La Fórmula 1 ha hecho que ciertas curvas sean mundialmente conocidas. La más famosa de todas, junto a la mítica Eau Rouge del circuito de Spá, es la curva de Loews, situada en el trazado urbano de Mónaco, en Monte Carlo, justo a los pies del Hotel Fairmont.
Siempre que no haya carrera o un evento, esta histórica horquilla está abierta al público, por lo que cualquiera puede recorrerla, tanto andando como en un vehículo. El problema es que algunos se vienen arriba y la experiencia puede acabar muy mal, como comprobó el conductor de un Citroën AMI.
No está hecho para conducir así
Es inevitable. Todos los años, cuando llega el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1, se palpa la tensión cada vez que los monoplazas pasan por la curva de Loews, también conocida como curva Fairmont Hairpin por el hotel que está situado justo ahí.
Es una de las curvas más famosas del mundo. Es cerrada, los pilotos pasan por allí más lentos de lo habitual y, por lo tanto, es un punto conflictivo en el que suelen tener lugar muchos toques y accidentes, sobre todo en la primera vuelta de carrera o cuando se relanza la competición después de un Safety Car.
De la misma forma que el resto del circuito de Mónaco, se puede recorrer a pie a diario, por lo que siempre está repleta de turistas y curiosos. También se puede recorrer en coche, moto, bici, patinete o en un cuadriciclo ligero, como el Citroën AMI.
Y eso es lo que hizo un conductor hace unos días. Obviamente, no tuvo en cuenta las limitaciones del cuadriciclo francés ni debió pensar en las consecuencias que puede tener sobrepasarlas en una zona abierta al tráfico y repleta de turistas y peatones.
Lo peor de todo es que este conductor hizo una pasada de reconocimiento cuesta arriba y las ruedas ya le mandaron un aviso de que pasar a ese ritmo por ahí no era buena idea. Al menos con un AMI. Si bien es verdad que, como mucho, podría ir a 45 km/h, que es la velocidad a la que está limitado este modelo.
La siguiente pasada la hizo en el otro sentido, es decir, cuesta abajo. Esta vez los neumáticos también se quejan, pero durante poco tiempo porque el AMI acaba volcando y chocando contra los pivotes que separan la acera de la calzada, para fortuna de los peatones que pasaban por allí en ese momento.
Como no podía ser de otra manera, con tantos turistas hubo varias personas que grabaron el momento del accidente con sus teléfonos móviles. Por otra parte, viendo la primera pasada del AMI, estaba cantado que podía ocurrir algo así.
Las leyes de la física no perdonan nadie y menos a un cuadriciclo con un chasis tubular metálico y una carrocería de fibra que mide apenas 2,41 metros de largo, 1,39 metros de ancho y 1,52 metros de alto. Y, sobre todo, que no está hecho para correr, sencillamente es un objeto de movilidad.
Tampoco es que el AMI tenga nada que invite a correr, de hecho, es más bien lo contrario porque de lo último que dan ganas sus asientos de plástico y los listones de su estructura metálica situados a pocos centímetros de la cabeza es de imitar a un Fórmula 1. Y, desde luego, sus 8,2 CV de músculo eléctrico no ayudan. Pero hay gente para todo.