Dado que un servidor pasa muchas horas a la semana sentado detrás de un volante, decidí un buen día que, por el bien de mi salud mental, no iba a agobiarme mientras conducía, siempre que estuviera en mi mano, claro... Así que empecé a conducir de forma tranquila pero constante.
Casualmente, el otro día, sobre las 7:30 a.m., no pude evitar preguntarme si estábamos camino del trabajo (suponiendo que todo el mundo en la carretera a esa hora iba a trabajar) o en la grabación de una nueva secuela de Death Race. ¿Por qué la gente conduce como si le fuera la vida en ello?
1. Paciencia
El trayecto al trabajo no deja de ser una parte más de la jornada laboral. Tanto es así que los accidentes ocurridos en la ida o vuelta se consideran accidente laboral. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en empezar tan mal la jornada? Si sabemos que saliendo de casa a las 7:30 a.m. vamos a llegar por los pelos a nuestra hora a trabajar, igual habría que levantarse diez minutos antes.
Claro está que hay muchos factores condicionantes a la hora de desplazarse, y no todo es salir un poco antes. Hay veces que, sencillamente, por nuestras obligaciones (llevar a los niños al colegio o compartir coche con compañeros), no podemos salir antes de una cierta hora. En ese caso, relax. Conducir a lo loco no va servir de mucho.
La forma de conducir es una extensión de nuestro estado de ánimo, así que lo mejor es pensar que nuestro vehículo es nuestro pequeño jardín zen portátil y la distancia de seguridad (en todos los ángulos) es nuestro espacio vital.
2. Cuestión de física
Conducir más rápido no garantiza llegar antes a tu destino, sino que en la mayoría de las ocasiones lo único que se consigue es que, para cubrir la misma distancia en el mismo tiempo, el número de maniobras de aceleración y frenada se multiplique tanto en cantidad como en intensidad.
El tiempo que invertimos en recorrer un trayecto está condicionado por la distancia que tenemos que desplazarnos y la velocidad a la que lo hagamos. Pero amigo, no vale absolutamente de nada conseguir una velocidad máxima puntual de 130 km/h si a 100 metros hay una rotonda o si en un atasco vamos pegados al de delante. En ese último caso, es mucho mejor mantener una distancia que nos permita mantener una velocidad constante muy baja, dando tiempo a que los vehículos de delante aceleren y deceleren sin tener que detener nuestra marcha.
Evitar las detenciones al máximo tiene una importancia subestimada. No hay que olvidar que el mayor esfuerzo mecánico se hace al sacar los objetos del reposo, y en un vehículo normalito, que ronde los 1.500 kilos, romper ese reposo de forma continua es un esfuerzo considerable que nos lleva al siguiente punto.
3. La actitud al volante también toca el bolsillo
Algunos conductores pensarán que con ellos no va todo este rollo. Pues vale, igual no, pero lo que sí podemos asegurar es que afecta al bolsillo. Conducir estirando las marchas, abusar de los frenazos y acelerones, o simplemente no prever las situaciones para efectuar las maniobras con antelación, nos llevan irremediablemente a aumentar el consumo, y no sólo de combustible.
La conducción errática o apresurada tiene una repercusión directa en el gasto del vehículo. Si no tenemos cierto tacto con el acelerador, la media de consumo se va a disparar, pero también el gasto en consumibles, como las pastillas de freno, las ruedas o el embrague. En los atascos hay mucha gente que se queda con el pie pegado en el embrague, una práctica nada recomendable.
4. Empatía
Una de las carencias más habituales en la sociedad actual es la falta de empatía. ¿Y eso qué es? Pues algo tan simple como la capacidad para ponernos en el lugar de otras personas. En realidad, es un ejercicio muy útil para saber si las cosas que hacemos en nuestra vida diaria afectan a los demás y, en caso afirmativo, cómo les afectan.
La conducción no deja de ser un hecho social. Cuántas veces habremos oído eso de "no estás sólo en la carretera", ¿verdad? Resulta que el tópico es muy cierto y tenemos que atenernos, además de a las normas de tráfico recogidas en el Reglamento de Circulación, a unas normas no escritas de convivencia sana con el resto de usuarios de la vía.
Volviendo con los ejemplos: en un atasco, una maravillosa vía de servicio solitaria puede ser una forma de quitarnos un tramo de la vía congestionada, pero, dando la vuelta a la situación, lo que pasa en realidad es que el vehículo que sale a la vía de servicio y vuelve a entrar más adelante hace frenar a los que circulan y alimenta de nuevo la retención. Eso no lo ve el que hace la pirula, pero sí los que están parados observando sin poder hacer nada cómo les adelanta un coche y les hace esperar luego otro poco más para empezar a moverse.
¿Está bien hecho? Puede. ¿Nos beneficia al saltarnos un poco del atasco? Sí. Pero, ¿si nos lo hacen a nosotros nos gusta? En absoluto. Es una forma de generar más estrés en la carretera, igual a nosotros no, pero sí al resto de conductores.
5. El efecto multiplicador
Este apartado puede que no tenga validez allí donde no hay grandes núcleos urbanos (suerte que tenéis), pero es vital comprender que nuestras acciones tienen una repercusión en todos los demás, aquello del efecto mariposa.
Conducir de forma estresada, impaciente o agresiva es malo para todos a nivel global. Si un conductor se deja llevar por sus emociones negativas (prisa, estrés, frustración...) y empieza a conducir de forma asocial, pongamos que al final de su trayecto pueda molestar a otros cinco conductores. Se ha saltado un ceda el paso en una rotonda, no ha respetado la distancia de seguridad con el que le precedía, se ha cruzado dos carriles para tomar una salida en la autopista, ha apurado demasiado la luz ámbar fija de un semáforo y ha aparcado demasiado pegado al coche de delante.
De esos otros cinco conductores, hay tres que se dejan llevar por el lado oscuro y les llevan los demonios, así que empiezan a conducir también malamente. Si esos tres, en sus respectivos trayectos, molestan a otros cinc,o ya tenemos 15 afectados, y así sucesivamente. ¿Qué ocurre al final? Que un 90% de los conductores termina más agobiado en el coche que Michael Douglas en "Un día de furia".
6. Fluye como el agua
Bruce Lee también tiene su hueco en las lecciones sobre circulación, por supuesto. Aquella cita que rezaba "be water, my friend" es completamente aplicable al tráfico, hasta el punto de que algunos de los modelos que los estudian y los programas que lo simulan lo tratan como dinámica de fluidos.
La mayor parte de los trayectos los hacemos en modo autómata: todos hacemos el mismo recorrido casi de forma idéntica por lo menos cinco veces a la semana ida y otras tantas de vuelta. Vamos, que nos conocemos hasta dónde está el menor de los baches. Entonces, ¿no sería mejor hacer las cosas ordenadamente si conocemos los puntos conflictivos? Si tenemos un stop a 500 metros, ¿no es inútil seguir acelerando? Lo mismo pasa en las típicas avenidas llenas de rotondas, por ejemplo.
Haciendo las cosas con más tranquilidad, es más sencillo mantener un estado mental centrado y coherente. El coche y tú sois uno, si actúas sobre sus mandos con severidad, al final tu mente se verá afectada, aumentando el nivel de estrés.
7. Conducir mejor no es conducir más rápido
Para terminar, una falsa creencia que estoy convencido de que existe en la práctica. No aparece en ningún libro, pero seguro que todos conocemos conductores que creen de forma equivocada que conducir mejor es conducir más rápido.
La mayor parte de la veces que conduzco voy yo solo, pero, cada vez que alguien se sube a cualquiera de mis vehículos, me viene a la cabeza una frase que mi profesor de autoescuela me dijo antes de examinarme del carnet C+E: "Tú sabes que conduces bien, yo también lo sé, pero el examinador no. Tienes que conducir de tal forma que quien vaya contigo se sienta tan seguro de acompañante como te sientes tú conduciendo."
Conducir bien es conducir con fluidez, respetando al resto de conductores y anticipando las maniobras. Y estoy convencido de que si el día de mañana todos hiciéramos un esfuerzo por conducir de forma más sosegada terminaríamos con vías menos congestionadas, menos accidentes y menos gasto en combustible y recambios.