Después de que ayer echáramos un vistazo tanto por fuera como por dentro al nuevo Mercedes-Benz Clase A que estamos probando esta semana, hoy toca meterse un poco más en harina y poner a prueba su propulsor de cuatro cilindros, el más potente de la gama sin contar el todopoderoso A 45 AMG.
Durante la primera parte de la prueba destacamos el original diseño del modelo, que dista bastante de lo que ofrecen sus competidores, su carácter premium y por supuesto un interior atractivo y de calidad, aunque algo por debajo de los estándares de modelos superiores de la propia marca alemana.
Durante la parte que hoy nos ocupa hablaremos de todo lo que tiene que ver con el comportamiento dinámico del A 250 BlueEfficiency, sobre las bondades de su motor de 2 litros, intentaremos hacernos una idea de qué consumos es capaz de conseguir y haremos también un pequeño repaso técnico del modelo.
A 250 en dos sabores
Bajo el capó de este Mercedes-Benz A 250 BlueEfficiency se esconde un motor de cuatro cilindros turboalimentado, de 2 litros y 211 CV a 5.500 RPM, capaz de producir hasta 350 Nm de par motor máximo en un gran rango de vueltas (entre 1.200 y 4.000 revoluciones).
En el caso de nuestra unidad de pruebas, la versión A 250 tiene el sobrenombre BlueEfficiency, aunque bien podría tener el de Sport. Mercedes ofrece estas dos variantes diferentes del modelo para que los clientes elijan en función de sus necesidades. Las diferencias son mínimas y se ciñen únicamente al consumo homologado.
Las dos versiones ofrecen las mismas cifras de potencia y par, montan el mismo motor y la misma caja de cambios, pero al Sport le preocupa un poco menos el consumo. Digamos que la versión probada es la más concienciada en cuanto a reducción de emisiones contaminantes se refiere.
Este A 250 BlueEfficiency ofrece al conductor información sobre su tipo de conducción (si es más o menos eficiente) y mediante la pequeña pantalla del salpicadero podemos acceder a gráficos (ver foto) que nos muestran información sobre los consumos obtenidos durante nuestro último trayecto.
Mientras que la versión Sport homologa un consumo medio de 6,4 litros a los cien kilómetros, el A 250 BlueEfficiency que tenemos entre manos rebaja esa media homologada en entre dos y tres décimas de litro cada cien kilómetros, hasta unos 6,1/6,2 litros. En cualquier caso, las prestaciones son las mismas: 0 a 100 km/h en 6,6 segundos y 240 km/h de velocidad máxima.
El A 250 se ofrece sólo con el cambio automático de doble embrague y siete velocidades 7G-DCT, cuyo selector de cambio se encuentra en la columna de dirección (al estilo de los coches americanos), así que tenemos el túnel central despejado. En caso de que queramos cambiar manualmente, el volante incorpora levas de plástico para tal fin.
Para todo aquel cliente que sólo compraría una versión manual, por el motivo que sea, lo más parecido al A 250 es el A 200 de 156 CV, que sí ofrece la caja manual de seis relaciones "de toda la vida". En cualquier caso, seguro que la gran mayoría de usuarios de este modelo de Mercedes en concreto no reclama un cambio manual teniendo la posibilidad de optar por un cómodo doble embrague.
Sensaciones al volante
El día que recogemos este bonito A 250 BlueEfficiency de la sede de Mercedes-Benz hace un tiempo de perros. Lleva toda la mañana lloviendo y desde que salimos del garaje ya tenemos los limpiaparabrisas trabajando a buen ritmo.
Como no hay mal que por bien no venga, nos dedicamos a comprobar qué tal transmite al suelo esos 211 CV el eje delantero. Lo cierto es que esperábamos pérdidas de tracción más acusadas cuando le pedimos el máximo al coche, pero incluso sobre asfalto mojado las ruedas delanteras se encargan de hacer avanzar el coche con ímpetu, sin perder adherencia.
Este motor de cuatro cilindros tiene un tacto agradable y es muy cómodo en combinación con la caja automática de doble embrague. La fuerza del propulsor a bajas vueltas permite circular a velocidades reducidas con suavidad, teniendo siempre en reserva una buena capacidad de aceleración.
La caja 7G-DCT, de doble embrague, funciona bastante mejor que otras alternativas de convertidor de par que ofrece Mercedes en otros modelos. La transmisión resulta agradable tanto en una conducción urbana como si circulamos rápido, y es especialmente cómodo el hecho de que el selector se encuentre en la columna de dirección, lo que permite no tener que quitar las manos del volante en ningún momento.
La transmisión ofrece tres modos de funcionamiento denominados E, S y M, siendo el primero el que prima la eficiencia, el segundo el más deportivo y el tercero el manual, que permite cambiar mediante las levas. No es el cambio más deportivo, ni el más rápido, pero resulta bastante cómodo, que es al final lo que se busca en un cambio de este tipo.
He de reconocer que pasé de un Mercedes Clase E 500 Cabrio (con el que viajé más de 4.000 kilómetros en Estados Unidos) a este A 250 y, aunque las comparaciones son odiosas, resulta muy útil poder encontrar las diferencias entre el pequeño Mercedes de segmento C y un coche con mayúsculas como es el Clase E, en variante descapotable y con todo un V8 bajo el capó.
Sin entrar en las diferencias en calidad de materiales y nivel de acabados interiores, que son obvias (no hay más que mirar el escalón de precios que hay que salvar entre un modelo y otro), podemos afirmar que el Mercedes Clase A conserva la esencia de la marca, aunque está lejos del E 500 en casi todos los aspectos.
Para empezar, después de disfrutar durante días del sonido del V8, el cuatro cilindros parece un poco vacío, insulso. No sé si es sólo cuestión del contraste con el ocho cilindros, pero este 2 litros turboalimentado no suena tan bien como otros propulsores de la competencia. El Volkswagen Golf GTI, por ejemplo (a falta de probar el nuevo modelo), tiene un sonido que parece más grave, más lleno.
En lo que a calidad de marcha se refiere, el Clase A no está a la altura del Clase E (bastante más cómodo y suave), pero sí comparte esa sensación de robustez de los modelos de Stuttgart. La insonorización del habitáculo es correcta aunque podía haberse trabajado algo más en esconder el ruido aerodinámico y de rodadura.
Si lo comparamos con sus competidores directos, el Clase A no es el más divertido, pero es tan sólido o más en carretera como el Audi A3 o el BMW Serie 1. Quizá le falta un puntito de deportividad que el BMW sí tiene gracias tanto a la propulsión, que siempre da mucho más juego y ofrece un comportamiento mucho más gratificante para los amantes de la conducción, como a la puesta a punto del chasis.
En carreteras reviradas rodando a buen ritmo el A 250 se siente cómodo, y te hace sentir cómodo como conductor, aunque quizá va demasiado atado al asfalto. El eje trasero apenas se mueve de su sitio y, como en todo tracción delantera, si nos pasamos de la raya aparece subviraje, aunque nada excesivo. El comportamiento, en general, es bastante neutro, aunque echamos en falta ese extra de deportividad que debería tener una versión de aspiraciones deportivas como ésta.
La suspensión, dura pero no incómoda (al menos en carretera, ya que en ciudad con badenes y baches sí nos resentimos en el interior), consigue que la carrocería apenas balancee y el coche vire bastante plano. Además, el sistema de frenos está a la altura del conjunto y ofrece una buena potencia de frenado. El coche, por cierto, monta gomas en medidas 225/40 R18.
A pesar de lo cómodo que resulta conducir este Clase A en ciudad, lo cierto es que los consumos urbanos no son demasiado buenos. Según ficha consume una media de unos 8,4 litros a los cien kilómetros y, en la práctica, es dificil bajar la media de esa cifra circulando por vías urbanas. De hecho, en zonas con muchos badenes, rotondas y semáforos, o con mucho tráfico, el consumo puede dispararse hasta cerca de los 10 litros.
Si salimos a carretera la cosa cambia y el consumo medio baja considerablemente. Circulando a velocidades legales podemos acercarnos a la cifra de homologación, de 6,1/6,2 litros, aunque si no prestamos demasiada atención a nuestra conducción o no buscamos el ahorro, lo más normal es que rondemos los 7 litros a los cien kilómetros.
Continuará...
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