Década de 1970. EEUU -y el mundo- experimentan las consecuencias de la primera y la segunda crisis del petróleo, cuando el c´artel de productores decide dejar de exportar a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra del Yom Kipour (seguro que te suena). Resultado: desabastecimiento de petróleo, subidón de precios, recesión, y Nixon rebajando los límites de velocidad para ahorrar combustible.
En este nada amigable escenario nace en Atlanta el deporte más insospechado: carreras de camiones. La idea fue de un hombre llamado Jim Donahoe, que dividió al país con su idea.
Un deporte que empezó siendo odiado pero que perduraría
La década de los 70 y 80 no fue especialmente apacible en EEUU. El país estaba inmerso en una importante crisis económica y con una inflación desbocada. La tasa de desempleo superaba el 7 % y el precio de las hipotecas y la gasolina estaban por las nubes.
Y en estas, Jim Donahoe, un promotor de Tennessee con experiencia organizando carreras en NASCAR, decidió organizar la primera carrera de velocidad de camiones en un circuito. Fue un 17 de junio de 1979, en el Atlanta Motor Speedway, y supuso todo un revulsivo en Norte América, donde la velocidad se había limitado a 88 km/h debido a la escasez de combustible.
El artífice de esta medida fue Richard Nixon, que logró que se aprobara la Ley Nacional de Emergencia para la Conservación de Energía en las Autopistas, y en consecuencia que se rebajaran los límites de velocidad en 29 Estados. Y como cada Estado tiene sus propias normas, se buscaron las mañas para rebajar el tono de la impopular norma y muchos imponían multas ridículas a los infractores.
Todo enmarcado en el movimiento hippie, un inicio de la conciencia ecológica y una sociedad escandalizada porque se fuera a celebrar una carrera de monstruos de 1.000 CV que engullían gasolina como si no hubiera un mañana.
Cuando se anunció, explican desde The Drive, las empresas de neumáticos y los patrocinadores intentaron impedir que se llevara a cabo el evento y las predicciones apuntaban a que sería un "suicidio público" o un "espectáculo sangriento". Pero no fue así. Y de hecho, sería el germen de un nuevo y loco deporte bajo la 'American Truck Racing Association', que pasó a ser 'Great American Truck Racing'.
Este nuevo deporte serviría de inspiración en la película 'Smokey and the Bandit II' ('Dos pícaros con suerte II' en España): protagonizada por Burt Reynolds, la escena inicial representa lo que eran estas carreras: ruidosas, abarrotadas y con aparatosos accidentes acompañados de música country.
Los camiones se construían inclinados para compensar el desplazamiento por el peralte a altas velocidades en un espectáculo por lo menos tan entretenido como otro que le precedió: el 'tractor pulling'. Pero esa es otra (gran) historia.
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Una buena embajadora y dos veces campeona en la Great American 'Truck Racing' fue Shawna Robinson:
Las carreras tenían lugar en el Este del país, en circuitos de tierra y pavimentados donde corrían cabezas tractoras con doble eje motriz, ruedas gemelas y neumáticos de calle. Y aún así se alcanzaban velocidades de 241 km/h en la recta delantera en el Pocono Raceway. El récord en circuito cerrado fue establecido en la clasificación del Texas World Speedway por Charlie Bajer en marzo de 1982: llegó a los 212 km/h.
Así, un evento que escandalizó a toda una sociedad en los 80 acabó convirtiéndose en un deporte que ha perdurado.
Foto | Youtube/Brian Lohnes