No corras, no bebas, no uses el móvil… Todos tenemos muy claro las infracciones al volante que se convierten casi automáticamente en accidente de tráfico. Y, sin embargo, no paramos de ver noticias con siniestros causados por este tipo de comportamientos. ¿Qué podemos esperar de nosotros mismos si hablamos de pequeñas infracciones aparentemente inofensivas?
Seamos sinceros. Con intención o sin ella, los conductores cometemos decenas de errores al volante cada semana. Y que lo hagamos frecuentemente y no nos pase nada no quiere decir que no debamos tener precaución con ello. Vamos a repasar a continuación los más frecuentes.
Distraernos por comer o beber
Ya sabemos el peligro que entrañan las distracciones al volante. No en vano, según la DGT, están presentes en un 40 % de los accidentes de tráfico ocurridos en España. Contestar mensajes al móvil, atender a los niños e incluso fumar (por favor, nunca con menores dentro) son algunas de las que se nos vienen a la cabeza. Pero lo que quizás no sabíamos es que acciones tan aparentemente inocentes como llevarse una galleta a la boca o echar un trago a una botella pueden ser incluso más peligrosas.
Así lo reveló el estudio 'Dos manos mejor que una' de la Universidad de Leeds sobre factores que influyen en el tiempo de reacción al volante frente a una eventualidad. Según sus resultados, consumir alimentos mientras se conduce puede aumentar el tiempo de reacción en un 44 %, mientras que enviar mensajes de texto lo hace en un 37 % y haber consumido algo de alcohol (hasta 0,08 mg/l) en un 12,5 %.
Beber de una botella o lata puede parecer más inofensivo, pues “solo” incrementa el tiempo de reacción en un 22 %. No obstante, el estudio sí puso de relieve que, cuando se “echa el trago”, las correcciones al volante para mantenernos dentro del carril aumentan un 18 %. Parece ser que apuntar la botella en la boca e inclinar el recipiente lo justo para beber nos despista de la carretera más de lo necesario. Por tanto, ya sabes: nuestros acompañantes y niños pueden darse un festín, pero si tú necesitas comer o hidratarte, mejor haz una parada.
Chocar por acelerar ante un semáforo en ámbar
Todos sabemos que debemos parar ante un semáforo en rojo. Somos muy conscientes de que, si nos saltamos uno, no solo podemos ser multados, también tenemos muchas posibilidades de colisionar con otros vehículos en el cruce. Pero, si el semáforo está en ámbar, parece que no existe tanto riesgo. Tanto es así que a menudo aceleramos para pasarlo antes de que cambie de color.
Si lo conseguimos, cantamos victoria y seguimos circulando hacia el siguiente ámbar. Si no lo logramos y el semáforo se nos pone en rojo en el último momento, siempre contamos con que los vehículos del cruce tardarán en arrancar. Aun así, lo cierto es que, incluso en el mejor de los casos, nos podemos encontrar con conductores igual de apresurados que nosotros. Los hemos visto otras veces: desde el que acelera como si estuviese en la salida de una carrera hasta el que arranca cuando ve que el semáforo de peatones se pone en rojo.
En consecuencia, los vehículos que apuran el ámbar y los que se anticipan al verde terminan por colisionar. Es algo que no ocurre en pocas ocasiones: un estudio de Road Pace anotaba que, en cinco años, 705 personas fallecieron en Reino Unido en situaciones similares.
Accidente por no estar familiarizado con el coche
Cuando nos montamos en un coche que no es el nuestro habitual, nuestros sentidos se centran en las sensaciones, la comodidad del asiento, el tacto del volante… Especialmente si se trata de estrenar coche nuevo y estamos aún fascinados por la ilusión de la compra. Si además somos conductores noveles, las nuevas sensaciones pueden ser realmente abrumadoras.
En cualquiera de estos casos, tardar en familiarizarnos con las nuevas prestaciones y características del vehículo puede resultar un problema. Tal vez se materialice en un error de percepción de las dimensiones del vehículo, un mal cálculo de su capacidad de aceleración o frenada, el desconocimiento de la ubicación de determinados controles... Cualquiera de estas cuestiones puede trocarse en accidente.
Así lo avala el informe anteriormente citado, que afirmaba que 611 personas fallecieron en el Reino Unido en el mismo periodo por no estar familiarizadas con el modelo concreto del vehículo que conducían. La solución en estos casos es sencilla: tómate tu tiempo para conocer el nuevo coche, a ser posible sin niños distrayéndote ni acompañantes demasiado pesados.
Tener un accidente por habernos enfadado
Se trata de un tema no carente de importancia que ya hemos tratado en Espacio Toyota. Parece claro que dejarnos llevar por la ira mientras estamos al volante nos puede salir muy caro. Y no nos referimos a llevarnos un sopapo de nuestra pareja o del señor al que estamos increpando como un energúmeno.
Tal como recoge el estudio Zen Driving de Prevensis, las emociones mal gestionadas pueden ser una importante fuente de distracción. Al fin y al cabo, la irritación, el enojo o la crispación desvían hacia agentes externos gran parte de la atención que deberíamos mantener en la conducción. Por no hablar de que, en estos casos, solemos soltar las manos del volante o realizar gestos que pueden llevarnos a cometer errores en el pilotaje del vehículo.
Según esta fuente, mantener una conversación "acalorada" con el acompañante o los niños reduce nuestra capacidad de atención en un 26 % (¡lo mismo que dando positivo en alcohol!). Si te parece poco, enzarzarse en una disputa con otro conductor reduce la atención hasta un 37 %; algo que aumenta hasta un 41 % si la discusión es a través del teléfono.
Accidente por conducir en dirección contraria
Que las carreteras convencionales acaparen el 80 % de los accidentes de tráfico tiene un motivo recurrente: vehículos invadiendo el carril contrario. Puede deberse a un adelantamiento temerario, a una curva demasiado pronunciada o simplemente a un desvío puntual de nuestro trazado. Pero, ojo, también sucede algo similar en vías urbanas y de alta capacidad.
Pensarás que hay que estar bajo los efectos del alcohol para cometer semejante equivocación y, en efecto, esta es una de las causas más habituales por las que se circula en el sentido indebido. Pero también puede producirse por una equivocación nuestra en un giro incorrecto, mala señalización o falta de visibilidad en la vía (especialmente cuando está en obras) o por un error del GPS al guiarnos por un tramo recientemente modificado. En Google, podemos encontrar casos para todos los gustos.
Eso sí, ninguno de ellos nos exime de la infracción, castigada con 500 euros y 6 puntos del carnet. Y si nos ocurre en autovía o autopista, no metamos más la pata tratando de dar la vuelta. La norma dicta que debemos parar inmediatamente a la derecha y avisar a las autoridades para que nos ayuden a dar la vuelta.
Chocar por haber confundido los pedales
Otro error que parecería imposible que pudiéramos cometer, pero que, como también vimos en Espacio Toyota, es más frecuente de lo que podría parecer. En este sentido, la NHTSA norteamericana reporta más de 10.000 accidentes al año en Estados Unidos por confundir el pedal de acelerador con el de freno, y viceversa.
Vale, pensarás que este es un problema de un país habituado a las marchas automáticas y donde coger de repente un vehículo con transmisión manual puede ser un auténtico drama. Pero ¡sorpresa!, las marchas automáticas son cada vez más frecuentes en nuestro país, con la mayor popularidad de los vehículos híbridos y eléctricos.
Además, según el mismo análisis, se trata de un fenómeno que no es exclusivo de los conductores de vehículos automáticos. Los menores de 21 años, por falta de experiencia, y los mayores de 65, por pérdida de agilidad, son también más propensos a tener este tipo de percances.
Causar un siniestro por no usar los intermitentes
Según la legislación vial, los conductores estamos obligados a señalizar con el intermitente los adelantamientos, cambios de dirección y de carril, abandono de rotondas, estacionamientos… En cambio, cada día nos encontramos con gente que prescinde de ello por pereza, desconsideración o quién sabe por qué.
Una investigación de la Society of Automotive Engineers aclara que los conductores no usamos el intermitente para cambiar de carril el 48 % de las veces ni para señalizar un giro en el 25 % de las ocasiones. Tampoco lo usamos de forma correcta en el 10 % de las maniobras, equivocando la izquierda con la derecha o dejándolo demasiado tiempo puesto.
La conclusión es que los conductores utilizamos mal el intermitente o no lo usamos unas 750 mil millones de veces cada año en todo el mundo. Como consecuencia de ello, se producen anualmente 2 millones de accidentes causados por nuestra torpeza y tozudez en no señalizar debidamente nuestras maniobras.
Quien más quien menos se puede haber visto reflejado en alguno de estos siete escenarios que hemos presentado, puesto que son distracciones cotidianas que pueden tener un desenlace fatal. Al volante, precaución extrema.
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