en un consumo más parco ayudado por una aerodinámica revisada.
Con estos mimbres y con una pizca de la fortuna que a veces hay en las carreras, el Mazda 787B consiguió alzarse con la victoria en las 24 Horas de Le Mans de 1991 con Johnny Herbert, Volker Weidler y Bertrand Gachot a los mandos. A finales de esa misma temporada la FIA prohibió los motores rotativos y dio carpetazo a las opciones de reválida de Mazda.
A día de hoy, por suerte, aún quedan resquicios en los que encontrar a estas joyas. Aunque sea subidas a un banco de potencia, pero mira, como suele decirse, "que nos quiten lo bailao",
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