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Nadie pasa desapercibido a bordo del Toyota AYGO

Muchos hemos soñado con trabajar probando coches 'como en las revistas’. Poder ponerse al volante de los deportivos más emblemáticos y los coches más lujoso, de los compactos más interesantes y de los sedanes más carismáticos. Una vez lo has conseguido, y pasas más tiempo probando 'coches normales’ que esos deportivos de postín con los que fantaseabas, te das cuenta que esos modelos a los que no prestabas atención, en ocasiones pueden llegar a sorprender. Es cierto que hay veces que necesitas varias oportunidades, pero al final acabas reconociendo que, de verdad, aquel modelo que pasaba desapercibido escondía algunas cosas.

Es una situación que nos ha ocurrido con el Toyota AYGO. Es uno de los modelos que más veces han pasado por nuestras manos y en cada prueba, hemos ido descubriendo más y más cosas que no esperábamos encontrar, mientras que otras ya vistas, se han ido confirmado y asentando con más fuerza. Es llamativo ver cómo, un coche pensado y desarrollado claramente para un ámbito urbano, puede llegar cumplir en algunas situaciones. Es evidente, como hemos comentado en alguna ocasión, que se debe tener en cuenta lo que llevamos entre manos, el Toyota AYGO no es un deportivo o un automóvil super potente, no puedes pedirle prestaciones exuberantes ni un paso por curva que te ponga los pelos de punta. Sin embargo, el cómputo final, analizado debidamente, sitúa a este pequeñín en una parcela muy interesante.

Además, el hecho de haber podido probarlo en varias ocasiones, ha permitido que no nos dejemos nada por el camino, que podamos comprobar la respuesta y las capacidades del coche en todas las circunstancias posibles. Hay veces que tras devolver el coche a la marca, tienes la sensación de haberte dejado algo por el camino, de no haber analizado el coche en profundidad. Sobre todo como en nuestro caso, que solemos tener el coche durante un fin de semana. Por eso, aunque pueda resultar repetitivo, probar varias veces el mismo coche entraña sus ventajas. Si sumamos todas los kilómetros que hemos realizado con una unidad del Toyota AYGO, podemos decir que hemos recorrido más de 4.000 kilómetros en total. Más que suficientes para tener una imagen muy completa del conjunto.

Imposible pasar desapercibido

Una de las cosas que más nos ha llamado la atención durante las pruebas con el AYGO, y sobre todo con esta última unidad testada, pintada con un color especialmente llamativo, es lo mucho que la gente gira la cabeza cuando pasas a su lado y la cantidad de gente que te encuentras remoloneando alrededor del coche cuando lo dejas aparcado. Hemos hecho pruebas sobre ello, como dejarlo aparcado en una calle transitada o en el parking de un centro comercial y tanto con la unidad anterior como con esta, hemos podido encontrar a gente que se para a mirar el coche. De hecho, es la primera vez que vemos como mucha gente se para e incluso exclama ‘qué bonito’ al vernos pasar, con tanta claridad. Quizá fuera por el color, pero el caso es que todo el mundo te mira.

También esconde un punto macarra, con ese frontal a lo ‘Deadpool’ e incluso por el sonido del tres cilindros. Las firmas lumínicas de los faros delanteras y los pilotos es algo que nos han comentado por la calle y como situación más llamativa que nos hemos encontrado, es una ‘perturbadora’ obsesión por no dejarnos adelantar. Nos explicamos; por autopista, hemos visto como coches que circulaban a velocidad moderada o normal, aceleraban al ver como se acercaba un Toyota AYGO morado. Pero hablamos de una aceleración contundente, de sacar varios metros de diferencia y mantener esa posición alejada. En carreteras convencionales, el simple hecho de asomar el coche para ver si hay sitio para adelantar, resultaba en un aumento de velocidad del coche que teníamos delante. Es como si nadie quisiera ser adelantado por un coche pequeñito y morado. Todavía no conseguimos explicarnos el motivo de esta forma de actuar.

Como contrapartida, nos hemos visto en la situación alterna, es decir, con aquellos que nos dejaban pasar descaradamente y una vez adelantados se ponían en paralelo para hacer una clara ‘comprobación visual’. Curioso cuanto menos, no cabe duda.

Aprieta sin miedo, que responde

Pero dejando todo esto un poco de lado y como algo curioso, tenemos pasar a un apartado que desde la primera vez que condujimos un AYGO nos ha dado que pensar: el motor. Como todos sabéis, se trata de un tres cilindros de unos 1.000 centímetros cúbicos con 72 CV a 6.000 rpm y un par de 93 Nm a 4.400 rpm. No es, como cabe esperar, un coche que destaque por su velocidad o por una respuesta fulgurante, pero sí que sobresale, y mucho, por lo voluntarioso de su rendimiento, por los consumos que se pueden obtener y por el comportamiento general del bloque. Es una sensación que hemos tenido con todas las unidades probadas y en especial, tras el restyling, con una banda de uso 'más llena’ en todo momento.

Así que para salir de dudas, nos propusimos exigirle al máximo desde el primer momento. Queríamos ver si de verdad el motor ha ganado algo o es una percepción errónea. La primera vez que tuvimos entre nuestras manos un AYGO restyling nos dejó buen sabor de boca, pero fuimos por nuestras habituales rutas de pruebas, había que hacer algo diferente, como irnos el sábado a Sacedón, en Guadalajara y el domingo a Pelahustán, en Toledo. No buscábamos trayectos largos, sino **carreteras que mezclaran todo tipo de trazados y combinar autopista, secundarias y convencionales, así como recorridos por calles estrechas. La variedad de asfalto también resultó una prueba ideal para comprobar suspensiones y ajustes.

La conclusión final es muy, muy satisfactoria. Que se lo pregunten al conductor de un famoso roadster con motor boxer que nos encontramos en la carretera que va desde Pelahustán hasta Escalona. Un tramo de unos nueve kilómetros con un trazado muy retorcido y asfalto en penoso estado, más propio de un cronometrado de rally, donde el AYGO dio el 'do de pecho’. La capacidad del motor para girar a pleno pulmón sea cual sea la marcha, lo ligero del conjunto y una suspensión que contenía la carrocería al mismo tiempo que filtraba con bastante acierto lo mal que estaba el firme, permitió que fuéramos a saco. Fue muy divertido. Tuvimos que estrujar sin miramientos para ir a buen ritmo, pero el coche no presentó ni una sola muestra de estrés; la temperatura siempre fue la correcta, el sonido no cambió en ningún momento y el consumo se mantuvo en límites razonables, mientras que los frenos aguantaron lo indecible.

En carretera abierta, es decir, autopista y similares, el Toyota AYGO rueda ligero y sin titubeos. Es como un paseo donde el límite lo pone quien conduce siempre que se tengan dos dedos de frente. Los asientos, aunque cómodos, no están diseñados para una conducción alegre. En ciudad y a velocidades coherentes, son perfectos. Cuando aumentas el ritmo y dejas la coherencia de lado, sin embargo, adolecen de sujeción lateral. No ofrecen problemas si haces muchos kilómetros, pero no son asientos deportivos.

Consumos lógicos incluso a fondo

Con la anterior unidad que nos dejó Toyota logramos marcar unos consumos bastante bajos en la instrumentación. Fueron 3,8 litros de media, que no están nada mal. No obstante, esta vez nos propusimos lo contrario y buscamos comprobar hasta dónde podemos llegar sin miramientos con el consumo y con el acelerador. Al final, el primer depósito, con 35 litros, se acabó a los 460 kilómetros aproximadamente. Para ser algo más exactos, la reserva saltó cuando habíamos recorrido unos 458 kilómetros y marcando una autonomía de 30 kilómetros en el ordenador de abordo. Es decir, logramos unos 488 kilómetros de alcance, un consumo cercano a los 7 ó 7,1 litros de media. Recordad que fuimos a fondo, sin tener ni una mínima consideración en accionar el acelerador y pasando olímpicamente de las indicaciones sobre momento idóneo para cambiar de marcha.

Si los trayectos hubieran sido sólo por autopista y autovía, los consumos habrían sido fácilmente más contenidos, rondando los 6 litros. Pero en algunas ocasiones, realizamos una conducción muy decidida, apurando marchas, reduciendo en la entrada a las curvas tras una apurada de frenada… vamos, que nos divertimos bastante con un pequeñín que no está, ni mucho menos, pensado para este tipo de uso. Que gastará cosa de 7 litros cada 100 kilómetros con paliza que le dimos es de elogiar. Por otro lado, que gaste combustible cuando se le exige al máximo en todo momento es lo más lógico del mundo pues cuanta más potencia requieres con el pedal, más gasolina necesita para cubrir esa ‘necesidad’.

Con esta unidad del Toyota AYGO, es la quinta que podemos poner a prueba y la segunda del restyling. Gracias a ello hemos podido hacer de todo este modelo y la conclusión es clara: si te gusta su diseño, dale una oportunidad porque te puede sorprender y mucho. La calidad de fabricación es más que correcta, el tacto de los mandos es bastante agradable, su comportamiento permite auténticas burradas y si lo tratas con mimo, no gasta casi nada. Se aparca en cualquier sitio, entra por calles extremadamente estrechas, no hay problemas con los cortes de circulación por contaminación y si te gusta viajar, sólo cuentan con los lógicos límites que impone su tamaño y el motor.

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