Hace tiempo que creo que los mayores impactos en la velocidad de los automovilistas tienen más que ver con el precio de los combustibles que con la presión policial y radarística. Pude comprobarlo en verano de 2008, cuando a 120 km/h no solamente era el rey de la autopista… es que solo me adelantaron 3 personas a más de 140 km/h (y se podía ir a más) en un viaje de 400 km.
Un estudio de Roadpilot en Reino Unido me ha dado la razón. Según su estudio estadístico, el 46% de los conductores han reducido sus velocidades medias en el último año. La causa principal es el precio del combustible (33%), seguida de densidad circulatoria (22%), presión policial (13%) y criterios ecológicos (10%).
Supongo que quienes más lo notan son los que no estaban acostumbrados a respetar los límites de velocidad, pues es ahí donde más se nota la diferencia. Quien iba a 130 km/h y ahora va a 115 km/h lo nota menos que el que iba a 160 km/h y ahora a 130 km/h (por ejemplo). El consumo aumenta desproporcionadamente a la velocidad.
Asímismo, el estudio afirma que el 40% de los encuestados ahora se fijan más en el consumo de su coche, y complementariamente, el 86% de los que se compraron un coche nuevo tuvo como criterio fundamental que tuviera un consumo bajo o contenido. Aunque la Unión Europea no presionase, sigue siendo necesario bajar el consumo de los coches.
En los últimos años contemplamos dos fenómenos, el de la mayor presión de las administraciones por reducir la velocidad (o recaudar más, según el punto de vista) y el de un alza de los combustibles. El que eche la vista atrás solo ocho o diez años seguro que sabe a qué me refiero…
Echo combustible a coches desde que empecé a conducir, en 2004, y aún recuerdo cuando gasolina y gasóleo por debajo de un euro el litro era una realidad y no un recuerdo con visos de obsolescencia. Ahora la gasolina rasca 1,20 euros/litro y el gasóleo 1,10 euros/litro donde me suelo mover.
¿Qué le sale al Gobierno más rentable? ¿Subir el impuesto de hidrocarburos o poner más radares? Pues lo primero, la explicación es sencilla. Poniendo radares se fastidian unos cuantos, pero subiendo combustibles nos fastidiamos todos. Sería como un canon, indiscriminado e injusto, como ya pasa con el canon digital.
Estos datos vienen a reforzar otra de mis conclusiones, y es que el automovilista mira fundamentalmente por su bolsillo por encima de otras cuestiones, ¿nadie echa de menos “la seguridad vial” como un motivo para reducir la velocidad? Se piensa en eso menos que en la ecología, y ya es decir…
Aunque las leyes inalterables de la física nos recuerdan que a menor velocidad, menores son las consecuencias de los accidentes de tráfico, sigue existiendo un debate en el que se pretende separar la conducción legal de la conducción segura. No pretendo meterme en semejante barrizal precisamente hoy.
Curiosamente, este estudio viene de una empresa que vende soluciones de avisadores de radar. La utilidad de estos aparatos es menor cuanto más cercano a la norma se conduce, llegando al extremo de la conducción “de autoescuela”, donde la posibilidad de ser pillados es mínima, al menos en el aspecto de la velocidad, claro.
Superar la barrera de los 100-130 km/h, dependiendo del modelo, dispara el consumo debido a la resistencia que ofrece el aire y a la forma en la que va frenando el coche. Quienes pasan de ese margen saben que así su coche no llega ni de broma a las cifras que se ven en la ficha técnica.
Quisiera abrir un turno de debate, en el que cada uno conteste al menos a estas preguntas: ¿Has reducido tu velocidad media el último año? Si es así, ¿por qué? ¿Qué temes más, el “palo” al repostar o la posibilidad de recibir una receta? ¿O quizás eres de aquellos que conducen de forma legal y no tiene este nivel de preocupación?