Ni el teletrabajo, ni las restricciones a la circulación a los coches sin etiqueta, ni los incentivos para promover el uso del transporte público han acabado con el tráfico en Madrid. Sigue habiendo atascos todos los días, especialmente en los principales accesos y salidas de la ciudad, tanto por la mañana como por la tarde.
El problema viene de lejos y ahora el Gobierno se ha propuesto acabar con estos atascos “ampliando la capacidad de las principales arterias en Madrid”, es decir, creando más carriles en las autovías A-1, A-2, A-4 y A-42.
Esas mejoras, sin embargo, no van a terminar con el tráfico en estas carreteras. No lo decimos nosotros, sino la ciencia.
Construir más carriles en una carretera genera más atascos, por extraño que parezca
El Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible acaba de anunciar que llevará a cabo cinco proyectos para mejorar los accesos viarios a Madrid. El objetivo es “ampliar la capacidad, reordenar los accesos, mejorar enlaces o adecuar conexiones” en diferentes tramos de las principales arterias de acceso (y salida) de la capital.
Hablamos de las autovías A-1, A-2, A-4 y A-42 a su paso por la Comunidad de Madrid. Transportes pretende “reforzar la capacidad, la seguridad vial, la funcionalidad, la accesibilidad y la fluidez del tráfico” en estas carreteras.
Lo lógico es pensar que si una carretera tiene más carriles, la circulación será más fluida y habrá menos atascos. Pero lo cierto es que no. Basta con pasar en plena hora punta, ya sea por la mañana o por la tarde, por la autovía A-6 a la altura de Majadahonda para darse cuenta de que más carriles no es sinónimo de menos tráfico.
Y tiene una explicación científica: la paradoja de Braess. A finales de los años 60, el matemático Dietrich Braess descubrió que añadir uno o más carriles a una carretera puede acabar siendo contraproducente y dificultar más el flujo del tráfico.
La teoría señala que, aunque haya más carriles por los que circular, los conductores tienden a usar el que consideran que es más favorable para ellos, por eso Braess define a los conductores como "usuarios egoístas".
Esos conductores acaban congestionando la carretera, a pesar de que hay más carriles y de que el tráfico debería ser más fluido, utilizan todos el mismo carril y se acaba creando el atasco. Por eso esta teoría se considera una paradoja.
Más allá de la paradoja de Braess, existe otra teoría que explica este fenómeno y recoge la publicación Verne de El País: "el agujero negro de la ampliación de autopistas".
Según explica un experto en movilidad urbana en Verne, las personas que utilizan otros medios de transporte, que circulan por esa carretera en otros horarios para evitar el tráfico e incluso los conductores que eligen otras rutas, acaban pensando que es mejor utilizar la carretera con más carriles porque la circulación es más fluida.
Efectivamente, al principio es así, pero cuando "corre la voz" y la gente decide cambiar sus planes, esa carretera acaba teniendo más tráfico y, como resultado, termina más congestionada de lo que estaba antes de tener más carriles.
Es una especie de círculo sin fin, de ahí que se llame "agujero negro". Si una carretera tiene más carriles, el tráfico fluye mejor, la gente se da cuenta de ello y decide utilizar esa vía porque se circula más rápido por ella. Como hay más gente que circula por ahí, hay más tráfico y vuelven a formarse atascos.
Hay quien lo ha ejemplificado de forma más sencilla diciendo que "es como aflojarte el cinturón para curar tu obesidad". Es una frase que se atribuye a Lewis Mumford, un urbanista estadounidense que vivió en el siglo XX.
Estas teorías anticipan lo que pasará cuando terminen las obras de mejoras en las cuatro autovías de Madrid. Tarde o temprano habrá los mismos atascos que ahora o más.
Es algo que ha pasado muchas veces y en muchos lugares del mundo, de hecho, como dice Xataka, el Departamento de Transporte de California llegó a reconocer públicamente que construir más carriles para eliminar los atascos era inútil.