Hace años, el retrovisor central del vehículo estaba adherido al cristal y, de vez en cuando, nuestra única pelea era volver a pegarlo cuando el sol arrasador del sur hacía que este nos apareciese en el suelo después de una tarde con el coche aparcado en pleno verano.
Hoy en día ese problema ya no lo tenemos porque el espejo retrovisor está encajado en una pieza de plástico. Muchas veces incluso con una rótula que permite regularlo en altura, algo muy cómodo para los conductores más altos ya que, en ocasiones, una ubicación baja les limita la visión en los giros a derecha.
Sin embargo, este nueva instalación del retrovisor es posible gracias a que detrás de esa carcasa de plástico, los fabricantes han instalado multitud de sensores que integran sistemas de seguridad activa y también elementos de confort que nos ayudan a la conducción. ¿Quieres saber cuáles son?
La popularización de los sensores tras el espejo retrovisor en los años 90
Aunque no era una tecnología nueva e incluso algunos grandes coches americanos de los año 70 ya llevaban sensores similares, no fue hasta los años 90 cuando todos estos sistemas se popularizaron entre los automóviles, en un primer lugar llegando a las berlinas y posteriormente al segmento de los compactos.
Los primeros en llegar cumplían funciones como complemento a la conducción, permitiendo que el conductor no se tuviese que preocupar de algunos detalles. Que el vehículo encendiese automáticamente las luces o fuese capaz de conectar los limpiaparabrisas cuando empezase a llover, graduando su velocidad en función de la intensidad parecía brujería. Pero no, era que estábamos a punto de entrar en el siglo XXI.
La ubicación de los sensores no fue escogida al azar y la mejor colocación era detrás del retrovisor. Primero porque está en la zona alta del parabrisas y maximiza la captación de la luz sin perjudicar a la visión desde el interior del vehículo.
Por otro lado, y en el caso del sensor de lluvia, tenía que estar también en un lugar donde los limpiaparabrisas pudiesen barrer el agua delante del sensor, y también esa era la mejor ubicación. Únicamente en el caso de algunos monovolumen de grandes parabrisas se optó por colocarlos en la parte baja, justo al lado del salpicadero.
Más y más sensores tras el espejo retrovisor
El siguiente paso en la integración de sensores tras el espejo retrovisor llegó con varios sistemas de seguridad activa como los controles de crucero adaptativos y frenada automática de emergencia en ciudad.
En un primer lugar, se instalaron sistemas de radar de microondas en el frontal del vehículo, pero poco a poco la tecnología de medición por láser, mucho más precisa y de menores dimensiones, pasó a ser utilizada e instalada en la parte alta del parabrisas.
Los últimos elementos en incorporarse han sido los sistemas de visión artificial formados por lentes simples o dobles que son capaces, literalmente, de leer y ver la carretera. Con ellas se consigue reconocer, por ejemplo, las señales de tráfico o las líneas de la carretera. De igual forma son capaces de ver otros vehículos y sus luces, sirviendo para que los vehículos con asistente de luces de carretera sean capaces de cambiar de luz de cruce a carretera (cortas a largas) automáticamente y sin deslumbrar a otros conductores.
Qué es capaz de hacer nuestro vehículo gracias a estos sensores
Pues lo cierto es que un montón de cosas. Sólo hay que echar un vistazo al Toyota Safety Sense, del que ya os hablamos en su momento, y cómo es capaz de velar por nuestra seguridad en todo momento.
Pensemos en la cantidad de datos que son capaces de recoger todos estos sensores: distancia al vehículo que nos precede, trayectoria de la carretera, límites de velocidad y prohibiciones de adelantamiento, cantidad de luz ambiental, otros vehículos que circulan por la carretera, etc.
Como además el vehículo ya cuenta con su propia información en cuanto a velocidad, régimen de motor, posición del volante, qué está haciendo el conductor con los pedales, marcha engranada, etc; es capaz de gestionar toda la información y mostrarla al conductor mediante avisos e incluso tomar decisiones.
Así imaginemos que circulamos por una autopista de noche. El vehículo ha encendido las luz de cruce y automáticamente ha puesto la de carretera porque circulamos solos. De repente detecta un vehículo por el otro carril y cambia a cruce para volver a poner la luz de carretera.
Tras varios kilómetros a 120 una señal limita la velocidad a 100. La señal es mostrada en el tablero de mandos gracias a que la cámara ha sido capaz de leerla. E incluso podría limitar la velocidad del vehículo si circulamos con el control de crucero activado.
Terminada la zona de prohibición lee la señal de fin de limitación a 100 y nosotros recuperamos nuestra velocidad aunque más adelante un vehículo circula más lento que nosotros. El sensor láser nos avisa que nos estamos aproximando demasiado y podría frenar el coche si no hacemos un cambio de carril.
Un cambio que hemos hecho sin intermitente y, por ello, la cámara que es capaz de leer las líneas de la carretera lo ha captado y nos lo ha hecho saber con un aviso sonoro, intentando evitar que ese cambio de carril lo hayamos realizado tras despistarnos o sufrir un episodio de somnolencia.
Seguro que la próxima vez que cojamos nuestro vehículo, miraremos esta zona con otros ojos más allá de lo que nos muestra el espejo detrás de nosotros.