Europa está a punto de enfrentarse a una crisis energética sin precedentes, probablemente más grave y sistémica que la crisis del petróleo de los años 70. Nuestro continente es muy dependiente de los hidrocarburos rusos. El diésel, por supuesto, pero también el gas para generar electricidad, especialmente en Alemania.
Allí, los fabricantes de automóviles se han asegurado su propio suministro de energía (Volkswagen, por ejemplo, tiene en Wolfsburgo su propia central eléctrica), pero no es el caso de miles de PYMES de la industria auxiliar, los proveedores de las grandes marcas.
Estos se enfrentarán este invierno a unos precios de la electricidad tales que se podrían ver obligados sencillamente a parar su producción porque no podrán pagar la factura de electricidad. Y en consecuencia también pararía la fabricación de coches durante el invierno.
Ya hemos visto lo que puede causar la falta de un componente, como es el caso de un microchip. Ahora, si empiezan a no llegar toda clase de componentes, desde faros a simples moldes de plástico, va a ser un problema aún más enorme en una industria que funciona en just in time, sin stock de nada.
BMW, el Grupo Volkswagen y Mercedes-Benz han dicho que sus propios suministros de energía están asegurados, pero si su red de proveedores falla, sus líneas de producción podrían detenerse en seco.
Un aumento generalizado de los costes que no cesa
Así, cada vez son más los proveedores que piden a la industria que renegocie los contratos para incluir cláusulas energéticas que les permitan cubrir el coste de las facturas crecientes. Dicho de otro modo, piden que puedan subir sus precios si su factura de electricidad se dispara.
"Pedimos ayuda para los costes de las materias primas, para las cláusulas que incorporan la inflación, pero la línea roja son los costes energéticos. Si los clientes no contribuyen, no podemos seguir adelante... nosotros mismos cancelaremos los contratos", explicaba el director de ventas de Kron Solingen, fabricante de metales y plásticos, Christian Hofmann.
Mientras que los contratos en la cadena de suministro de la automoción en Alemania suelen incluir cláusulas que adaptan los precios en función del coste de las materias primas, las cláusulas energéticas son mucho menos comunes.
Y es que son complicadas de calcular porque requieren que los proveedores compartan con la marca detalles sobre sus márgenes de beneficio, el proceso de producción y sus contratos de energía. Y a muchos no les interesa que la competencia y su cliente, sea Bosch, BMW o Mercedes-Benz, por ejemplo, conozca esa información.
Por otra parte, aunque consigan renegociar sus contratos, algunos de esos proveedores no tienen la liquidez para afrontar elevadas facturas de electricidad durante varios meses hasta que por fin la marca le pague la primera factura en la que se ha aplicado la cláusula energética.
El Gobierno alemán aún no ha puesto en marcha el paquete de ayudas previsto para las facturas de energía de las pequeñas empresas, que supondría un pago único por valor de un mes de la factura del gas de este año y la aplicación de un mecanismo para limitar los precios a partir de marzo.
Ciertamente, algunos países son más dependientes del gas ruso que otros para generar electricidad, como Alemania, pero nuestra interconexión a todos los niveles en el continente hace que todos notaremos aún más los efectos de esta crisis. Sobre todo si la actividad económica en Alemania se resiente.
De todos modos, la industria alemana no será la única en experimentarla. La falta de gas ruso supondrá un déficit del 11% del total de la energía en Europa. Esta pérdida de energía provocará probablemente cortes de electricidad para la industria este invierno.
A muchas PYMEs les resultará difícil resistir la inflación y los precios de la energía. El precio del gas natural podría alcanzar entre 400 y 500 euros por MWh en Europa, mientras que se mantiene en 35 euros en Estados Unidos. Este invierno, Europa no será competitiva.