Este loco invento ruso con motor de avión que parece un coche de James Bond cumplió una misión fundamental en la URSS de 1950
Este curioso invento con carrocería de coche, esquís como los de las motos de nieve en lugar de ruedas y un motor de avión con su hélice es el Kamov Sever-2: un ‘aerosan’ ruso, ‘aerosled’ o algo así como ‘aerotrineo’ fabricado a finales de la década de 1950. Y aunque parezca uno de los locos coches de James Bond, fue un vehículo muy útil para moverse por Siberia.
En la antigua URSS no había ni autopistas ni trenes: sólo vastas vastísimas extensiones de nieve y hielo en las que repartir mercancías o el correo era una auténtica odisea. Con lo caro que era moverse en avión y lo ineficientes que resultaban los coches, esta idea de un ingeniero fue tan buena que hoy en día algunos de estos aerodeslizadores se siguen usando.
El invento soviético definitivo para el transporte y las comunicaciones en Siberia
El ‘aerosan’ Kamov Sever-2 fue diseñado por el ingeniero de helicópteros ruso Nikolai Ilyich Kamov por orden del Ministerio de Comunicaciones soviético en 1957, aunque no empezó a producirse hasta un año después.
Nació para sustituir a los obsoletos NKL-16 de la década de 1940 que se usaban para servicios postales y, aunque no fue precisamente el aerodeslizador más exitoso que se fabricó, este modelo se hizo muy popular por su llamativo diseño.
El concepto y el objetivo del Server-2 eran básicamente los mismos que el de los primeros aerotrineos o aerodeslizadores que ideó Sergey Nezhdanovsky en 1903 expresamente para moverse en la región más fría del mundo pero, tras medio siglo de evolución, la de Kamov prometía ser la máquina definitiva para los carteros de Siberia.
Así, de acuerdo con los estrictos requisitos establecidos por el Ministerio de Comunicaciones soviético y las indicaciones del ingeniero Igor Sikorsky, Kamov usó la elegante carrocería del GAZ-M20 Pobeda para vestir su creación y proteger del frío a sus ocupantes, le puso cuatro esquís, un motor de avión Ivchenko AI-14 de 260 CV unido al chasis y una hélice.
Al parecer, durante las pruebas del prototipo, se introdujeron mejoras como un sistema de calefacción para la cabina, un revestimiento de teflón en los esquís para evitar que la nieve se quedase adherida y el vehículo se puso por fin en marcha en noviembre de 1959. Pero casi de inmediato, los operadores empezaron a reportar problemas.
Según el investigador Rénald Fortier, las tripulaciones del Sever descubrieron poco a poco que, incluso con todas las mejoras añadidas desde las primeras pruebas, el nuevo aerodeslizador no era plenamente satisfactorio: “las limitaciones de su sistema de calefacción, combinadas con la escasa cantidad de aislamiento, obligaban a las tripulaciones a viajar con su pesada ropa, lo que resultaba incómodo dadas las reducidas dimensiones de la cabina”.
Además, las suspensiones del Sever (muy similar al del Pobeda) “simplemente no eran lo suficientemente fuertes, dadas las pesadas cargas de correo y la aspereza del terreno”. Y es que las tensiones soportadas por la estructura y el sistema de suspensión del aerodeslizador eran hasta cinco veces superiores a las soportadas por un Pobeda en carretera.
En cualquier caso, no se encargaron suficientes Severs-2 para el territorio que debían atender.
Por todos estos problemas, en 1962 Kamov ya había diseñado un sucesor: el entrañable KA-30, un aerodeslizador de 11 plazas que carecía de los inconvenientes “de un chasis prestado”. Sin embargo, aunque el KA-30 era funcionalmente superior al Sever-2 e igualmente entrañable, nunca tuvo un diseño comparable ni fue tan popular como para convertirse en maqueta.
Sólo se construyeron 100 unidades del Sever-2, y no se sabe a ciencia cierta cuántos quedan todavía, aunque por lo menos uno sigue expuesto actualmente en un museo de Moscú.