El sector Automoción vive una auténtica fiebre del oro en China. Y esa fiebre del oro motiva que, en un contexto de mundo globalizado en el que China es el principal mercado, los fabricantes pongan el acento en los modelos que mejor pueden rentabilizar de acuerdo con el país asiático. Otra cosa es que el mercado chino se vaya a continuar comportando como lo ha hecho hasta ahora.
Nada en el mundo es permanente, salvo el cambio, y eso en China lo están viviendo ahora. Hay dos puntos a los que hay que prestar especial atención. El primero es que el ritmo de crecimiento del mercado chino sigue siendo espectacular, pero ya no tremendamente espectacular. El segundo es que China está decidiendo ahora cómo quiere que sean sus próximos 25 millones de coches, esto es, lo que China va a matricular este mismo año, y el que viene, y el siguiente.
Ahora es China, pero India viene después
Vivimos inmersos en el mar de cifras que nos llegan, desde hace años, de China. Y nuestra reacción va desde no comprender por qué los fabricantes invierten sus esfuerzos en crear coches al gusto chino hasta pensar que el futuro se circunscribe a lo que sucede entre las fronteras de Vietnam, Laos, Birmania, India, Bután, Nepal, Pakistán, Afganistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajstán, Rusia, Mongolia y Corea del Norte.
Pero los extremos no son buenos. Ni los fabricantes pueden desoír a su principal mercado, ni China va a seguir aumentando como mercado al ritmo que lo ha hecho durante los últimos años. En 2013 el porcentaje de incremento de ventas de coches fue del 14 %, en 2014 se redujo hasta el 7 % y esa es también la previsión que hay para este año 2015, con unos 25,1 millones de unidades en el horizonte.
De momento esta desaceleración del crecimiento no es nada que resulte dramático para quienes han depositado sus esperanzas en ese mercado emergente, pero las cosas comienzan a ponerse en su lugar. Y los analistas coinciden en que ya existe otro mercado emergente que llama a la puerta con fuerza: India.
Posiciones en torno al Automóvil en China
Por ahora, en China hay un debate abierto entre el Parlamento de China, el Congreso Nacional del Pueblo y la Conferencia Consultiva de Política Popular China sobre cómo debe ser el futuro más inmediato de los coches en aquel país, aunque hay posturas que llevan años esgrimiéndose sin que la situación avance, en una discusión que lo mismo habla de contaminación que de movilidad que de mercado automovilístico.
Si hablamos de contaminación, existe la petición formulada por el primer ministro Li Keqiang, en el sentido de eliminar todos los vehículos altamente contaminantes matriculados antes de 2005, que se reconocen fácilmente porque circulan con placas de matrícula de color amarillo. El objetivo gubernamental es recortar las emisiones de CO2 en un 3,1 %, la demanda de oxígeno por la industria química y las emisiones de nitrógeno amoniacal en un 2 %, y las de dióxido de cloro en un 3 %. Con todo, las medidas parecen centrarse en el mundo del Automóvil, y no en el campo de la industria pesada, que genera mayores valores de contaminación atmosférica.
En cuestión de movilidad, la discusión contempla unificar las políticas de circulación de vehículos, desde las restricciones a la compra —un asunto que levanta ampollas en este país que afronta una suerte de desarrollismo basado en la expansión del Automóvil—, pasando por la imposición de tasas en los centros de las ciudades hasta la subvención a la compra de vehículos menos contaminantes... o todo lo contrario: abolir las restricciones de compra de vehículos para impulsar el sector.
También la situación del taxi lleva preocupando desde hace años, y la discusión se decide entre los partidarios de abolir el monopolio estatal y que sea el mercado el que decida, los contrarios a esa medida y las voces que apoyan la concesión de licencias para todos los interesados en prestar servicios de taxi a fin de erradicar la cuota de sector que se mueve trabajando en negro.
En torno al vehículo eléctrico, que en China se contempla como un aliado contra la contaminación, existen varios polos de debate. Está la petición de imponer diferentes tasas a las baterías en función de sus tecnologías, para estimular la innovación. También se escuchan voces que reclaman que se promuevan electricos de baja velocidad (por debajo de 80 km/h) como coches populares con los que dar soluciones de movilidad a buena parte de la población. Por supuesto también se debate sobre la necesidad de crear infraestructuras de recarga o sobre las políticas de apoyo a las motorizaciones alternativas, empezando por el transporte público.
Y de fondo, resuena la discusión sobre el exceso de burocracia interministerial, con dos características fundamentales: la necesidad de tener unas administraciones locales más competentes en la regulación del tráfico urbano (un aspecto clave para atajar los problemas que se generan en las urbes chinas), y la enorme cantidad de organismos implicados en las cuestiones que tienen que ver con automóviles y movilidad, a saber:
- Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma,
- Ministerio de Industria y Tecnologías de la Información,
- Ministerio de Transportes,
- Ministerio de Ciencia y Tecnología,
- Administración de Supervisión de la Calidad, Inspección y Cuarentena,
- Ministerio de Protección Medioambiental,
- Ministerio de Seguridad Pública.
A estos, añadamos ahora las voces del Parlamento de China, del Congreso Nacional del Pueblo y de la Conferencia Consultiva de Política Popular China y tendremos una situación tan compleja como lejana a su resolución, visto lo visto. Y eso, en el primer mercado del mundo, el que marca la senda comercial de cómo deben ser los coches que fabriquen los fabricantes.
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