La DGT avisa de los peligros del efecto túnel durante la conducción: qué es y qué lo provoca

Entre los efectos que pueden darse en la conducción, ya sea por malas prácticas al volante o por determinadas situaciones del tráfico o de la vía, encontramos el efecto túnel. ¿Qué es? ¿Por qué se produce? ¿Cuáles son sus consecuencias? Lo analizamos.

La DGT ha alertado en no pocas ocasiones de este efecto que, a grandes rasgos, ocasiona una merma del campo de visión del conductor y por tanto aumenta el riesgo de accidente pues no se percibe correctamente el entorno.

Puede estar ocasionado por varios factores: el primero la velocidad, pero también por consumir alcohol o drogas mientras se conduce o por estrés o ansiedad. Pero empecemos por el principio...

Qué es el efecto túnel y por qué es peligroso

Se denomina efecto túnel a la pérdida de campo de visión lateral del conductor. Es decir que el ángulo de visión se reduce, limitándose solo a lo que tenemos delante y en el centro, como si se estuviera circulando por una especie de túnel aunque se esté en un espacio abierto.

Así, además de reducir el campo de visión, el efecto túnel provoca una merma en la capacidad de reacción y anticipación del conductor, además de favorecer la fatiga, la agresividad o las tan señaladas distracciones.

En definitiva, se tiene mayor riesgo de sufrir un siniestro ya que afecta a nuestra percepción y capacidad de reacción en carretera.

Cuánta más velocidad, menos visión periférica

En primera instancia, el efecto túnel se relaciona directamente con la velocidad: cuanto mayor sea a la que circulemos, menor será el ángulo de visión.

Cuando estamos parados al volante de un coche o vehículo, el ángulo de visión es de 180º, es decir, percibimos tanto lo que tenemos de frente como lo que se sitúa lateralmente a izquierda y derecha.

Pero este ángulo comienza a reducirse o mermarse según se empieza a circular siendo proporcional a la velocidad a la que vamos:

  • A 65 km/h: 70º.
  • A 100 km/h: 42º.
  • A 130 km/h: 30º.
  • A 150 km/h: 18º.

Por tanto, a partir de 130 km/h, la nitidez periférica se pierde y con ello la posibilidad de evaluar correctamente distancias o velocidades, así como percibir elementos del entorno (señales, otros vehículos etc.). Y no digamos ya si nos topamos con cualquier imprevisto.

La DGT sigue señalando el exceso de velocidad como una de las principales causas de los accidentes de tráfico mortales: en el último balance la de DGT fue la tercera y estuvo presente en un 25 % de los siniestros.

Alcohol y otras drogas, y su relación con el efecto túnel

No obstante, también hay otros factores que pueden ocasionar el efecto túnel, como por ejemplo la ingesta de alcohol o la toma de sustancias estupefacientes, pues pueden alterar la visión.

En definitiva los ojos no dejan de ser un perfecto monitor de lo que ocurre en el cerebro y las drogas o las bebidas alcohólicas alteran las funciones perceptivas.

En el caso del alcohol, por ejemplo se reducen los movimientos oculares y son más lentos, de tal manera que no solo la visión es de peor calidad, sino que además recogemos menos información del entorno.

También se deteriora la convergencia ocular, necesaria para percibir correctamente las distancias y es más complicado calcular adecuadamente la velocidad, ya sea la propia o la de los otros usuarios de la vía, además de que ocasiona fatiga ocular.

Todo esto contribuye a favorecer el efecto túnel en la conducción, limitando notablemente la visión del conductor ya que el campo visual y la atención se focaliza en el centro y es más difícil percibir los elementos que hay en los bordes de la carretera.

El consumo de alcohol y drogas durante la conducción es la segunda causa más recurrente en accidentes de tráfico con fallecidos: en un 27 % de los mismos estuvo presente en 2020.

El estrés y la ansiedad también favorecen el efecto túnel

El efecto túnel asimismo puede ocasionarse por causas como el estrés o la ansiedad. Ante situaciones determinadas, que pueden ser puntuales o prolongadas en el tiempo, el cuerpo reacciona con estos mecanismos pues se percibe que no se tienen recursos para acometerlas. Es decir, el individuo se ve superado por ellas.

Así, el estrés o la ansiedad pueden dificultar o llegar a anular las capacidades de conducción y además de taquicardias, sudoración, dificultad para respirar o mareos, también puede afectar a la visión reduciendo el campo periférico de la misma.

Más allá de una situación personal (trabajo, situación sentimental o familiar) que produzca esta tensiones, y que tendemos a descargar al volante, la conducción en sí también puede generar estrés, normalmente por estos factores:

  • Condiciones de la vía o del tráfico o de entorno: atascos, mal estado de las carreteras, carencia o mala señalización, el hacer indebido de otros usuarios, temperatura excesiva del habitáculo...
  • Poca experiencia al volante: si se está aprendiendo a conducir o bien no se tiene costumbre de circular.
  • Malas experiencias: haber sufrido previamente un accidente o bien haber presenciado uno de elevada gravedad. Esto a su vez puede derivar en amaxofobia o miedo a conducir.
  • Situaciones puntuales: por ejemplo llegar tarde, perderse o si se tiene una emergencia e impera llegar rápido a un sitio.

Así, el estrés en la conducción se puede evitar siguiendo estas pautas o consejos:

  • Dejar de lado los problemas personales cuando se coge el coche o vehículo.
  • Salir con antelación incluso con margen por posibles imprevistos. Aplicaciones de navegación, como Google Maps, nos permiten conocer de antemano el tiempo que se tarda en llegar al destino y si hay una incidencia en el camino, lo que nos puede ayudar a evitar ponernos nerviosos por no llegar a tiempo.
  • Conducir descansados: la fatiga puede también generar estrés ya que afecta a la capacidad de concentración y podemos tensionarnos, por lo que lo ideal es siempre circular estando bien descansado.
  • En atascos, tranquilidad: por muy nerviosos que nos pongamos en un embotellamiento no va a desaparecer, por lo que lo ideal es tomar una actitud relajada, paciente y tolerante en esta situación.
  • Cambia de ruta: si se toma un camino complicado a nivel de tráfico o peligroso, una buena medicina es completar rutas alternativas.
  • No corras: si se está alterado, se tiende a correr y a tener una actitud agresiva. Siempre es buena idea respirar y conducir más despacio, lo que puede ayudar a calmarnos.

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