En un estudio realizado por la Universidad de Oxford, en Inglaterra, han observado a miles de personas que viven diferentes ciudades de Europa, concluyendo que los viajes activos -bicicleta, andando, patinete- disminuyen más del 80 % de las emisiones de gases invernadero.
Por lo que, aunque los esfuerzos para realizar este cambio se está centrando en promover tanto los vehículos eléctricos o con pila de combustible o financiando la instalación de puntos de carga, hay una forma de transporte que es a la vez saludable y que casi no emite gases: la bicicleta -o cualquier vehículo de movilidad personal- o andar.
El desplazamiento activo es clave para poder llegar a las cero emisiones
A día de hoy, podría decirse que, en cierta manera, centrarse únicamente en vehículos eléctricos está desacelerando la carrera a cero emisiones.
Incluso si todos los coches nuevos sean completamente eléctricos, todavía tendrían que pasar entre 15 y 20 años para reemplazar la flota de automóviles de combustible fósil del mundo, según algunos estudios.
Más de la mitad de viajes que se realizan con transporte que genera una gran cantidad emisiones, como el autobús o el coche, podrían realizarse en bicicleta, ya sea motorizada o no. Con las bicicletas eléctricas ese trayecto podría ser incluso más largo gracias a la autonomía que estas permiten.
Este tipo de desplazamiento es, además, más económico, definitivamente más saludable para las personas y mejor para el medio ambiente, además que ayudaría a descongestionar las ciudades del tráfico diario a las horas puntas.
En el estudio realizado por la Universidad de Oxford, se observaron alrededor de 4.000 personas que viven en las ciudades de Londres, Amberes (Bélgica), Barcelona, Viena, Örebro (Suecia), Roma y Zúrich durante un periodo de dos años. En ese tiempo, estudiaron sus viajes diarios, tanto en tren, coche o autobús, calculando la huella de carbono que se dejaba.
Los resultados mostraron que la huella de carbono es de 84 % menor para las personas que caminan o utilizan la bicicleta en lugar del transporte de combustión. Llegando a ver que la persona que sustituyó el coche por la bicicleta reducía sus emisiones en 3,2 kg de CO₂. Finalmente, se probó que las emisiones realizando trayectos en bicicleta pueden ser hasta 30 veces más bajas que con un coche de combustión y hasta 10 veces menos que en un coche eléctrico.
Las ciudades deben adaptarse a la nueva movilidad
Está claro que para que se promueva el transporte en bicicleta se deben primero adaptar las ciudades, como por ejemplo el modelo de las ciudades de proximidad, un modelo donde todas las necesidades se puedan sufragar en un radio que se completaría en 15 minutos de desplazamiento, caminando o en bicicleta.
Para que esto salga adelante, las ciudades necesitan crear más redes ciclistas o zonas que solo sean para caminar o andar. Un estudio alemán muestra como 20 ciudades han aumentado su red ciclista durante la pandemia de la COVID-19 y, por consiguiente, aumentó el transporte con esta modalidad.
En el caso de España, y por poner a Madrid de ejemplo, tras el confinamiento sufrido en el año 2020 y según la delegación de Movilidad, se está apostando por este medio de transporte, con carriles bici en grandes avenidas como Puerta de Alcalá o la Castellana y la adquisición de 4,800 bicis de alquiler, intentando adaptar así la ciudad a la nueva forma de desplazarse.
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