El coche eléctrico está en boca de todos y se postula como único adalid de la Movilidad Sostenible para nuestras contaminadas ciudades, a pesar de que existen otras muchas formas más coherentes y factibles de caminar hacia la movilidad eléctrica, como los híbridos, y otras fuentes alternativas, como los de pila de combustible de hidrógeno.
Sin embargo, el coche eléctrico lucha contra sus propias limitaciones, y no todos están dispuestos a asumir el mayor cambio en nuestra forma de movernos que se nos plantea en los últimos 100 años.
Unos precios que quitan el hipo
Seamos sinceros: a pesar de que ya podamos ver muchos vehículos eléctricos en el transporte público o en las plataformas de carsharing, muchas personas pueden ver la compra de un coche eléctrico como un capricho innecesario o un gesto de esnobisno ecologista.
Esta percepción está en parte justificada por el alto precio que aún tienen este tipo de vehículos. Incluso con la posibilidad de tener la batería en régimen de alquiler (algo a lo que muchos no están dispuestos), un vehículo eléctrico puede costar más de 14.000 euros que uno de combustión de su mismo segmento.
Es cierto que las ayudas existentes hoy en día pueden ayudar a igualar un poco los precios, pero acceder a planes como el Movalt o el futuro VEA son a día de hoy más complicado que una oposición a notario. También es cierto que, con la calculadora en la mano, y teniendo en cuenta el ahorro en combustible y el gasto en luz, puedas rascar unos euros. Pero se trata de una variable que depende de la conducción de cada uno y que choca de frente con el considerable gasto fijo que supone sí o sí un coche eléctrico.
Una autonomía para la ciudad, y poco más
Es cierto que en cuestión de kilómetros de autonomía entre cada recarga, los fabricantes (con Tesla a la cabeza) están poniendo toda la carne en el asador y logrando cifras muy interesantes.
Pero a pesar de todo ello, aunque estas autonomías puedan bastar para un día a día por la ciudad, aún se pueden quedan cortas para realizar trayectos periurbanos y viajes de media y larga distancia. Por lo que su uso puede quedar reducido al de segundo coche para hijos o para personas que trabajan en el centro y no como coche principal para toda la familia. Y para aquellas familias que sólo puedan permitirse un vehículo, el eléctrico queda totalmente descartado.
La falta de infraestructura de recarga y los tiempos de recarga (como veremos más abajo) agravan la sensación de desamparado que muchos pueden sentir con un coche eléctrico. Términos como range anxiety o electrodependencia están estrechamente relacionados con el vehículo eléctrico, como reflejo del miedo a quedarse sin batería durante el trayecto.
Puntos de recarga más codiciados que el oro
La escasez de puntos de recarga es otra de las barreras que impiden un desarrollo más rápido del coche eléctrico. Y por desgracia es algo que no depende de los fabricantes, sino que buena parte de la responsabilidad es de las instituciones públicas. Y no porque sean ellas las que decidan o no construir los puntos de recarga en los lugares públicos, sino porque la normativa que regula la implantación de nuevos puntos es aún restrictiva y poco flexible.
En España, según el RD 647/2011, la recarga de puntos accesible al público con reventa de electricidad debe ser gestionado por un gestor de cargas, única figura con capacidad legal para la reventa de electricidad a vehículos. Y no son pocas las obligaciones a las que están sujetos, tanto que la propia Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia quiere que se aligeren los requisitos. La CNMC mantiene registrados 54 gestores con 251 puntos de recarga extendidos por todo el territorio español, aunque la plataforma Electromaps tiene registrados más de 2.874 puntos (públicos y privados) y el Marco de Acción Nacional de Energía Alternativas en el Transporte habla de 4.500. Cifras muy dispares y que se concentran principalmente en las grandes ciudades, dejando al resto del país en una situación incierta.
El desconfiado y excéptico ser humano
Pero sin duda la mayor barrera que tiene el coche eléctrico es la propia mente humana. Existe mucho escepticismo y rechazo derivado principalmente por las barreras anteriormente expuestas, pero sobre todo por el reto que la movilidad eléctrica supone: Sencillamente hemos conducido vehículos de la misma forma desde hace más de un siglo, y las limitaciones del coche eléctrico chocan de frente contra nuestros propios hábitos.
Sobre todo, en lo que respecta a su autonomía y forma de recarga. Estamos acostumbrados a circular largas distancias y semanas enteras sin preocuparnos del combustible, y cuando tenemos que repostar, lo hacemos en unos pocos segundos en una de las muchas gasolineras (más de 11.000) que podemos encontrar incluso en localidades alejadas de la mano de dios.
En ese sentido, el concepto de "repostar" un coche eléctrico se asemeja más al de recargar nuestro móvil, que ya de por si genera situaciones de estrés y trastornos como la nomofobia. Y eso que como mucho nos quedamos sin whatsapp, y no tirados en la carretera.
De esta forma, lo ideal sería que todos pudiéramos recargar nuestro vehículo por la noche en nuestra propia casa, pero eso en caso de que todos podamos disponer de una plaza de garaje (algo que, como sabemos, es impensable). Por eso será necesario aún depender de terceras partes, como ocurre con las gasolineras, pero teniendo en cuenta que en el mejorcísimo de los casos tardaremos media hora en recargar nuestro vehículo. A la hora de salir a carretera, las futuras electrolineras deberán llevar su concepto más allá que las que tienen las gasolineras actualmente, pudiendo ofrecer servicios y entretenimiento para ocupar esos prolongados tiempos de espera.
Por último, hay que tener en cuenta que muchos de los recelos que existen con respecto a la forma de conducir un coche eléctrico se disipan precisamente al conducir uno las primeras veces. Sin embargo, mucha gente aún no ha tenido contacto con un coche eléctrico, y no se plantearán su compra hasta no estar seguros de que tendrán una conducción satisfactoria. De ahí que fenómenos como el carsharing se postulen como aliados de la Movilidad eléctrica, en tanto que pueden suponer la primera experiencia para muchas personas.
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