La crisis energética china promete un caos para la industria automotriz en Europa. Del efecto mariposa a la sangría de puestos de trabajo
Todas las miradas están puestas en las dificultades de Evergrande, ya sea por el posible estallido de la burbuja inmobiliaria china y las consecuencias que podría tener a nivel global, o sin planes truncados de fabricar coches eléctricos en Europa. Sin embargo, hay otra crisis en China que nos podría afectar a todos de forma más directa.
China está actualmente inmersa en una crisis de suministro eléctrico que se ha vuelto crítica en los últimos días, amenazando redes eléctricas enteras y llevando a los analistas a recortar las previsiones de crecimiento económico para el año.
En el último mes, las autoridades de 16 provincias han puesto en marcha medidas de racionamiento de la electricidad. Los cortes de electricidad afectan tanto a los particulares, con hogares sin luz y semáforos de las ciudades que no funcionan, como a las empresas.
El problema no es tanto en la capacidad de producción de electricidad, pues desde principios de año, ésta ha aumentado alrededor de un 10%, sino que China ha ido agotado sus existencias de carbón. A pesar de que China redujo sus importaciones de carbón y ha puesto en marcha un plan de descarbonización, su producción de electricidad depende todavía mucho del carbón.
El temor a una inflación galopante que afectaría al consumo
Los responsables de la energía, aparentemente con la esperanza de que, o bien Pekín levantara todas las restricciones medioambientales que aumentan el coste de producir electricidad con carbón, o bien los precios mundiales bajaran, fueron usando las reservas de carbón sin hacer nuevas compras. Mala idea. Mientras tanto los precios de las materias primeras, a nivel mundial, han seguido subiendo.
Se podría solucionar importando más carbón, por ejemplo, y pasando el coste al consumidor final. Sin embargo, Pekín que unos precios más elevados de la energía provoquen un notable aumento de la inflación. Algo que ya hemos visto en España, donde la continua subida de la electricidad ha provocado una inflación de hasta el 4 % interanual este mes de septiembre.
Si la inflación es muy fuerte, reducirá el nivel de vida de los chinos y podría provocar malestar social. El temor de las autoridades chinas es que ese mal estar social vaya a más y el pueblo se rebele contra el gobierno actual.
Actualmente, una de las consecuencias a nivel práctico es el racionamiento de la electricidad. Por ejemplo, numerosas ciudades de Guangdong impusieron restricciones al uso de la electricidad en determinadas horas, limitando así la producción en varias industrias. Y los infractores podrían ver cortado su suministro de energía, advirtiendo las autoridades chinas.
Otro ejemplo, el gobierno municipal de Qingyuan obligó el pasado miércoles a las industrias locales a dejar de consumir electricidad desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche, sin decir cuánto durarían las restricciones. Muchas empresas, de las más pequeñas a las más grandes, han tenido que aplazar la producción de un día para otro, reducir la producción o directamente cesar su actividad por completo.
Toda clase de industria en el país se ha visto afectada, incluida, por supuesto la producción de automóviles. Desde los fabricantes de componentes hasta Tesla, todos están experimentando fuertes restricciones que limitan la producción. En el caso de Tesla, por ejemplo, ya ha sido avisada de que tendrá que realizar paros más prolongados la próxima semana, ya que la falta de electricidad se agudiza en algunas regiones.
La industria europea y su dependencia de China
No es algo que solo vaya a afectar a Tesla. La industria del automóvil europea es muy dependiente de China. Además de una serie de componentes para la fabricación de coches, las baterías de los coches eléctricos e híbridos proceden de Asia con China a la cabeza. De hecho, solo el 3 % se fabrican en Europa. En cuanto a la compra de materias primas para las baterías, China domina el cotarro. Y para colmo, algunos modelos europeos se fabrican exclusivamente en China.
Por ejemplo, los Volvo S90 se fabrican en China y son exportados a Europa vía tren. DS Automobile fabrica su buque insignia, el DS 9, en China. BMW fabrica en China para todo el mundo el BMW iX3, su primer eléctrico en serio tras el globo sondo que fue el BMW i3. El Dacia Spring, el primer eléctrico de la marca rumana del grupo Renault se fabrica también en China. Todos ellos podrían ver su producción aún más ralentizada por esos cortes de electricidad.
En todo caso, la posible crisis que se está gestando en China terminaría por afectarnos de lleno, dada nuestra dependencia industrial de China. Es verdad que los modelos citados no son de gran volumen, pero que dos marcas europeas que apuestan muy fuerte por sus orígenes europeos en su comunicación, como son Volvo con Suecia y DS con el lujo francés, o BMW, eminente alemana, fabriquen sus modelos más relevantes en términos de imagen en China es revelador de la dependencia que tiene la industria hacia el gigante asiático.
Aún así, Europa importó 50.000 coches "made in China" en 2020, una cifra que debería subir hasta a las 500.000 unidades en 2025. Esta tendencia no está tan ligada a la llegada de las marcas chinas o de capital chino al Viejo Continente, como Aiways, Lynk & Co o MG, como a la elección de China por parte de los fabricantes occidentales como base de producción de algunos de sus nuevos modelos, como por ejemplo el nuevo Citroën C5-X, buque insignia de la marca.
La dependencia de la industria no se da únicamente a nivel productivo, se da también en términos de ventas. Y es que China es el primer mercado para muchos fabricantes europeos. Volkswagen, por ejemplo, realizó el 40 % de sus ventas de 2019 en China. BMW, por su parte, realizó el 28 % de sus ventas de 2019 en China.
Los fabricantes alemanes siguen viendo a China como la locomotora de su crecimiento. Por ejemplo, el CEO de Daimler, Ola Källenius, espera una gran demanda de sus clientes en China durante mucho tiempo. "Esperamos el mayor crecimiento en China en los próximos diez años", dijo. Y lógicamente, las inversiones que realizan estos grupos se hacen pensando en que van a vender cientos de miles de coches en China.
Pero esos planes, si se agudiza la crisis energética china provocando una fuerte inflación que disminuiría el consumo, podrían truncarse con consecuencias muy duras para la industria automóvil alemana, que afectarían a todo el país y por ende a toda Europa.
Una industria europea herida pone en peligro al empleo de 12 millones de personas
De hecho, solo con las decisiones de fabricar en China, se considera que "China podría enviar al paredón a la industria automovilística europea", según se puede leer en el último informe de France Stratégie, un organismo estatal de la presidencia gala.
Según un estudio de la ACEA, solo la fabricación de vehículos en Europa genera 3,5 millones de empleos directos. En algunos países de Europa del Este, la tasa es todavía mayor. Si hablamos de todo el sector ligado a la automoción, desde la venta hasta el transporte el mantenimiento o las finanzas, hablamos de 12,6 millones de empleos. Al final, la automoción representa el 11,6 % de todos los empleos de Europa.
En España, este sector (que es responsable del 8 % del PIB) supone el 8 % de los empleos directos del país. En 2020, dio trabajo directo a 576.400 personas, mientras que la venta y la reparación de vehículos a motor y motos dio de empleo a 344.000 personas. En España, casi un millón de personas viven directamente de la industria del motor.
Una proporción que en algunos países, como Rumanía y Eslovaquia suponen el 15,7 % de los empleos directos. En contraste, en Alemania es del 11,3 % y en Francia del 7,7 %, mientras que en Italia ya solo representan el 4,7 %.
Y un sector que da trabajo a decenas de millones de personas, siendo en algunos países vital y un motor de la economía, no se puede venir abajo. Las consecuencias para todo el continente serían dramáticas. En comparación, la crisis de la siderurgia de los años 80 va a parecer una anécdota.
La pandemia, la crisis de los microchips y de los contenedores han puesto en evidencia la elevada y nada sana dependencia de Europa hacia China. La crisis de energía que atraviesa el país asiático es el enésimo aviso a la industria europea de que está jugando con fuego.
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