Da igual el lugar del mundo en el que estemos, si hay coches, hay carreras de coches y hasta tuning. Es inevitable. Incluso en tiempos de la Unión Soviética, al otro lado del Telón de Acero y sus numerosas marcas de coches, se celebraban rallys y carreras de turismos en circuito. Evidentemente, conseguir piezas de competición occidentales era casi imposible y muy caro, casi tanto como conseguir un juego de neumáticos para un Lamborghini LM002 Wagon, por lo que tenían que ser muy creativos para lograr su objetivo, recurriendo por ejemplo a piezas y ruedas de helicópteros.
Sí, la competición automovilística existió en la URSS. Y al parecer fue incluso bastante popular a partir de los años 50. En 1958, por ejemplo, en la Estonia soviética, la fábrica de automóviles de Tallin se convirtió en la mayor productora de monoplazas de carreras del país. Y por supuesto, también existían fórmulas más populares, más cercanas a los rallys regionales que conocemos hoy.
Al igual que ocurre en Cuba con los Porsche que sobrevivieron a la Revolución y los Almendrones, la escasez de piezas de recambios, desde las más simples hasta la más esencial, era un problema que agudizaba el ingenio. Y eso que hablamos de competición en un país en el que, si hacías méritos, te autorizaban a comprar un coche que te entregarían más o menos 10 años después. Es decir, el coche era un bien de lujo, ya fuese un GAZ-24 o un simple Lada VAZ-2105 'Zhiguly'.
Buscando recambios de competición donde no los hay
Naturalmente, los pilotos buscaban la manera de mejorar las prestaciones de sus coches, pero sin poder meter mano a carburadores Weber de doble cuerpo, árboles de levas a medida o simplemente llantas de aleación en lugar de las de acero con las que venía el coche, era algo casi imposible.
Las únicas opciones de los pilotos era conseguir esas piezas vía el contrabando, modificar lo que tenía a mano o fabricar las suyas propias con piezas de fabricación nacional. Y así fue como se fijaron en las ruedas de helicóptero.
Según Dzen.ru, los trabajadores de algunas plantas aeroespaciales o de vehículos militares se quedaban a veces haciendo horas extras para fabricar llantas de carreras a medida para los pilotos. Las fabricaban a partir de llantas diseñadas para vehículos blindados o helicópteros.
Se dice que los pilotos con mejores conexiones conseguían llantas de aluminio originalmente diseñadas para la serie BDRM de vehículos blindados de reconocimiento. Sin embargo, una llanta de aluminio era algo prohibitivo en la Unión Soviética y al final no era algo habitual. En su lugar, el producto de moda era su homóloga aeronáutica, la llanta K2-116, utilizada en helicópteros y aviones.
“La K2-116 era una llanta de magnesio que se utilizaba en diversas aeronaves, como los helicópteros Mil Mi-4 y Mi-8, el avión de transporte Antonov An-28 y el avión de pasajeros Ilyushin Il-18”, explican en The Drive. Al parecer eran llantas modulares de 14x9 pulgadas con mucho desplazamiento (o “garganta”, una llanta gorda por la que cualquier fan de estilo german look ochentero mataría) y que pesaban unos 8 kg cada una. Era una auténtica salvajada en ligereza para la época. Para hacernos una idea, una llanta de Porsche 911 GT3 RS de 21 pulgadas pesa hoy en día cerca de 10 kg.
Además de ser ligeras, el hecho de ser modulares les permitía adaptarlas a cualquier patrón de tornillos para automóviles y con el desplazamiento que mejor les convenía. Y para colmo podían llevar un disco aerodinámico. Vamos, casi que eran las BBS RS con Turbofan de los soviéticos.
Esa llanta fue tan popular en los años 70 y 80 que en la actualidad es todavía muy común verla en coches clásicos de corte deportivo de la era soviética, como los GAZ-24 Volga de carreras.