A lo largo de este mes se va a cumplir un aniversario que se nos ha quedado un poco olvidado, pero que cambió para siempre la industria del automóvil en Estados Unidos. Después de años de gestión negligente y malas prácticas empresariales, General Motors acabó admitiendo que iba derechita a la bancarrota.
Dos meses después de la caída de Lehman Brothers, GM admite que lo peor está por llegar. Chrysler y Ford irían después. Pidieron ayuda al Gobierno de Estados Unidos para evitar no solo la caída de sus empresas, también un colapso a nivel industrial que el país no se podría permitir. Habría sido una hecatombe.
Los ejecutivos de estas tres empresas protagonizaron un esperpento al estilo españistán al volar en aviones privados a Washington D.C. para pedir fondos de emergencia al Senado. En la cultura empresarial del momento se veía normal que los altos ejecutivos viajasen así aunque la empresa se desangrara económicamente.
Cuando David venció a Goliat
¿Qué llevó a The Big Three a esa situación? No fue un proceso rápido, sino la concatenación de muchas decisiones erróneas. Hace cinco años estos tres grandes fabricantes se repartían poco más de la mitad del mercado local, cuando 20 años antes tenían más de tres cuartas partes. Los asiáticos y europeos se los estaban merendando.
La apuesta excesiva por los SUV y 4x4 --por su mayor rentabilidad-- resultó ser un error capital cuando los precios del petróleo se dispararon, perdiendo muchísimas ventas en favor de competidores extranjeros que tenían coches más eficientes y económicos. Las fábricas, sin trabajo suficiente, arrojaron números rojos a niveles espectaculares.
Este fue el inicio. Antes de que llegase Barack Obama a la presidencia (ya era presidente electo) la Administración de Bush tuvo que aprobar una ayuda de emergencia de 17.400 millones de dólares. Ford acabó quedándose fuera por iniciativa propia y logró sortear la crisis por su cuenta.
Chapter 11
El Gobierno de Estados Unidos se hizo accionista mayoritario de General Motors y Chrysler, que habían estado cerca de la fusión. Estas empresas se trocearon y se dividieron en la parte buena y la parte mala. GM se tuvo que deshacer de varias de sus marcas (Hummer, Saab, Pontiac, Saturn y casi Opel) y Chrysler empezó a ser adquirida por el Grupo Fiat.
Ford también hizo ajustes, cargándose la marca Mercury, y centrándose exclusivamente en Ford y Lincoln. Se deshicieron de su parte de Aston Martin, Jaguar, Land Rover, Mazda y Volvo. En general, estas tres empresas se volcaron en sacar a la calle modelos mucho más interesantes para los nuevos gustos del consumidor.
A nivel global, también se hicieron muchos cambios, como unificar más plataformas y desarrollos para vender coches más homogéneos a lo largo del mundo, reduciendo así costes. Fruto de esos cambios, modelos como Chevrolet Cruze o Ford Focus se han convertido en superventas, sin grandes cambios con las versiones europeas.
Afortunadamente, la crisis de The Big Three no se llevó por delante el segmento de los _muscle car_, siendo muy buena época para los Mustang, Camaro y Challenger (especialmente para Camaro). Aún queda mercado para esos coches, pero claro, nada que ver con la época previa a la crisis del petróleo de 1973.
Las tres empresas hoy día ya se han recuperado de ese desastre, se ha perdido mucho dinero público en su rescate, pero no haber hecho nada habría sido muchísimo peor. Seguro que en las universidades de prestigio ya se estudia esta historia como manuales de cómo no hacer las cosas.
Después de 77 años consecutivos de liderar el mercado mundial, Toyota es el fabricante número 1. Ford se apeó del podio en favor del Grupo Volkswagen. Son los nuevos tiempos. La industria norteamericana ha resucitado, y queda una valiosa lección para las generaciones venideras.
Lecciones para Europa
En el viejo mundo están pasando cosas que como podemos ver, ya han ocurrido antes en otros lugares. ¿Qué pasaría si un fabricante como PSA Peugeot Citroën necesita un rescate o de lo contrario desaparecer? Pues que habrá que asumir pérdidas públicas, si se deja caer, el impacto en la economía será aún peor.
Cuando una empresa tan grande y con tanto grado de dependencia con otros sectores cae, se produce un efecto dominó muy peligroso. Gracias a la supervivencia de las matrices norteamericanas, aún existen General Motors y Ford en Europa. En este continente son deficitarias, pero se compensa con la ganancia en "casa".
Los grandes beneficiarios de todo esto, los europeos y asiáticos. Supieron detectar las necesidades del cliente global, no solo el doméstico, y mirar más allá. Ahora, aunque Europa está bien jorobada, los números salen gracias a China y países emergentes. Si lo hubiesen hecho a la americana... mejor no pensarlo.
En mi humilde opinión, toda persona que quiera aspirar a un puesto de importancia en un fabricante de automóviles debería conocer al dedillo toda esta historia, ver qué se hizo mal por algunos, qué se hizo bien por otros, y qué es lo que ha acabado funcionando. Si no, los errores pueden repetirse.
Ahora es normal que en Estados Unidos coches híbridos sean superventas (Prius número 1 en California), que una empresa de eléctricos arrase (Tesla), que los motores de cuatro cilindros no sean motivo de vergüenza, que las marcas domésticas se asocien a la eficiencia y la lucha contra las emisiones...
Han sido muchos cambios en muy poco tiempo. La industria de ese país ha podido evolucionar y sobrevivir. Ahora hay que mirar al futuro y no volverse a dejar pisar por europeos y asiáticos. Tío Sam lo hizo bien hace cinco años, pese a los efectos colaterales y los sacrificios. Ha merecido la pena.
Vídeo | "Youtube":https://www.youtube.com/watch?v=72cHfOKoA1c