La fascinante historia de los ekranoplanos, los enormes monstruos del mar Caspio gestados en la Guerra Fría

Estamos en la década de 1950, en plena Guerra Fría. La tensión entre las dos superpotencias mundiales es máxima y tanto Estados Unidos como la Unión Soviética luchan por realizar constantes demostraciones de fuerza. Un avance mínimo en cualquier campo se consideraba una victoria, pero en la URSS las cosas se hacen de otro modo: ¡a lo grande!

Ahora, imagina que necesitas un vehículo rápido, con gran capacidad de transporte, que pueda ejecutar un ataque contundente casi sin ser detectado.

La respuesta se llama ekranoplano, y quizá esta sea una de las creaciones más extraordinarias que puedas imaginar, una especie de hijo bastardo entre un barco y un avión que es capaz de volar sobre el agua.

Ekranoplanos: la solución definitiva soviética

Durante la Segunda Guerra Mundial, Rusia desarrolló una gran cantidad de navíos capaces de transportar tropas, suministros y vehículos a gran velocidad sobre el agua, pero eso no era suficiente. Ni siquiera el espectacular anfibio Pomornik (Zubr Project 1232.2), un hovercraft descomunal que ahondaba en esta premisa con una velocidad máxima de 116 km/h y 555 Tm de capacidad de carga, era suficiente.

Buscando algo aún más extremo, el ingeniero ruso Rostislav Alexeiev le dio la vuelta a la tortilla. Si no podía hacer que una embarcación fuera más rápida, intentaría hacer volar un barco sobre el agua. Alexeiev se basó en los primeros diseños del ingeniero alemán Alexander Lippisch y presentó el proyecto a las autoridades, de manera que Nikita Jrushchov, dirigente de la URSS durante la Guerra Fría y sucesor de Iósif Stalin, dotó al ingeniero de fondos ilimitados para llevar adelante su magno proyecto.

Después de innumerables pruebas a escala que lanzaba al agua desde un tobogán, el resultado fueron los primeros prototipos. Unos vehículos descomunales de formas extrañas cuya intención no era la de ser meros aviones, sino utilizar una forma de desplazamiento opuesta a la de aquellos, el efecto suelo que en ruso (ecranniy effect) le da nombre a estas máquinas.

Mientras que los aviones convencionales lo que utilizan es el efecto de la sustentación para mantener el vuelo sirviéndose de alas largas y delgadas, los ekranoplanos buscan ejercer la máxima presión entre su fuselaje y el agua con alas grandes, cortas y cuadradas que se apoyan sobre el colchón de aire que queda entre medias.

El primero de la estirpe de ekranoplanos rusos fue el KM aparecido en 1966. Se trataba de una mole de 544 toneladas, 106 metros de longitud y 42 de envergadura que podía moverse sobre el agua a más de 400 km/h a unos 3 metros sobre la superficie gracias a sus 10 motores a reacción.

Aquella bestia sorprendió a los soldados norteamericanos en las imágenes que recibieron por satélite, así que lo bautizaron como el monstruo del mar Caspio (Kaspian Monster) por las siglas KM que se apreciaban en su fuselaje.

Los objetivos soviéticos estaban por fin cumplidos. Habían creado un engendro que podría transportar a 1.000 soldados sobre el agua, incluso con olas de cinco metros, sobre superficies heladas o a través de llanuras sin obstáculos.

Por desgracia para la URSS y para el desarrollo de los ekranoplanos, esta bestialidad mecánica se perdió en un accidente. Al tratarse de un ekranoplano y no de un avión, una ráfaga de viento desestabilizó la nave y el piloto optó por elevarse en vez de aproximarse a la superficie, la aeronave perdió el efecto suelo y se estrelló

Corría el año 1980. No sería hasta 1989 que cayera el muro de Berlín y se precipitaran los acontecimientos para que la Guerra Fría llegara a su fin.

Los ekranoplanos que podrían haber dominado el mundo

Pero los ekranoplanos no fueron sólo cosa del prototipo KM. También llegaron los Bartini Beriev VVA-14 que aparecieron en la década de los 70. Tanto el VVA-14M1 como los VVA-14M2 y VVA-14M3 lucían un fuselaje que no podríamos catalogar como bonito precisamente, con formas de nave espacial de película de Serie B.

Los dos primeros fueron prototipos de desarrollo, pero el VVA-14M3 era la versión definitiva lista para su despliegue en combate. Cumplía con los requisitos de ser rápido y difícil de identificar, pero además podían volar a una altura mucho mayor que el KM solapándose con la utilidad de un avión aunque con una estabilidad muy inferior sin el apoyo del efecto suelo.

Otro de los modelos que se crearon a una menor escala eran los A-90 Orlyonok de 1972, o eso intentaron sus artífices. Los A-90 Orlyonok eran naves con una envergadura mucho menor, con sólo 58 metros de longitud y unas alas que eran considerablemente más estrechas que las del monstruo del mar Caspio.

Su diseño estaba pensado para ser rápido y más ágil (dentro del o ágil que puede ser un vehículo de este tipo) y estaba dotado con sólo dos turbinas encastradas bajo la cabina de mando. En ellas estaba su mayor novedad ya que dirigían directamente el flujo de gases de escape bajo las alas para incrementar el efecto suelo.

Llamado a ser el más popular de los ekranoplanos, el Orlyonok tuvo un objetivo de producción de 120 unidades, reduciendo sus expectativas a 30 unidades con el paso de los años y finalmente, tras la muerte del Mariscal Dmitri Ustínov, mecenas del proyecto, se canceló la financiación del A-90 cuando sólo se habían construido 3 o 4 unidades.

Retomando las siluetas que hicieron famoso al KN, los ekranoplanos Lun y Spasatel fueron los más modernos de todos los fabricados. Aparecieron ya en la década de los 80 con sus enormes baterías de motores colocados a los lados de la cabina y mientras que el Spasatel se ideó como un hospital móvil de intervención rápida para atender catástrofes náuticas, el Lun era toda un arma de destrucción masiva.

Los 10 motores del Lun podían desplazar a esta bestia parda de la Guerra Fría a velocidades impensables sobre el agua (+500 km/h), pudiendo mover hasta 100 toneladas de carga pero además con la capacidades tácticas y ofensivas, pudiendo lanzar misiles en movimiento con los que destruir portaaviones, misiles supersónicos Moskit y, sí, cabezas nucleares.

Afortunadamente para todos llegaron tiempos más calmados y proyectos tan locos desaparecieron en el olvido. Pero sin duda los ekranoplanos son medios de transporte que quedarán para el recuerdo, aunque sea como parte de una época convulsa a nivel mundial y de los que hoy sólo quedan algunos restos en estado de abandono.

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