Estamos más o menos acostumbrados a ver cómo en los conocidos ‘barn finds’ o hallazgos de granero pueden aparecer casi todo tipo de coches, también en las casas particulares, pero al parecer también se pueden hacer ‘hallazgos de parking’.
Es el caso de este precioso Ferrari Testarossa de 1989, que fue hallado en un aparcamiento de Francia después de haber permanecido allí camuflado por su funda cogiendo polvo durante 20 años.
Esta belleza durmiente fue propiedad de un tal “Monsieur Jacques S”, empresario enamorado de los coches de lujo que en 1992 compró el Testarrosa a un agente de Ferrari en Mulhouse (al este de Francia) para añadirlo a su exclusiva colección.
Cuando falleció en 2012, el coche fue legado a su hija, que al parecer no compartía su pasión: ella nunca lo utilizó.
A principios de mes esta joya con apenas 22.433 km en el odómetro ha pasado a manos de su tercer propietario en una subasta llevada a cabo en Le Mans por Artcurial.
Aunque no se logró alcanzar el precio máximo esperado por la casa de subastas, pues fue adjudicado a un comprador anónimo por 95.360 euros, ahora el Testarrosa podrá vivir su segunda juventud.
Un último viaje de ida y vuelta a Saint-Tropez
En la mente de todo petrolhead se esconde la fantasía casi pornográfica de encontrar una verdadera joya sobre ruedas de la mítica década de 1980 o 1990 abandonada, sola en un aparcamiento, durmiendo bajo una funda que la proteja del paso del tiempo, el polvo y las manos de los curiosos.
Pues el caso inusual de este Ferrari Testarrosa es muy real. No solo lleva más de dos décadas sin pisar la carretera, es que el coche está impoluto, dadas las circunstancias, y apenas supera los 22.000 km recorridos.
Según la documentación que ha compilado sobre el coche la casa de subastas Artcurial encargada de su venta, la última vez que este coche fue conducido por su primer propietario (único que ha llegado a hacerlo) fue en 2003, para hacer un viaje de viaje de ida y vuelta a Saint-Tropez.
Hasta ahora, pues el pasado día 2 de julio, en la venta denominada “Le Mans Classic” Artcurial lo pasó por el mazo con el beneplácito de la hija de “Monsieur Jacques S”. La casa de subastas estimaba venderlo por entre 70.000 y 110.000 euros y, finalmente, obtuvo algo más de 95.000.
Sin embargo, aunque esta historia tiene un final feliz -sobre todo para el anónimo nuevo dueño-, no todo es tan perfecto. Lógicamente después de 20 años de inactividad el Testarrosa necesita una buena puesta a punto y una limpieza profunda por fuera y por dentro, a pesar de haber estado cubierto por una lona.
La carrocería vestida del clásico color "rosso corsa" no aparenta tener daños, tampoco el interior donde reina el tapizado en cuero color beige de máxima calidad. Lleva alfombrillas hechas a medida que están impolutas e incluye hasta los manuales y papeles del coche en su estuche original de piel.
Por su parte, las fotos del compartimento del motor revelan que el corazón de esta belleza no tiene un aspecto insalvable, pero sí precisa trabajo. Aunque cualquier reparación en un Ferrari clásico conllevará un desembolso importante por pequeño que sea, ¿cómo no hacerlo después de encontrar una joya así?
El Ferrari Testarrosa es uno de los deportivos más icónicos de la segunda mitad de la década dorada de 1980. Este modelo, fabricado entre 1984 y 1992 (desde 1991 tuvo dos evoluciones: la 512 TR y la F512 M), fue el sucesor natural del también mítico Ferrari BB 512i y en su debut en el Salón de París de 1984 ya destacó por su espectacular diseño.
Firmado por el equipo de Pininfarina con el gran Leonardo Fioravanti a la cabeza, rompió radicalmente con los moldes estéticos de la época por sus enormes tomas de aire laterales o su impresionante gran trasera.
Sin embargo, el Testa Rossa (que en italiano significa “cabeza roja” en alusión al color con el que Ferrari pintaba tradicionalmente las cabezas planas de los cilindros de sus motores) también supuso una revolución en la marca de Maranello por su mecánica y las mejoras a nivel de comportamiento que presentaba respecto a su antecesor.
Solo se fabricaron 7.100 unidades del Testarossa, con un motor bóxer de 12 cilindros (y 4 válvulas cada uno) de 4.9 l bajo el capó, que desarrollaba 390 CV de potencia y estaba asociado a una caja de cambios manual de cinco velocidades.
Con semejante corazón, este superdeportivo era capaz de pasar de 0 a 100 km/h en 4,8 segundos y registrar una brutal velocidad máxima de 290 km/h. Ahora, uno de los hijos pródigo de la factoría de sueños de Maranello con suerte volverá a la carretera, y no a un garaje.