No es que lo diga yo, es el propio Troy Trepanier de Rad Rides quien lo dice. Y si un genio del Custom como él lo dice, los demás tenemos que acatarlas sin rechistar. Estas son sus palabras:
Mirándolo como un conjunto, creo que este Chrysler 300B es el mejor coche que he creado en toda mi carrera. Es la culminación de todo lo que hemos hecho antes.
A pesar de ser una obra maestra del mundo del Custom, en el pasado ‘09 Detroit Autorama no se ha llevado el Ridler Award, uno de los más prestigiosos de este mundillo y por que el que suspiran infinidad de preparadores nóveles, por haberse saltado ciertas normas, como puede ser presentarlo en otro concurso o publicar imágenes de su construcción.
La respuesta es sencilla. En un ataque de humildad, Troy Trepanier dice que está harto de llevarse premios a su nombre cuando en su taller trabaja más gente. Artesanos necesarios para llevar a cabo un proyecto de esta envergadura y que apenas se llevan créditos en este tipo de premios.
Aún así, este preciosidad se llevó para casa tres premios: el Casi Cup Award, el primer puesto en la categoría Full Hardtop y el Best Custom “Best of Show”. No está nada mal y creo que aún se queda corto en premios.
Para los más puristas, puede ser una herejía modificar una de las 1.102 unidades producidas del Chrysler 300B en 1956, pero es que viendo el resultado conseguido, creo que este detalle lo podemos obviar. Sinceramente, ante trabajos así, que le meta mano a lo que quiera.
El chasis está construido desde cero y se ha adaptado para montar las suspensiones delanteras y traseras del Dodge Viper, acortando su ancho de vías en 4 pulgadas. Salvo la nueva dirección, de un Corvette del ’88, y el motor, el resto se ha dejado casi de serie o modificado artesanalmente.
Si, esto de aquí arriba es el corazón de este belleza. Eso es un motor, aunque se podría definir casi como una obra de arte. Se trata de un motor procedente de un Dodge participante en la NASCAR, un Wayne Jesel 358ci (5.866 cc) con el colector de admisión modificado artesanalmente y un compresor realmente discreto.
Pero a pesar de la limpieza del vano motor, ahí hay metidos dos turbos Precision de 70 mm de diámetro. Las tuberías es fácil localizarlas, pero los molinillos están ocultos en ambas aletas, uno a cada lado. Es increible la visión hacía debajo del capó. Viendo eso, ¿a quien le importa los caballos que tenga o su cilindrada? (no lo indican).
Si nos vamos al interior, la combinación de colores en diferentes tonos de marrón sigue estando presente. Para el tapizado en general se ha combinado el cuero marrón con tela con motivos Rose Bird, el mismo que utilizaba Chrysler para el tapizado de sus coches.
Todo el interior emana tranquilidad y elegancia, con modificaciones pero que tratan de dejarlo lo más acorde a su época posible. Por ejemplo, la pantalla del navegador oculta o la nueva caja de cambios que se ha adaptado para el control del cambio por botones, como era lo habitual en los Chrysler de aquellos años. Sí, por botón.
Podéis verlo en esta imagen del interior de un Chrysler 300C. Los botones de la izquierda, detrás del volante están etiquetados con las relaciones típicas de un cambio automático: P, N, R, D, 1 y 2. ¿Cómodo? No lo se, nunca he tenido el placer de llevar un coche con ese tipo de cambio.
En definitiva, una preciosidad que merece cualquier premio que se le de. Puede gustar más o menos estéticamente, ya que los Chrysler 300B y Chysler 300C de la época eran coches muy peculiares, pero de lo que no hay duda es que el trabajo relalizado sobre él es simplemente obra de un artista. Ni más, ni menos. Como Troy Trepanier y su equipo.
Vía | Hot Rod Magazine
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