Desterrarlo todo menos los vehículos de energías limpias. Esta parece ser la máxima de muchas ciudades que en unas décadas esperan dejar de ver coches diésel y gasolina -tampoco nuevos- rodando. El Gobierno de Theresa May dijo hace unos meses que prohibirá la venta de todos los nuevos diésel y gasolina a partir de 2040, pero el alcalde de Londres, Sadiq Khan, apuesta por adelantar la fecha una década y limpiar las calles de motores de combustión en 2030.
El alcalde no quiere esperar
El Gobierno debe detallar las propuestas del plan denominado 'Road to Zero' en breve, pero el lunes, según informa Reuters, Khan se unió a los alcaldes y líderes de ciudades de Manchester, Liverpool, Oxford, Sheffield y Bristol para pedir que las medidas se implementen más rápido.
"Prohibir la venta de nuevos vehículos de gasolina y diésel para el 2030, proporcionar apoyo para entregar Zonas de Aire Limpio en las ciudades e introducir un programa nacional de renovación de vehículos mejorará drásticamente nuestra calidad del aire y nuestra salud", ha declarado Khan.
Mientras Londres está implantando una zona de emisiones ultrabajas que obligará a los dueños de los vehículos con motorización tradicional a pagar diariamente para acceder al centro de la ciudad, Oxford prohibirá su acceso al centro partir de 2020.
Reino Unido se suma así a la oleada de prohibiciones que están anunciando ciudades y estados de medio mundo. California quiere prohibir la venta de todos los vehículos nuevos alimentados por combustibles fósiles a partir del 1 de enero de 2040.
Holanda, China o Noruega o Francia siguen sus pasos; esta última quiere convertir a la capital en una ciudad neutra en carbono para 2050, el fin del diésel en 2024 y el de la gasolina para 2030. Roma por su parte planea prohibir la entrada de coches diésel al centro para 2024, mientras que Escocia enterrará los motores más antiguos en 2020, aunque los diésel Euro 6 de 2014 y los gasolina Euro 3 de 2005 se salvan.
Mientras tanto, los fabricantes esgrimen el arma del CO₂ (y la del empleo) para salvar la denostada y perseguida tecnología diésel: queman hasta un 25 % menos de combustible que los motores de gasolina y pueden ser cruciales para ayudar a cumplir los objetivos climáticos a medio plazo. Pero Bruselas nos observa con lupa y amenaza con sanciones si no cumplimos los objetivos.