Según los datos del último informe anual de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), “Coal 2022”, el consumo mundial de carbón alcanzó un nuevo máximo histórico a término de 2022, superando por primera vez en la historia los 8.000 millones de toneladas en un solo año.
Las previsiones de cara a 2023 no son muy optimistas, pues en plena crisis energética global y con las energías renovables en pleno despliegue, el organismo prevé que el consumo de carbón seguirá su tendencia alcista actual, impulsado entre otras cosas por la fuerte demanda de las economías emergentes de Asia.
Así, al menos a corto plazo, el carbón seguirá siendo, por mucho, el principal responsable de la gran mayoría de las emisiones contaminantes del sistema energético mundial. Y en algunos países, la situación es especialmente preocupante.
Un mapa energético europeo lejos de los objetivos del Acuerdo de País
Durante 2022 el consumo de carbón (barato, pero tremendamente contaminante) aumentó ligeramente respecto a 2021 de forma generalizada, aunque lo suficiente como para llevar sus cifras a máximos históricos respecto a 2013 (año donde se obtuvieron los mayores registros).
Esto afecta notablemente a Europa, donde los elevados precios del gas y la electricidad (sobre todo tras la invasión rusa de Ucrania y los consiguientes cortes del suministro a través de Gazprom) han alterado el volátil mix energético.
Sobre todo, en el caso de los países del Viejo Continente que hasta ahora eran más dependientes del Kremlin a nivel energético, como es el caso de Alemania o de Países Bajos, donde recurrir más de la cuenta al carbón para asegurarse el suministro energético ha llevado a modificar temporalmente sus patrones tradicionales de producción y consumo.
Según los datos de la organización alemana Fraunhofer, fuente de investigación aplicada más grande de Europa, solo la última semana del pasado mes de diciembre la generación de electricidad en Alemania procedía principalmente del carbón, pues sin apenas sol ni viento con los que aprovechar para impulsar las renovables, priorizaron el uso del carbón y el gas.
En la misma semana, el récord del uso de carbón en la UE se lo llevaron los Países Bajos, que produjeron hasta un 38 % de su electricidad a base de quemar hulla. Pero estos son solo dos ejemplos de cómo diciembre terminó con el carbón representando el 17,7 % de la generación eléctrica de la Unión Europea.
A estas cifras no ayudaron factores como las inusuales temperaturas del último trimestre del 2022 (más altas respecto a años anteriores) e incluso las sequías en algunas regiones, que han contribuido a elevar la demanda de electricidad y a reducir la producción de energía hidroeléctrica, mientras que la generación nuclear también ha sido muy débil en líneas generales (especialmente en Francia).
De momento, el suministro importado en nuestro continente corre en su mayoría a cargo de EEUU, aunque los tres productores más importantes de carbón a nivel mundial son China, India e Indonesia, que según el informe, “alcanzarán récords de producción este año”.
Concretamente, se espera que la generación mundial de energía a base de carbón siga en torno a máximos de alrededor de 10,3 teravatios hora este año, mientras que se prevé que la producción de carbón siga en torno a los 8.300 millones de toneladas, también un máximo histórico.
Un poco de luz al final del túnel
Sin embargo no todo es negativo. Según el director de Mercados Energéticos y Seguridad de la AIE, Keisuke Sadamori: “El mundo está a punto de alcanzar un máximo en el uso de combustibles fósiles, y el carbón será el primero en disminuir, pero aún no hemos llegado a ese punto”, quien pronostica que esto podría suceder a término de 2025.
Sadamori remarca que “la demanda de carbón es obstinada y es probable que empuje al alza las emisiones mundiales”. Al mismo tiempo, la crisis energética actual está acelerando el despliegue de las energías renovables, la eficiencia energética y las bombas de calor, lo que previsiblemente ayudará a moderar la demanda de carbón. En este sentido, el experto alude a que “las políticas gubernamentales serán clave para garantizar un camino seguro y sostenible”.
A pesar de que el carbón tiene cada vez precios más altos (aunque ya más relajados desde marzo y de nuevo en junio, cuando alcanzaron niveles sin precedentes) y sus principales productores tienen cómodos márgenes, en el informe no hay señales de un aumento de la inversión en proyectos de carbón impulsados por la exportación, lo que refleja la cautela entre los inversionistas y las empresas mineras sobre las perspectivas a medio y largo plazo.
Europa, que se ha visto muy afectada por las fuertes reducciones de los flujos de gas natural de Rusia, va camino de aumentar su consumo de carbón por segundo año consecutivo.
Sin embargo, para 2025 se espera que la demanda europea de carbón descienda por debajo de los niveles de 2020. En general, parece lógico pensar que la demanda de carbón disminuya en las economías avanzadas en los próximos años, a medida que las energías renovables lo vayan desplazando en la generación de electricidad.
En el lado contrario de la balanza las economías emergentes y en desarrollo (sobre todo en Asia) parecen dispuestas a aumentar el uso del carbón para impulsar su crecimiento económico, incluso al mismo tiempo que añaden más energía renovable a la ecuación.
En este sentido, cómo evolucionen India y China, el mayor consumidor de carbón del mundo en la actualidad (y el país más contaminante del mundo), será uno de los factores que más afecte a la demanda mundial de carbón en los próximos años.