Europa tiene claro que la electrificación es la única opción para el futuro de la industria del automóvil y está haciendo todo lo posible por desincentivar el uso de los coches más antiguos. Sin embargo, el parque de vehículos de España es más viejo que nunca.
La edad media de nuestros coches ya supera los 14 años y más de la mitad de los que circulan por nuestro país tienen más de 15 años. La tendencia, además dice que esta situación, lejos de cambiar, irá a más a lo largo de los próximos años.
Tenemos coches cada vez más viejos y muchos sin etiqueta de la DGT
Ni el cambio de cromos en el parlamento europeo ni el baño de realidad que está sufriendo la movilidad eléctrica desde hace unos meses son suficiente para que Europa cambie de idea. La decisión sigue siendo firme y en 2035 se prohibirá la venta de coches y furgonetas nuevos con motor de combustión en la Unión Europea, con la excepción de los eFuels.
Mucho antes de que llegue esa fecha, las restricciones a la circulación para los coches de combustión cada vez se aplican en más ciudades. En algunas, como Madrid, ya no se puede circular sin etiqueta de la DGT por todo el término municipal, no solo dentro de la M-30, independientemente de que el coche se encuentre en perfecto estado y con la ITV pasada.
Desde las administraciones, tanto a nivel europeo como a nivel nacional (y local), todo está enfocado a electrificar el parque de vehículos y, de paso, a prohibir que circulen los más antiguos. Pero Europa lleva una velocidad y en España vamos a nuestro ritmo: más de la mitad de nuestros coches tienen más de 15 años.
Desde hace años, la edad media del parque de automóviles en España no ha dejado de crecer y, según señala ANFAC, en 2023 volvió a aumentar y alcanza ya los 14,2 años de antigüedad. Es, por tanto, uno de los parques más envejecidos de Europa, donde la edad media es de 12,3 años. En 2008, la edad media del parque de turismos en España era de 8,4 años.
En nuestro país hay más de 30 millones de vehículos circulando y cerca de la mitad tienen 15 o más años de antigüedad. Y no parece que la situación vaya a cambiar, más bien lo contrario porque en 2023, por cada turismo nuevo matriculado, se han vendido cerca de 1,3 turismos de más de 10 años.
Si atendemos a la clasificación por etiquetas medioambientales, el 29,4% de los turismos que circularon por España en 2023 no tenían distintivo de la DGT. El 29,8% contaban con la etiqueta B, el 35,1% con la etiqueta B, el 4,5% con la etiqueta ECO y solo el 1,2% con el distintivo CERO, según señala Ideauto con datos de parque de la DGT.
Con este panorama, que implica que prácticamente un tercio de los coches que circulan por España no pueden moverse por algunas ciudades, como Madrid, Europa pretende que en 2035 solo compremos coches eléctricos. Y no es que la gente no quiera comprar coches nuevos, eléctricos o de cualquier tipo, más bien es que no pueden. En la mayoría de casos.
Los coches son más caros que nunca y el coche barato ha muerto
Si alargamos la vida de nuestros coches es porque es francamente difícil cambiarlos, más que nunca. La coyuntura económica no ayuda porque el poder adquisitivo es igual o inferior, teniendo en cuenta la inflación, pero los coches son mucho más caros que antes, tanto los nuevos como los de ocasión. Según indica la OCU, los nuevos han subido más de un 40% en cinco años, un incremento que se sitúa muy por encima del dato oficial del IPC acumulado en todo este tiempo.
Además, el coche barato ha muerto, ni siquiera hay opciones ultra básicas que resulten medianamente accesibles. En parte, esto tiene mucho que ver con las normativas europeas que obligan a los fabricantes a equipar a todos sus coches de serie con una serie de sistemas de asistencia a la conducción (ADAS), así como con las normativas de emisiones cada vez más estrictas que las marcas también tienen que cumplir, con el coste que conlleva y que se repercute en el precio de los vehículos.
También hay que tener en cuenta que los coches ya no envejecen como antes y que alguien que no haga demasiados kilómetros no está dispuesto a cambiar su coche de hace 15 o 20 años que está en perfecto estado y sigue siendo plenamente operativo por uno nuevo, simplemente porque las administraciones dicen que contamina más.
Me explico: en el año 2005, un coche con 15 años como, por ejemplo, un Renault 4L matriculado en 1990 o un Citroën AX de ese mismo año, eran coches viejos y estaban desfasados en todos los sentidos comparados con los coches nuevos de esa época, como puede ser un Renault Clio o un Citroën C3.
En esos 15 años los coches evolucionaron muchísimo: se movían mejor, eran más cómodos, mucho más seguros, gastaban menos y, generalmente, la economía permitía dar el salto de los viejos a los nuevos. Tenía sentido hacer ese cambio.
Ahora, prácticamente cualquier coche de 2009 sigue siendo perfectamente válido para utilizar a diario y plenamente funcional. Hay 15 años de diferencia, como en el ejemplo anterior, pero los coches no han evolucionado tanto (en algunos casos incluso han dado pasos hacia atrás).
Un Audi A3, un Opel Insignia, un Volvo XC60 o un SEAT Ibiza, todos de 2009, siguen siendo coches completamente funcionales, seguros y eficaces en todos los sentidos. No tienen tantas pantallas como los actuales y sus ADAS son más básicos, pero también hay mucha gente para la que esto último es positivo. Lo cierto es que conducir sin el insufrible pitido del sistema ISA se agradece (según el coche, también sin el de mantenimiento de carril, con botones para utilizar funciones básicas y sin tantísimos pitidos que solo consiguen distraer).
También tenemos coches más pesados, con motores más apretados y con todo tipo de sistemas anti contaminación. Todo eso se traduce en peores prestaciones y consumos más elevados, por eso hay muchos conductores que cuando prueban un coche nuevo prefieren quedarse con el suyo viejo.
Pasa, sobre todo, con los que tienen diésel vendidos entre el 2001 y el 2008, aproximadamente, sin FAP; estos coches suelen moverse muy bien y gastar realmente poco, además son muy duros. Sin tener en cuenta lo que contaminan, comparados con un coche equivalente actual, son más rápidos y más económicos. Es perfectamente entendible que, si uno de estos coches sigue yendo bien, su dueño no quiera cambiarlo. Aunque las administraciones no piensan igual.
No nos preocupamos por el mantenimiento como deberíamos
Eso sí, que el parque nacional de vehículos se haya envejecido tanto tiene sus inconvenientes. Más allá de que no es lo ideal desde el punto de vista de la sostenibilidad, hay que tener en cuenta que muchos conductores no mantienen su coche como deberían.
En España, los vehículos cada vez están peor y muchos ni siquiera pasan la ITV, tanto por absentismo como por no estar en condiciones de superar la inspección. Según datos de AECA-ITV, en 2022, el 81,4 % de los coches superaron la ITV en la primera inspección y el 34 % de los vehículos que debían haber pasado la ITV no lo hicieron.
Lógicamente, que un coche viejo siga siendo plenamente operativo depende del mantenimiento que reciba y en España es algo que no se tiene demasiado en cuenta. No solo hay que cambiar el aceite y los filtros cuando toca, también hay que preocuparse por las ruedas, los frenos o la suspensión y, por desgracia, muchos conductores pasan olímpicamente de esta cuestión.
También tiene mucho que ver la coyuntura económica en esto, pero no debería ser excusa. Con la seguridad no se puede escatimar y solo hay que ver la cantidad de coches que se ven por la calle con los neumáticos lisos o caducados, echando nubes de humo negro o con los amortiguadores en un estado lamentable.
Y, si la gente no tiene dinero para mantener el coche (o gastárselo en eso no es su prioridad), tampoco lo tiene para comprar uno nuevo. Y no hay que pasar por alto que la incertidumbre tampoco ayuda a decirse a afrontar un gasto tan elevado como la compra de un coche nuevo.
Muchos de los que tienen dinero para comprar un coche nuevo no lo hacen por miedo; simplemente no saben qué tipo de coche comprar porque no saben cómo le afectarán las restricciones a la circulación a corto y medio plazo.
Hay quien necesita un diésel porque hace muchos kilómetros al año y, hoy por hoy, sigue sin haber una opción mejor que el diésel para estos casos, pero no se atreve a comprar uno porque este tipo de mecánicas se han demonizado a lo largo de los últimos años.
¿Qué pasa en algunos de estos casos? Que ese conductor que va a hacer miles de kilómetros cada mes se compra un gasolina micro híbrido con etiqueta ECO o un híbrido enchufable y utilizar el coche acaba siendo insostenible por lo que gasta.
Y no. La solución no es el coche eléctrico, o al menos no es la única. Esta tecnología, ahora mismo, no se adapta a las necesidades de muchos conductores (ojo, a la de otros tantos sí), ya sea porque los coches eléctricos son más caros, porque su autonomía es insuficiente o simplemente porque no tiene dónde cargarlos. También hay quien se pasa al coche eléctrico y vuelve a la gasolina, y no son pocos los arrepentidos.
Por supuesto, los coches eléctricos evolucionan cada día, pero la transición hacia la electrificación total no se puede hacer de la noche a la mañana, sin pasos intermedios y por obligación. Lo peor de todo es que la industria del automóvil es crucial para Europa y se está hundiendo en la crisis mientras China nos adelanta por la derecha.