Repsol está experimentando un colapso en bolsa del que le será difícil salir a corto plazo. Con las acciones cotizando a menos de 6 euros, está rozando mínimos anuales, casi a niveles de 2009, con un desplome del 60 % en los últimos meses.
Esta bajada baila al son del oro negro, que está viviendo sus peores años debido a una brutal caída de la demanda provocada por la pandemia y por el advenimiento de un futuro alejado del crudo. Aquí, el hidrógeno y los activos verdes juegan un papel fundamental, y las petroleras lo saben.
Un escenario incierto
En estos momentos, el rojo es el color predominante a la hora de echar un vistazo a los valores del sector del petróleo y la energía (y también del Ibex 35). Repsol YPF es una de las compañías que se está viendo abocada a renovarse; su capitalización bursátil se ha hundido por debajo de 10.000 millones de euros debido a la caída del precio del petróleo.
En el caso de los futuros del barril de Brent, el de referencia en Europa, siguen a la baja, y cotiza en el último cierre a 42 dólares. No es ni mucho menos el batacazo que tuvo lugar en abril, cuando el crudo WTI -el de referencia en EEUU- cotizó en negativo por primera vez en su historia, pero es un indicativo de hacia dónde se encamina la situación.
El mes de abril consiguió borrar una década de crecimiento en el mercado de petróleo, con la capacidad logística al límite y los productores invirtiendo fortunas en almacenar barriles en medio del mar a los que no podían dar salida.
Según datos de la La Agencia Internacional de Energía (IEA por sus silgas en inglés), se espera que la demanda mundial de petróleo en 2020 sea de 9,3 millones de barriles al día menos que en 2019, principalmente porque las medidas de contención en 187 países detuvieron la movilidad global en la primera mitad de año.
Desde el organismo prevén que la demanda empiece a estancarse en 2030, aunque no fija un pico definitivo en el uso del petróleo, ya que hay aumentos continuos en los sectores de petroquímicos, de camiones y de transporte marítimo y aviación.
No obstante, la IEA lleva tiempo apelando por un cambio de paradigma en el que prime la electrificación, la eficiencia y las energías renovables para alcanzar la neutralidad climática en un lejano 2050.
Por su parte, Bank of America prevé que la recuperación a niveles de 2019 tarde entre dos o tres años en alcanzar niveles previos a la pandemia.
El hidrógeno y el coche eléctrico como salvavidas
Las grandes eléctricas han tardado poco en encontrar su 'pareja de baile' con el auge de los coches eléctricos, involucrándose en el desarrollo de infraestructura de carga. Iberdrola, Endesa (cuyo valor en bolsa se ha disparado) y recientemente Repsol se han unido a la carrera.
El futuro es hoy🌱
— Repsol (@Repsol) October 22, 2020
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Repsol trata de calmar a los inversores con una estrategia similar, basada en el hidrógeno, en electricidad a partir de energía eólica o instalaciones solares de autoconsumo.
También está metiendo la cabeza -y se esfuerza porque se sepa- en el biocombustible para aviones, el suministro de gas natural vehicular y asociaciones con Kia para impulsar la movilidad eléctrica.
La petrolera sabe que deberá cambiar hacia un modelo de negocio basado en activos verdes (o inversiones relacionadas con bajas emisiones de carbono) y alejarse del volátil mercado del crudo.
Uno de los proyectos más importantes que encara Repsol es el de la planta de combustibles sintéticos que prevé abrir en Bilbao en 2024. Serán combustibles sintéticos a partir de hidrógeno verde, aquel generado con energía renovable y no a partir del reformado de gas natural (un proceso que emite grandes cantidades de CO₂ a la atmósfera).
Por eso el hidrógeno se posiciona como eje vertebrador del cambio y desde el Ejecutivo central han anunciado planes. La hoja de ruta española contempla alimentar la pobre red de hidrogeneras, el despliegue de cientos de autobuses de pila de combustible, así como vehículos ligeros y pesados e incluso dos líneas de trenes de media y larga distancia propulsados por esta tecnología.
La inversión, que asciende a casi 8.900 millones de euros, tratará de poner remedio a una asignatura pendiente: la generación rentable de hidrógeno a partir de energías renovables, como puede ser la electrólisis, y no a partir de reformado de gas natural.
Solo así el hidrógeno tendrá alguna posibilidad de competir contra el petróleo.
Foto | Repsol
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