Con la noticia de los radares de tramo (que a mí siempre me han sonado a “bombas de racimo”, ni que sea por una rara asociación de ideas apoyada en una cierta asimilación prosódica) me vinieron ganas de hacer muchas cosas, pero como pocas de ellas eran legales, me puse a escribir. Así que sí, hoy la cosa va del control de velocidad… por su seguridad®.
Vaya de antemano a todo lo que voy a decir que estoy en contra de los radares. Y tú me dirás aquello de: “Pero hombre, ¿cómo dices eso tú, que eres profesor de formación vial…?” Y sí, yo soy profe, pero a mí me mueve lo que está relacionado con la seguridad vial (¿has visto el epígrafe que funciona como antetítulo? “SEGURIDAD”) y los radares desde luego no la garantizan.
Y para hablar con propiedad del asunto, nada mejor que comenzar esbozando una lista de los cinemómetros más característicos que nos podemos encontrar por el camino. No, aquí no hablaré de modelos concretos, sino de lo que nos interesa como conductores: en qué lugares se emplazan y lo que de eso se deriva. Eso sí: a mi manera, como de costumbre.
Tipología de radares (lista no válida para una tesis doctoral)
- cinemómetro fijo. Dícese del artefacto encerrado en una arqueta de hormigón que se ve de lejos y que por tanto sólo captura a conductores que se lo tienen merecido, por cegatos. Bien, de acuerdo, eximimos de esta condena a aquellos conductores que se iban haciendo la manicura al volante. Estos no son cegatos sino [ aquí, el insulto light de tu conveniencia ].
- cinemómetro fijo pero oculto. Esta es la versión sofisticada del radar anterior. Habitan en arquetas y también en pórticos de esos que por la cara A te dicen “X muertos desde que empezó el año” y por la cara B te lanzan fotos conmemorativas del evento. Se reconocen fácilmente por los frenazos XXL de los conductores que se los conocen. El susto está garantizado.
- cinemómetro fijo con afán recaudatorio. Aquel que sirve para fomentar la eterna discusión sobre un afán que según la DGT no existe y que, entre tú yo, puesto en el contexto de los Presupuestos Generales del Estado tampoco creo que dé para tanto aunque hablemos de millones.
- cinemómetro fijo con afán de seguridad. Sería uno que se emplazaría en un punto negro y vendría precedido de señales que advertirían de su presencia para invitar a los conductores a moderar la velocidad y prestar atención a algún peligro concreto del tramo de vía afectado. -ía.
- cinemómetro móvil en arqueta cantona. Por aquí son de color naranja guantánamo y se ven a un kilómetro de distancia. Es divertido porque no siempre los calibran bien y porque a veces alguien los tumba y acaban disparando a las hormigas cuando hay excesos de velocidad.
- cinemómetro móvil sobre trípode visible. El más inquietante de todos. Tú ves en el arcén un trípode con una cámara solitaria… y sin embargo yo no sé de nadie que haya tenido narices de robar el invento y salir por patas campo a través. Con un radar fijo sí que pasó.
- cinemómetro móvil oculto. Esto lo hacen bastante los Mossos d’Esquadra, que se ve que les va el cine independiente y los planos contrapicados, y se dedican a meter cámaras en lugares como arbustos o quitamiedos asesinos de esos que no tendría que quedar ni uno. Seguro que Fassbinder empezó así... Aunque para cámaras ocultas, las belgas.
- cinemómetro móvil en vehículo policial visible. Desde la foto aquella del 124 de la Guardia Civil a nuestros días, tampoco es que haya habido muchos cambios. Es como una versión actualizada de Curro Jiménez en la que los salteadores de caminos llevan coches conocidos por todos los vecinos: el Altea azul, el León negro, el Mercedes C 220...
- cinemómetro móvil en vehículo policial oculto. Lo mismo, pero con los donuts a la sombra.
- cinemómetro móvil en mano policial. Que yo sepa, estos no se ven en España, pero hay países donde durante años causaron furor (aquí puedes ver a un miembro de los Village People exhibiendo un radar de este tipo), aunque ahora van a la baja (el radar y los Village People).
- cinemómetro empotrado en asfalto. Para mí, el único que tiene sentido si se emplea comme il faut, ya que te obliga a seguir la velocidad estipulada sí o sí porque nunca sabes cuándo te puede sorprender el tío de la cámara. Por si no sabes de qué va la cosa, hace un par de años hablamos en Circula Seguro sobre estos radares invisibles (aunque en aquella ocasión se veían los cables).
Once, han sido once. Y me he dejado los radares ecológicos para no extenderme. Ya tengo la docena.
“Agente, yo no iba a 100, sino a (98,227546149 + √π)v0“
Como bien dijo Javier Costas hace eones, el velocímetro es el antirradar de serie de los vehículos, así que si uno quiere evitar la foto ya sabe lo que tiene que hacer. Aunque, de todas formas, aquí hay que reconocer que muchos jugamos con el famoso margen™, un margen que no sabemos precisar ni de coña, pero que nos va de fábula para teorizar, sobre todo, con la exactitud del número que nos llega a nublar el entendimiento. Y al final la cuestión es: ¿Se trata de ir a 120 km/h como mucho o de ir todo el rato rozando el larguero como lo haría un maníaco obsesivo compulsivo?
A mí, la verdad, lo del margen del radar contra el margen del velocímetro me recuerda al chavalín con el Casio nuevo en la muñeca que no come ni duerme si el relojito no le da una exactitud de 10-9 segundos por día. Total, para luego llegar media hora tarde igualmente. Y en velocidades, ahora el debate lo enriquecemos con el GPS, que igualmente tiene sus mínimos márgenes, por cierto.
Al final, ¿la cosa está en que marca un poco más o un poco menos? ¿Y qué? Si vas a una velocidad… aceptablemente legal el fotógrafo no hará acto de presencia. Pero, ¿qué es una velocidad legal? De eso hablamos enseguida. Y de cómo quienes velan por nuestra seguridad se montan contubernios para conseguir de nosotros una subvención económica por la cara, también.
Extrañas formas de pedir caridad
Sí, porque aquí hablamos de velocidades con suma alegría, pero cada vez que en los medios se trata el tema el profe que llevo dentro siente impulsos harakíricos al oír memeces como “90 km/h en carreteras secundarias”, lo que en toda la normativa sobre velocidad simplemente no existe.
Y los hay que se emperran en el margen de 20 km/h hasta para entrar con el coche en un ferry. Y no hablemos ya de los que piensan que con su furgoneta blanca™ sky is the limit. Venga, voy a darle un repaso a la tabla reducida de velocidades máximas (sin ciclomotores, tractores, etcétera):
Autopistas y autovías | Vías para automóviles y carreteras convencionales con más de un carril para algún sentido de la circulación o con arcén pavimentado de anchura ≥1,50m. |
Resto de las carreteras convencionales | |
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Turismos y motocicletas | 120 | 100 | 90 | Autobuses, derivados de turismo, vehículos mixtos adaptables, autocaravanas con MMA ≤ 3,5 t | 100 | 90 | 80 |
Camiones, furgones, tractocamiones, vehículos articulados, autocaravanas con MMA > 3,5 t | 90 | 80 | 70 |
Automóviles con remolque ligero (MMA ≤ 750 kg) | 90 | 80 | 70 |
Resto de automóviles con remolque | 80 | 80 | 70 | Vehículos de tres ruedas y cuatriciclos | 70 | 70 | 70 |
Ah, y lo del margen de 20 km/h para adelantar se aplica sólo a turismos y motos, sólo en carreteras convencionales y vías para automóviles, y únicamente cuando el vehículo adelantado no circule ya a la velocidad máxima de la vía. Ni en autopistas ni llevando una furgoneta, por ejemplo.
Hala, sí, ya se ha acabado la clase.
Pero si extrañas son las interpretaciones populares de la norma, curiosas son las aplicaciones que le dan quienes velan por nuestra seguridad. Hablando con un amigo mío que se dedica a hacer fotos cuando se lo mandan, me comentaba cómo lo obligaban a montar guardia en una zona de obras más abandonada que la biblioteca de Belén Esteban, “en un sitio en el que a 60 no va ni dios, es que ni yo cuando voy por ahí paso a 60”, tal y como me reconocía aquel agente, de cuyo nombre no voy a acordarme, no vaya a ser que sus jefes le hagan un toribio en toda regla.
El caso es que uno puede pensar que lo hacen por nuestra seguridad. Em… vale, un momento. Si por un instante te lo has creído, no te vayas, que ahora salen los créditos de ‘Baby First’. Y sigo. Más cosas raras que se hacen es avisar de la presencia de un radar… ¡en el sentido contrario! Eso pasa, por ejemplo (y es sólo un ejemplo de tantos), aquí (el radar está a 750 metros, en el lado izquierdo):
¿Para qué sirve un radar de tráfico?
Pero si de verdad quieres saber por qué estoy en contra de los radares, allá voy, que este artículo ya es muy largo. Una cosa es la velocidad inadecuada y otra, el exceso de velocidad. Una velocidad inadecuada es aquella que no tiene en cuenta las circunstancias que nos rodean, mientras que un exceso de velocidad es una velocidad inadecuada sólo porque está por encima del límite legal. Te lo lees un par de veces y ya está, que si no me enrollo mucho.
La idea básica es que un radar sólo detecta excesos de velocidad, pero no velocidad inadecuada en general. Además, sabemos que lo de que “la velocidad mata” (ejem, voy a hacer ver que no he oído eso) se refiere a velocidad excesiva, y no necesariamente a exceso de velocidad (otra confusión habitual en los medios, por cierto).
Así, ir por autopista a 120 km/h cuando tenemos a Noé recolectando animales dentro de un arca puede ser legal para el radar pero imprudente para cualquier persona con dos dedos de frente. Y si el radar no está para acabar con la siniestralidad por velocidad excesiva… ¿para qué sirve?
Bueno, sí, ya.
Cierto es que algunos radares hacen que los fitipaldis que no tienen claro que conducen rodeados de más gente se controlen un poco, pero es que a estos yo no les ponía una multa, yo los pondría a ayudar en una de esas instituciones donde la gente intenta volver a caminar tras haberse quedado en una silla por causa del tráfico, a ver si así se les aclaraban las ideas y dejaban de jugar a la ruleta rusa con los demás. Porque, ojo, yo condeno los radares pero no justifico según qué actitudes.
Aunque, claro, eso ya daría para otro artículo entero…