El fracaso de Honda en la Fórmula 1 es ya un hecho probado. La marca nipona no ha conseguido triunfar en su vuelta a la F1 a pesar de haber contado en su aventura con un equipo con la trayectoria de McLaren. Pero, ¿qué ha fallado para que un fabricante como Honda haya naufragado de esta forma?
Si bien en algunas ocasiones es complicado determinar en qué momento exacto comenzaron las cosas a ir mal, en este caso no hay duda: fue desde el minuto uno. Honda anunció en el año 2013 que su regreso a la Fórmula 1 tendría lugar al año siguiente, en 2014. Un año más tarde de que Ferrari, Mercedes y Renault pusiesen en pista sus nuevos V6 Turbo híbridos.
Esto significa que antes incluso de comenzar, eran conscientes de que tendrían un año menos de experiencia que el resto de sus rivales. Y como seguro que pudieron ver en aquel complicado 2014 cómo sufrieron el resto de motoristas, la nueva normativa de propulsores no les iba a resultar nada sencilla. Y no contentos con ello, Honda optó desde un inicio por el downsizing, un proyecto revolucionario por el que ninguno del resto de fabricantes había apostado.
Los primeros kilómetros de la nueva unión entre McLaren y Honda en pista fueron, por desgracia para ambas partes, tan solo fueron la primera parte de una agonía que se ha alargado durante tres años. Las primeras roturas de motor durante la pretemporada parecían tan solo maniobras de aprendizaje a las que pronto les podrían solución. Pero, como todos sabemos a estas alturas, no fue así.
Además de los motores de combustión, en la nueva Fórmula 1 la parte eléctrica de las conocidas como "unidades de potencia" tomó un gran peso. Uno de los problemas con los que Honda se encontró fuero en el MGU-K, el sistema de recuperación de energía. A pesar de haber intentado copiar el de Ferrari o Mercedes, los nipones no han conseguido, ni siquiera a día de hoy, hacerlo funcionar correctamente.
En Japón y lejos de Europa
Honda apostó, también desde un primer momento, por mantener la mayor parte de la fabricación de sus propulsores en Japón. Y como el resto de las decisiones tomadas en un principio, esto tuvo también unas importantes consecuencias que aún a día de hoy les lastran.
La lejanía respecto a la fábrica de McLaren en Woking, Reino Unido fue -y sigue siendo- un problema. A pesar de que Honda cuenta, también, con instalaciones en el Reino Unido, se prefirió mantener el peso del desarrollo y construcción de los motores en su país de origen para luego enviarlos a Europa donde había que hacerles hueco en los coches.
Esto supuso un problema en un inicio cuando McLaren se vio obligada a encajar en sus coches los propulsores mucho más tarde de lo que tenían planificado y después, cada vez que había evoluciones. Las piezas tenían que llegar desde Japón y, a pesar de que el trasporte ha mejorado mucho en los últimos años, sigue siendo poco práctico.
Los nipones, además, apostaron por la experiencia de sus trabajadores locales para afrontar el resto sin contratar al personal que hubiese colaborado en alguno de los otros tres proyectos.
Por la boca muere el pez
Uno de los principales problemas con los que Honda se ha encontrado fuera de la pista han sido los aficionados. Desde un primer momento se argumentó que las roturas de motor, la falta de rendimiento, la ausencia de resultados... formaban parte de un proceso de aprendizaje y que pronto terminarían.
De hecho, ¿cuántas veces ha dicho Honda que esa misma temporada llegarían las victorias? Todos los años. Y si no eran ellos, era McLaren o sus pilotos. En especial fue especialmente duros los primeros años en los que Yasuhisa Arai -responsable del proyecto en la F1 del fabricante japonés en ese momento- cada carrera se plantaba delante de los micrófonos para anunciar que pronto llegarían nuevos tiempos.
Su jubilación y la llegada de Yusuke Hasegawa frenó un poco el ritmo de las declaraciones. Más aún, se optó por una estrategia totalmente opuesta: la del silencio. Y casi tan malo como sentirse engañado fue no saber qué esperar.
Los aficionados ya no sabían si podían contar con Honda o si seguirían estando en la parte trasera de la parrilla y sin terminar un gran número de carreras. Fue entonces, cuando a principios de 2017 le entraron a McLaren las ganas de hablar y no precisamente bien. Tras años de silencio los de Woking comenzaron a hablar claro.
Demasiado tarde para un cambio
Para ser sinceros, la normativa tampoco ayudó mucho. La congelación de los motores para ahorrar costes frenó las posibilidades de mejora los dos primeros años. Vista la situación y el dominio absoluto de Mercedes, se optó por abolir la norma y permitir la libre evolución de nuevo.
Fue entonces cuando Honda anunció que cambiaría de concepto tras el fracaso del primero. No obstante, la dirección tomada en este año 2017 y tras comenzar a colaborar con Ilmor, un fabricante independiente de motores con el que McLaren ya tenía negocios antes, Honda ya ha anunciado que tendrán que volver a cambiar completamente de concepto.
Todo esto sin olvidar que aún siguen sin tener una solución para mejorar el sistema eléctrico que tantos fallos les ha dado en los últimos años y en los que trabajan sin descanso.
Cambios, que quizá estén llegando demasiado tarde ya que si McLaren opta por romper el contrato y fichar por Renault y Honda no consigue un nuevo equipo en el que montar sus motores, se tengan que volver a Japón de nuevo con todas sus nuevas ideas. Con Sauber ya no tienen nada que hacer y en Toro Rosso las conversaciones parecen haberse estancado.
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