Durante la prueba del Mercedes SLS AMG en el Circuito Monteblanco también tuvimos la oportunidad de "catar" otras máquinas firmadas por AMG. Una de ellas fue el Mercedes SL 63 AMG, una versión más deportiva del SL 350 que probamos el mes pasado que sirve como escalón de entrada a la gama deportiva del SL que se complementa con el SL 65 AMG y con el todopoderoso SL 65 AMG Black Series.
Sólo fueron dos tandas de cuatro vueltas a Monteblanco, pero ha sido más que suficiente para conocer un poco más en profundidad cómo se comporta este biplaza deportivo que con su motor V8 de 525 caballos de potencia promete sensaciones fuertes al volante.
Estéticamente los cambios respecto al Mercedes SL 350 son evidentes, como ocurre en todos los AMG. No vamos a entrar en detalle a describir cuales son los cambios más destacados, ya que algunos como los faldones de grandes dimensiones, las llantas específicas y el difusor trasero de grandes dimensiones lo delantan frente a las versiones más "normales".
La primera tanda que hice en Monteblanco fue precisamente con ese coche, una máquina con potencial suficiente como para hacer que la toma de contacto con el circuito se convirtiese en un ejercicio de placer y disfrute al volante, siempre y cuando AMG le hubiese sabido imprimir el carácter que le falta al 350.
Nada más poner en marcha el motor, el sonido que desprenden las cuatro salidas de escape situadas en la parte trasera resuena en el habitáculo, avisándonos de que tenemos un arma considerable entre manos. Precisamente entre las manos tenemos también el volante, que me gustó porque tiene un aro de menores dimensiones que en el SL 350 y que además incorpora levas para accionar el cambio, que como en todos los AMG es de funcionamiento automático y tiene en este caso siete marchas.
Su nombre es "AMG Speedshift MCT 7 speed" y te permite elegir entre cuatro modos distintos de funcionamiento, confort (su nombre lo dice todo), Sport, Sport+ y por último un modo manual, que te permite estirar las marchas más de lo que permite el modo Sport+.
Como iba a ser mi toma de contacto con el circuito decidí dejar el modo Sport como el más apropiado para aprenderme la pista sin tener que preocuparme por subir o bajar una marcha a la entrada y salida de las curvas ni tener demasiado trabajo.
Pronto, antes incluso de lo que esperaba, el SLS AMG que me precedía inicia la marcha, saliendo a pista como una auténtica exalación. Así que no me quedaba otra que hacer lo propio, momento en el que pisé a fondo el acelerador y el Mercedes SL 63 AMG me pegó literalmente al asiento. El motor V8 entrega 525 caballos de potencia, capaces de llevarte de 0 a 100 kilómetros por hora en sólo 4,6 segundos.
La aceleración es progresiva, lógico para tratarse de un motor con arquitectura V8, pero esta progresividad es muy contundente y gracias al cambio de marchas automático y a lo rápido que pasa de una marcha a otra, es difícil darle un respiro a nuestra espalda y separarla del asiento.
El SLS AMG se me había escapado un poco, así que nada más llegar a la primera curva apuro bastante la frenada y me gusta el tacto que el coche transmite. Frena mucho gracias a unos discos delanteros del 360 milímetros de diámetro mordidos por pinzas de seis pistones, y aunque Mercedes incorpora en este modelo el sistema "ABC" que pretende eliminar cabeceos y balanceos de la carrocería, no consiguen evitar que esta se hunda un poco de delante.
Me gustó también la sensación de ligereza que transmite a pesar de sus 1.970 kilos de peso. La dirección es muy directa, y a la salida de las curvas te permite acelerar con fuerza hasta que entra el control de tracción, indicándote que te estás pasando con el pedal del gas.
Poco a poco me fui familiarizando con el circuito al mismo tiempo que le iba cogiendo el tacto al Mercedes SL 63 AMG, un coche que hace las cosas sencillas y con el que no es demasiado difícil rodar realmente rápido. El cambio de marchas ayuda, ya que hace "doble embrague" al bajar de marchas, e incluso comprobé como llega a bajar más de una marcha seguida en las reducciones más fuertes.
Cuando acabó la primera tanda me di cuenta de que me había dado tiempo a hacer dos cosas: aprenderme el trazado del Circuito Monteblanco y rodar a un ritmo realmente rápido, tan rapido que el SLS AMG que iba abriendo la tanda sólo se me alejaba en las aceleraciones más contundentes y en las curvas rápidas, mientras que en el resto del circuito era capaz de mantener el ritmo, aunque forzando la máquina más de lo que lo estaba haciendo el piloto del SLS AMG.
Segunda tanda con el Mercedes SL 63 AMG
Después del Mercedes SL 63 AMG me tocó montarme en otras monturas de AMG y por supuesto en el SLS AMG. Entonces todo cambió, tal y cómo ya conté durante la prueba el "alas de gaviota". Pero pronto llegó la segunda tanda en el SL 63 AMG, y entonces ya tenía la adrenalina a tope.
Así que decidí salir a pista a tope, sin contemplaciones y con el botón AMG pulsado. En este modo el cambio de marchas iba en Sport+ y el control de tracción y estabilidad entran más tarde de lo habitual.
Delante una vez más tendría como rival al SLS AMG y detrás me seguía la caravana formada por el E 63 AMG, el C 63 AMG y el SLK 55 AMG. Salimos a pista, y tras las primeras curvas me doy cuenta de que con el modo AMG el coche se vuelve mucho más juguetón de atrás. Puedes abrir gas y marcarte una pequeña derrapada a la salida de las curvas, sin que haya ningún tipo de peligro por "perder" de todo la trasera.
Es como el M Dynamic Mode de BMW y sin duda es el modo de uso más divertido, ya que para llevar el coche con todos los controles desconectados hay que tener muchas manos. No olvidemos que son casi dos toneladas de peso con más de 500 caballos a las ruedas traseras, así que sin controles cualquier error puede convertirse en un trompo.
Pero con el modo AMG, no sólo hay que divertirse, también había que ir fino si no querías que el SLS AMG se te escapase, ya que estas pequeñas derrapadas de las que hablaba hacen que pierdas décimas frente al "alas de gaviota" que son imposibles de recuperar por muy fuerte que ruedes.
Había quemado ya mucha adrenalina con el Mercedes SL 63 AMG y llegó el momento de dejarlo descansar. Eso si, en esta última tanda ya noté como los frenos habían sufrido demasiado intentando parar las dos toneladas de peso en el mínimo espacio posible. Los discos de freno no eran los carbono cerámicos opciones y las altas temperaturas que habían sufrido habían hecho que los discos se doblasen levemente y de ahí las vibraciones al frenar.
El SL 63 AMG me ha parecido por comportamiento el punto perfecto de acceso a las versiones más deportivas del SL. No es tan potente como el SL 65 AMG que entrega 612 caballos de potencia gracias a su V12 biturbo ni tan radical como el SL 65 AMG Black Series, sino que es un punto intermedio entre el aburguesamiento del SL 350 y la deportividad radical de los modelos citados.
Su precio me parece demasiado alto, ya que cuesta 165.200 euros. Es un precio caro si lo comparamos con coches como el BMW M6 o el Jaguar XKR que, por tipo de clientes más que por concepto, podrían considerarse rivales para el. El alemán cuesta 128.600 euros, mientras que el felino está en 115.700 euros. Mi nota para el Mercedes SL 63 AMG es un 8.
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