El hombre siempre ha encontrado la forma de perseguir sus metas y la inventiva ha estado presente en cada rincón del mundo. No hablemos si esas metas tienen que ver con el mundo del motor. Una de esas historias de inventiva nos llegan de la extinta Unión Soviética en un momento en el que fabricar bienes de consumo como los vehículos se consideraba necesario para apuntalar su imagen (algo que no ocurriría sin la ayuda occidental).
Hablamos de mediados de la década de los 50, un momento en el que la URSS tenía competición automovilística en forma de rallyes y tunning. Problema: conseguir piezas de competición occidentales era misión imposible así que tiraron de ingenio y recurrieron a piezas y ruedas de helicópteros.
De donde no hay sí se puede sacar
Cuando Nikita Jruschov accedió al poder en 1953, hubo un cambio de mentalidad basado en la 'desestalinización' parcial de la Unión Soviética. Ahora, también era preciso fabricar bienes de consumo, como el automóvil. Siguiendo la tradición de los delirios de grandeza de todas las dictaduras, se ordena la construcción de fábricas capaces de producir varios centenares de miles de coches al año, algo que no ocurriría sin la ayuda occidental.
En esta época también empezaron a celebrarse fórmulas cercanas a los rallys y carreras de turismos en circuito y se convirtió en un deporte muy popular: en 1958, por ejemplo, en la Estonia soviética, la fábrica de automóviles de Tallin se convirtió en la mayor productora de monoplazas de carreras del país.
Al igual que ocurre en Cuba con los Porsche que sobrevivieron a la Revolución y los Almendrones, la escasez de piezas de recambios, desde las más simples hasta la más esenciales, era un problema que agudizaba el ingenio. Y eso que hablamos de competición en un país en el que, si hacías méritos, te autorizaban a comprar un coche que te entregarían más o menos 10 años después ya que el coche era un bien de lujo, ya fuese un GAZ-24 o un simple Lada VAZ-2105 'Zhiguly'.
Claro que para competir los pilotos buscaban la manera de mejorar las prestaciones de sus coches, pero sin poder meter mano a carburadores Weber de doble cuerpo, árboles de levas a medida o simplemente llantas de aleación en lugar de las de acero con las que venía el coche, era algo casi imposible. Las únicas opciones de los pilotos era conseguir esas piezas por contrabando, modificar lo que tenían a mano o fabricar las suyas propias con piezas de fabricación nacional. Y así fue como se fijaron en las ruedas de helicóptero.
Aprovechando la ligereza de las llantas de los helicópteros
Desde la web Dzen.ru detallan que los trabajadores de algunas plantas aeroespaciales o de vehículos militares se quedaban a veces haciendo horas extras para fabricar llantas de carreras a medida para los pilotos. Las fabricaban a partir de llantas diseñadas para vehículos blindados o helicópteros.
Se dice que los pilotos con mejores conexiones conseguían llantas de aluminio originalmente diseñadas para la serie BDRM de vehículos blindados de reconocimiento. Sin embargo, una llanta de aluminio era algo prohibitivo en la Unión Soviética y al final no era algo habitual. En su lugar, el producto de moda era su homóloga aeronáutica, la llanta K2-116, utilizada en helicópteros y aviones.
“La K2-116 era una llanta de magnesio que se utilizaba en diversas aeronaves, como los helicópteros Mil Mi-4 y Mi-8, el avión de transporte Antonov An-28 y el avión de pasajeros Ilyushin Il-18”, explican en The Drive. Al parecer eran llantas modulares de 14x9 pulgadas con mucho desplazamiento y que pesaban unos 8 kg cada una. Era una auténtica salvajada en ligereza para la época. Para hacernos una idea, una llanta de Porsche 911 GT3 RS de 21 pulgadas pesa hoy en día cerca de 10 kg.
Además de ser ligeras, el hecho de ser modulares les permitía adaptarlas a cualquier patrón de tornillos para automóviles y con el desplazamiento que mejor les convenía. Y para colmo podían llevar un disco aerodinámico. Vamos, casi que eran las BBS RS con Turbofan de los soviéticos.
Esa llanta fue tan popular en los años 70 y 80 que en la actualidad es todavía muy común verla en coches clásicos de corte deportivo de la era soviética, como los GAZ-24 Volga de carreras. Toda una historia de ingenio durante la Guerra Fría.
Foto | Volga & Lada/Youtube