Maserati tenía, hasta la llegada este año del nuevo Ghibli, una gama de coches muy reducida compuesta por los Quattroporte, GranTurismo y GranCabrio, la cual que le impedía hacer un gran volumen de ventas en mercados como el español, dónde el año pasado apenas vendieron 20 unidades de todos ellos, frente a las más de 30 del año 2011.
Mientras llega el Ghibli, cuyas primeras unidades comenzarán a entregarse a los clientes españoles durante este mes de agosto a un precio de 70.100 euros, hemos tenido la oportunidad de hacer una interesante toma de contacto con el resto de la gama. El primer coche que probamos fue el Maserati GranTurismo Sport.
Se trata de un GranTurismo llevado a un nivel de deportividad superior, un 2+2 de casi cinco metros de largo, con un aspecto exterior que a pesar de los años no ha pasado de moda y sigue despertando las miradas de todo el que lo tiene delante.
Por planteamiento, el Maserati GranTurismo Sport hay que situarlo dentro del segmento de los GT deportivos de altas prestaciones, dónde encontramos coches como el BMW M6 Coupé (prueba Cabrio: parte 1, parte 2, parte 3 y parte 4) o el Mercedes SL 63 AMG (presentación y prueba: parte 1 y parte 2), mientras que el GranTurismo normal es comparable con las versiones más racionales de estos, los 650i (prueba: parte 1, parte 2, parte 3 y parte 4) o el SL 500 (prueba: parte 1, parte 2, parte 3 y parte 4).
A pesar de que este GranTurismo Sport saca "solo" 460 caballos de su motor V8 de 4.691 centímetros cúbicos de orígen Ferrari F430, por sensaciones está más cerca de las versiones M y AMG de los dos coches que he comentado que de sus versiones V8 de gran potencia y menos deportividad.
Admito que antes de ponerme al volante de la gama Maserati, tenía cierto escepticismo, ya que nunca he sido demasiado devoto de los Maserati. Desde el 3200 GT no ha habido ninguno que me haya parecido demasiado acertado a nivel estético, aunque admito que tienen más encanto cuando los ves en persona que en fotos.
Y hablo en pasado porque admito que tras haber probado tres de las últimas novedades de la marca italiana, mi percepción sobre ellos ha mejorado considerablemente. El Maserati GranTurismo Sport es como su propio nombre indica, un GT de altos vuelos con aspiraciones deportivas. No nos equivoquemos, no llega para rivalizar ni con el Ferrari 458 Italia ni con el McLaren MP4-12C. Es simplemente una versión un poco más deportiva del GranTurismo, pero suficiente para disfrutar con él.
Un exterior atemporal después de seis años
El exterior del Maserati GranTurismo Sport es deportivo y elegante como se espera de él. El largo morro termina en una gigantesca parrilla delantera con forma cóncava dónde se enclava el escudo de la marca con detalles de color rojo. Signo inequívoco de que estamos ante un Maserati.
Los laterales del faldón delantero han cambiado considerablemente respecto al GranTurismo, ya que lucen ahora dos entradas de aire de mayor tamaño que permiten refrigerar mejor el motor V8 situado en posición delantera y además le dan un toque menos burgués que en el modelo original.
Las ópticas delanteras siguen luciendo la forma afilada tan característica del GranTurismo, y desde ellas fluyen hacia atrás las líneas que dan forma al capó delantero y al resto de la carrocería. Incorporan ahora luces LED diurnas y los plásticos interiores son más oscuros que en el GranTurismo, lo cual también acentúa el aspecto deportivo del coche.
Pasando a los ejes motrices, las llantas de 20 pulgadas no quedan para nada exageradas en un conjunto de formas bastante musculosas, pero sin llegar a lo excesivo. En su interior, las pinzas de freno de seis pistones en color rojo contrastan con el color negro de las llantas. Las aletas delanteras siguen luciendo los tres orificios clásicos de Maserati. Son de esas cosas que no deben cambiar con el paso de los años.
El habitáculo va situado muy atrás, sobre todo por la forma que tiene el largo morro para poder albergar en su interior el enorme motor V8. En esta unidad que probamos en Mallorca, las llantas y toda la carrocería iban pintados en negro, el mismo color que se usaba en el interior dónde también lucía una interminable lista de opciones del paquete MC Line.
El interior es impresionante, y desde el primer momento te sientes en un coche de competición, ya que viene acabado en carbono, alcántara y cuero por todos lados y ese ambiente racing te traslada mentalmente a un circuito. Hay que destacar la calidad de los acabados, que es superior a la que me esperaba, así como el tamaño de las plazas traseras que permiten viajar a un adulto que no sea especialmente claustrofóbico. Los asientos deportivos tienen un diseño específico en la parte trasera que le ha dado 20 milímetros más a los ocupantes de las plazas traseras, con lo que tienen espacio de sobra para las piernas. Además los asientos tienen un sistema eléctrico que los desplazan adelante y atrás cuando reclinas el respaldo, para mejorar el acceso a las plazas traseras.
La unidad de pruebas ya contaba con más de 20.000 kilómetros de uso intensivo, y todo parecía indicar que iba a tener un buen envejecimiento. La posición de conducción es perfecta gracias al volante perpendicular al suelo, a la regulación eléctrica del mismo y a unos pedales muy retrasados y verticales.
Vas sentado en dos asientos deportivos forrados en piel, con las costuras en otro color y que lucen el logotipo de la marca en los reposacabezas. Para mi gusto deberían recoger un poco más en los laterales. A cambio eso si, es más confortable que otros coches de su segmento.
Nuestra ruta con esta máquina de motor V8 atmosférico y 4.691 centímetros cúbicos heredado del Ferrari F430 nos iba a llevar hasta el precioso pueblo de Soller en Mallorca, y de ahí de vuelta a Palmanova por una revirada carretera costera.
Ya al volante del coche, una de las primeras sensaciones que tuve al emprender la marcha, era que estaba ante un coche más práctico de lo que tal vez te esperas viéndolo por fuera.
Es práctico porque tienes una posición de conducción con buena visibilidad, no pega tirones al arrancar sino que lo hace con suavidad tanto en el modo automático normal como en el Sport y además permite rodar a bajas vueltas sin morir mientras te vas adaptando al coche.
El motor V8 tiene muchos bajos, entrega 520 Nm de par a 4.750 RPM, pero no es necesario llevarlo tan arriba constantemente para tener algo de brío. Si la marcha que llevas engranada no es demasiado alta, el motor V8 va muy lleno en todo momento y eso te permite recuperar con bastante agilidad.
En modo normal el sonido en el habitáculo y fuera es bastante discreto. Si a eso le unimos que el cambio automático hace los pasos entre una marcha y otra de forma suave y lenta (demasiado para mi gusto), puede que pienses que estás ante un cordero con piel de lobo.
Los primeros kilómetros los hice en esta configuración, que es la que cualquiera usaría para viajar por autovía. En total durante los dos días nos hicimos unos 150 km en esa configuración y el coche nos demostró que es confortable incluso para largos viajes en autopista o autovía. No olvidamos el origen GT de este coche.
Continuará...