¿Conducir un auténtico coche de competición? Pero ¿conducirlo de verdad, sobre el asfalto de un circuito? ¿Y si te decimos que además se trata de un coche oficial con los colores de una de las escuderías más laureadas de la historia del automovilismo? Pues los amigos del equipo TOM’s Racing lo pueden hacer realidad.
Puede que su nombre no te suene mucho, pero cuando veas sus colores lo vas a entender todo. Para que puedas valorar en su justa medida la oportunidad histórica que tenemos en nuestras manos, vamos a explicarlo todo en este artículo.
Ponerse al volante de la historia de la competición
Si nos dicen las palabras “Supra”, “Gran Turismo” y “PlayStation” es muy posible que nos demos cuenta de la magnitud de lo que estamos hablando. El coupé deportivo de Toyota es uno de los mejores vehículos que podemos conducir en la popular saga de videojuegos. Si somos aficionados a este género, seguro que hemos destrozado más de una vez este clásico de las competiciones. Pero lo que no nos dicen es la suerte que corren estos bólidos en la vida real. Historias muy tristes.
Algunos van directos al desguace, un final trágico pero necesario si queremos ser responsables con los residuos que generan. Otros acaban en manos de particulares, que en mayor o menor medida tratan de darle una vida digna sabiendo que nunca lo podrán sacar a carretera. Solo unos pocos, los elegidos, acaban en un museo o lugar de exposición, donde pueden recuperar la admiración que antaño recibieron de los aficionados.
El Supra que nos traen hoy ha corrido una suerte dispar. Tras prestar sus servicios con honores en la categoría Super GT de Japón, quedó abandonado y olvidado en una nave del país. Pero ha podido conservarse lo suficientemente bien para que, tras el chivatazo de un anónimo, TOM’s Racing crea posible su restauración.
Para financiar el proyecto han recurrido al crodwfunding y las siete aportaciones más generosas darán derecho a ponerse el volante del Supra: 28.000 dólares por un track day con todo el apoyo de la escudería.
Una escudería mítica para un Supra campeón
Pero pongámonos en contexto. Como sabemos, Toyota siempre ha apoyado el tuning y el mercado de los accesorios y kits de personalización, especialmente en Japón. TOM’S (Tachi Oiwa Motor Sports) era precisamente uno de estos fabricantes de piezas, fundado en 1974 y reconocido como proveedor autorizado de Toyota en 1975. Poco a poco se fueron involucrando cada vez más como proveedor, fabricante y finalmente como escudería en competiciones de monoplazas y gran turismo, sobre todo en Japón pero también en Europa.
El primer gran éxito de TOM’S vino de la mano de un viejo conocido por todos nosotros. En 1995, un Pedro Martínez de la Rosa que no acababa de encontrar su sitio en el mundo de la Fórmula 1, desembarca en Japón para competir en algunas de las siempre disputadas competiciones niponas.
En 1997 consigue su primer título, pero no solo a bordo de un monoplaza (fue campeón de la Formula Nippon), sino también de un Toyota Supra. El catalán conseguiría alzarse junto con su compañero Michael Krumm con el título del campeonato japonés de Gran Turismos (la JGTC, hoy SuperGT). El mismo Toyota Supra que encabeza este artículo.
Vale, nos dicen nuestros compañeros de Motorpasión que el Supra 500GT que ahora restaura TOM’S no es el que ganó el título en 1997, sino el que le sustituyó en 1998. ¿Y qué más da? De la Rosa ya no estaba al volante (comenzaba su carrera en la Fórmula 1), pero el Supra seguía teniendo el motor 3SG de 19 válvulas y 2.0 litros que también se utilizaba en el Toyota Corolla WRC del Mundial de Rallyes. Pero sobre todo, conservaba la fabulosa estética que ya enamoraba a los aficionados, y unos colores que eran sinónimo de éxito y de victorias.
Los colores de la victoria
Son unos colores muy concretos. Según este manual de identidad corporativa, se trata del Verde Pantone® 348C y el Rojo Pantone® 485C, además del Blanco RAL 9016. Podrían confundirse con los de la bandera de Italia y asociarse, por tanto, a los grandes fabricantes y escuderías de ese país. Nada más lejos de la realidad; estos colores están registrados y patentados, y pueden encontrarse en catálogos de pinturas y vinilos. Su titular es también un viejo conocido: la empresa Castrol.
Hablar de Castrol es hablar de motor. Se trata de una de las marcas más prestigiosas de lubricantes y fluidos para vehículos (automóviles, motocicletas, industriales, etc.). Fue creada hace más de 120 años por el británico Charles Wakefield, cuando buscaba un lubricante que funcionase a la perfección tanto en frío como en altas temperaturas. Lo consiguió añadiendo aceite de ricino, castor oil en inglés, utilizando la contracción castrol para denominar el nuevo producto. Desde entonces, la empresa ha protagonizado hitos muy dispares, desde ser usado en 1919 en el primer vuelo transoceánico de la historia hasta ser proveedora de la NASA para la incursión en 2012 del rover Curiosity en Marte.
Pero Castrol también es sinónimo de competición. La marca ha estado presente como proveedor, patrocinador o escudería en prácticamente todas las competiciones de motor de cierto nivel: desde la Fórmula 1 hasta el Campeonato Mundial de Rally, pasando por el Dakar, la NASCAR o la IndyCar Series. Y por supuesto, la JGTC nipona.
Y no le han faltado novias, pues ha patrocinado a un sinfín de escuderías para fabricantes de todos los continentes. Otra cosa es prestar su nombre y sus colores para la causa.
Toyota y Castrol, historia de los rallyes
Porque si hay una escudería a la que al menos los españoles asociamos los colores de Castrol, esa es la Toyota Castrol Team. Antecesora de la actual Toyota GAZOO Racing (WRt), fue fundada en 1972 por el piloto sueco Ove Andersson y la que iniciaría la tradición de éxitos en el Campeonato Mundial de Rally.
Si bien su nombre oficial era Toyota Team Europe, el nombre y los colores de Castrol estuvieron muy presentes en la etapa más gloriosa del equipo: cuatro títulos de pilotos (1990, 1992, 1993, 1994) y tres de constructores (1993, 1994, 1999).
De entre todos los bólidos campeones, sin duda, el que más nostalgia nos trae es el Toyota Celica GT-Four, que hizo historia en 1990 al convertirse en el primer coche japonés en ganar un título de pilotos. Los protagonistas, como ya habremos adivinado, eran ni más ni menos que Carlos Sainz y Luis Moya. El madrileño y el coruñés revalidarían el título en 1992, tras un también meritorio subcampeonato en 1991. Además, el Celica GT-Four con los colores de Castrol obtendría también el título de constructores en 1993 y 1994, ya con los también campeones Juha Kankkunen y Didier Auriol al volante.
Peores recuerdos nos trae el Toyota Corolla WRC, a pesar de conseguir numerosos podios y alzarse con el título de constructores en 1999. El año anterior tuvo lugar uno de los episodios que más a fuego se ha grabado en el recuerdo de los aficionados al motor. Carlos Sainz y Luis Moya, a 500 metros de terminar la última prueba del mundial y proclamarse campeones del mundo de pilotos, sufren una rotura de motor y se quedan literalmente tirados. El resto ya es historia del automovilismo y del deporte español.
Tras el campeonato del 99, Castrol y Toyota terminarían tomando caminos muy distintos. Toyota abandonó el Mundial de Rallyes para centrarse en la Fórmula 1. Nunca se han vuelto a revalidar los éxitos yendo ambos conjuntamente, pero al menos ahora nos queda la posibilidad de formar parte de aquel capítulo de la historia de la mano de TOM’S y su Supra restaurado.