La Península Ibérica está separada del resto de Europa por un relativamente estrecho nexo de tierra que nos une, pero justo allí se levanta una de las piezas geológicas más fascinantes: los Pirineos.
Sin salirnos de la frontera de la piel de toro la cordillera pirenaica es uno de los espectáculos naturales más magníficos que nos podemos echar a la cara en un radio de acción relativamente próximo.
Si nos ceñimos estrictamente a su longitud teórica nos quedamos en 415 kilómetros desde su nacimiento en Cabo de Creus junto al Mar Mediterráneo hasta que pierde su nombre en Pamplona en beneficio de la Cordillera Cantábrica (aunque sigue siendo la misma formación geológica). Pero si vamos con un poco de tiempo que perder y muchas ganas de disfrutar de la naturaleza es fácil superar los 1.000 kilómetros recorridos con la ruta que hoy os proponemos.
Con una zona central que abarca hasta unos 150 kilómetros de anchura, las laderas de los Pirineos discurren tanto hacia tierras españolas hacia el sur como hacia los parajes franceses hacia el norte. Pero como no hay tiempo para todo, hoy nos vamos a centrar en el lado que nos toca más de cerca y comenzando de oeste a este, a paso cambiado del sol.
Roncesvalles. Una cápsula de historia medieval
Para comenzar vamos a hacer el Camino de Santiago. O bueno, al menos tomaremos su origen para comenzar a andar en la dirección opuesta. Desde allí podremos disfrutar hacia los cuatro puntos cardinales si tenemos tiempo, pero como punto de origen en nuestro viaje Roncesvalles es una buena forma de zambullirse en la historia.
La localidad Navarra, que a todos os sonará por la famosa Batalla de Roncesvalles, fue escenario de una emboscada tendida por los lugareños a Carlomagno en el siglo VIII, después de que este destruyera Pamplona tras haber sido humillado en Zaragoza al mando del ejército más poderoso de la época.
Pero el encanto de este punto de interés no queda en simples anécdotas históricas, ya que pese a tener una población que no alcanza ni la media centena es un lugar con un peso histórico abrumador. Era el punto de paso clave hacia o desde la Península Ibérica para godos, celtas, íberos y bárbaros.
Testigo de todos los devenires es su arquitectura gótica entre los que nos podemos encontrar con la Real Colegiata de Santa María (cuyas cadenas dieron pie a la bandera de Navarra), la Iglesia de Santiago, la Capilla de Sancti Spiritus o el Hospital de los Peregrinos.
Un punto que no podemos dejar escapar allí antes de irnos es su museo, con objetos de valor incalculable encontrados en los monumentos y guardados celosamente. Algunos tan curiosos como el ajedrez Carlomagno o la esmeralda de Miramamolín con la que Sancho VII el Fuerte venció en la Batalla de las Navas de Tolosa.
Parque Nacional de Ordesa y el Monte Perdido
Tomando como punto de partida Roncesvalles y bajando por la N-135 hasta Lumbier, tomaremos la N-240 dirección este cruzando pueblos tan pintorescos como Monasterio de Leire, Puente de la Reina de Jaca o Sabiñánigo hasta toparnos en medio de una joya natural: el Parque Nacional de Ordesa y el Monte Perdido.
Ante nosotros, otro lugar donde nuestros sentidos se colapsarán bajo una impactante belleza natural. Este Parque Natural desprende espectacularidad en cualquier época del año. Los colores vibrantes en otoño y primavera se tiñen de blanco en invierno bajo la nieve y el hielo que se convierten en corrientes de agua en verano.
Una y otra vez las rocas erosionadas durante milenios por el agua dibujan fotografías perfectas tras las ramas de hayas y abetos en el fondo de los cañones. Si tenemos suerte y dedicamos algún tiempo incluso podremos divisar los imponentes treparriscos y quebrantahuesos o algún urogallo. Además, una población de aproximadamente 1.500 rebecos puebla las montañas haciendo malabarismos imposibles sobre las piedras y las nutrias juguetean en el agua mientras los jabalíes esperan a que se haga de noche para escarbar el suelo.
Valle de Arán
Desde aquí casi no tenemos que coger el coche para llegar a los siguientes destinos. Algunos de los lugares más idílicos de la Península Ibérica se condensan en muy poco espacio. Bajamos hacia el sur de nuevo, hasta la localidad de Aínsa, una población erigida sobre la punta de flecha que forma la unión de los ríos Ara y Cinca que bajan desde lo alto de las montañas.
Desde allí sólo hacen falta un par de horas por la N-260 para plantarnos por arte de magia en pleno Valle de Arán. Un lugar con parajes más propios de postales enviadas desde un lejano país nórdico que de aquí.
Esta comarca leridana no tiene más de 10.000 habitantes en total por lo que es relativamente fácil perderte entre parajes de ensueño. Valles que discurren entre montañas, contraponiendo el gris de la roca con el verde de la frondosidad de los prados y los bosques de montaña.
Si aún no nos cansamos de naturaleza podemos subir hacia el norte hasta volvernos a zambullir en el Parque Natural Aralar, una meseta caliza repleta de colores verdes, simas, cuevas y ríos subterráneos pero quedándonos en la superficie podemos seguir hipnotizados por la belleza rural de los prados, el ganado, los dólmenes y el queso de Idiazabal.
Aneto. Montaña pura
Volvemos a meternos en el coche, pero para retroceder y visitar una majestuosidad que al pasar hemos dejado a la izquierda: el Pico Aneto. En una ruta por Pirineos no podíamos obviar el pico más alto de toda la cordillera con 3.404 metros de altura y que se sitúa en pleno Parque Natural Posets-Maladeta.
En la cara norte de esta montaña granítica nos encontramos el mayor glaciar de Pirineos con 100 hectáreas de superficie. Por desgracia, al igual que con muchos otros gigantes de hielo, el cambio climático está haciendo que su majestuosidad se haya visto reducida a la mitad durante los últimos 100 años.
Pese a ser un pico bien conocido, no hay que pasarse de aventurero. La ascensión hasta lo alto de la montaña ya se considera alpinismo, dejando atrás a excursionistas y senderistas. Para afrontarlo con seguridad es necesario tirar de material más allá de la ropa de montaña, requiriendo arneses, cuerda, crampones y piolets.
Como recordatorio de su dureza hay que recordar que por desgracia entre las numerosas personas que acometen su ascensión hay que lamentar alguna muerte. Eso sí, las vistas desde lo alto son espectaculares.
Cap de Creus. La inmersión de los Pirineos
La etapa final casi convendría repartirla en dos días, ya que desde que bajamos del Pico Aneto hasta Cap de Creus, donde los Pirineos se encuentran con el Mar Mediterráneo hay más de 500 kilómetros de carretera de montaña, todos por la N-260.
Este recorrido destaca por transcurrir paralelo a la cordillera y a la frontera con Francia, y más o menos hacia la mitad tocaremos con la punta de los dedos Andorra. Pero en vez de pararnos a comprar tabaco continuaremos hasta otra zona que es un verdadero espectáculo: el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garotxa.
Con las cumbre nevadas al fondo y tras incontables ondulaciones, la Garotxa combina dos paisajes radicalmente distintos. Primero, una zona aparentemente tranquila casi llana y con formas suaves realmente peculiar, donde nos podemos encontrar más de 40 volcanes inactivos y coladas de lava. Y en segundo lugar, otro paisaje repleto de rupturas, acantilados, quebrados y desfiladeros que se abren paso hasta la Alta Garotxa, área declarada Espacio de Interés Natural.
Tras un merecido respiro entre tanto impacto visual continuamos por la N-260 durante los últimos kilómetros hasta que empezamos a ver cómo se dibuja en el horizonte una masa de agua salada llamada Mediterráneo. Llegamos al final de nuestro viaje en Cap de Creus Parque Natural de Cap de Creus, y los Pirineos continúan, esta vez bajo el agua.
Pero nuestro viaje concluye en un lugar donde podríamos pasar otros muchos días entre su diversidad geológica tallada por el oleaje y hogar de restos prehistóricos con numerosos dólmenes, paisajes semidesérticos arenosos y arquitectura medieval como el Monasterio de San Pedro de la Roda (Puerto de la Selva).
Así es difícil irse a casa. Nosotros hemos llegado hasta aquí, ahora os toca a vosotros continuar el camino.
Fotos | Pirineo, Wikipedia, Ordesa, Turisme Garotxa, Catalunya