Los sistemas anticolisión, basados en radares, y que frenan por si solos el coche en una situación de emergencia -especialmente en ciudad- son uno de los elementos de seguridad activa que más interés despiertan en el automovilista actualmente. Estos radares anticolisión activos forman parte de los sistemas ADAS (Advanced Driver Assistance Systems) que no son más que la antesala de la conducción autónoma. Hace tan sólo 20 años, estos sistemas parecían ciencia ficción. Y sin embargo, el Cadillac Cyclone de 1959 ya equipaba un radar anticolisión.
El Cadillac Cyclone es uno de esos concept cars inspirados en al aviación y que tanta gente atraían a los Motorama de General Motors (exposiciones itinerantes de concept cars y novedades de General Motors). El Cyclone debutó en 1959, en preludio a las 24 horas de Daytona y es obra del genial Harley Earl (“inventó” los concept cars con el famoso Buick Y-Job de 1939).
En los años 50, los avances de la aviación y la conquista del espacio estimulan la imaginación del público estadounidense y en especial de los diseñadores de automóviles. Es una época en la que los coches quieren ser jets de caza y naves espaciales. Y aunque en los concept cars, esas líneas sean exageradas, llegaron a la serie con los Cadillac y otros Buick de colas y alerones interminables.
No es un avión, es un cabrio de 325 CV equipado con radares
El Cadillac Cyclone es uno de los ejemplos más claros de esa época. El habitáculo es un cockpit con una cúpula inspirada en la de un caza a reacción. Ésta se esconde -manualmente- en el maletero para convertirlo en cabrio y cuando estaba en posición se apreciaba en la parte superior la pintura plateada (para que los ocupantes no fueran asados por los rayos de sol).
Las puertas se deslizan hacia atrás, mientras que todo el diseño del coche parece estar unido y definido por los laterales que no son más que una representación de dos motores a reacción con sus correspondientes alerones verticales.
Sin embargo, no tenía nada de un avión a reacción, aunque potencia no le faltaba. Lo que movía el Cyclone era un V8 de 390 ci (6,4 litros de cilindrada) y 325 CV. Disponía de suspensiones independientes a las cuatro ruedas y una transmisión transaxle. Vamos, que bajo su aeronáutica carrocería se escondía un automóvil bastante avanzado para la época. Aunque sí equipaba un elemento propio de la aviación.
Los dos conos negros que parecen ser el morro de una avión de caza, escondían efectivamente cada uno un radar. Éstos no detectaban aviones soviéticos sino posibles obstáculos en la carretera y avisaban al conductor de su presencia en un testigo en el salpicadero. El sistema le indica al conductor la distancia de frenada necesaria en función de la velocidad y si va a chocar o no. Eso sí, el sistema no frenaba por si solo, el conductor debía reaccionar y frenar.
Obviamente, es algo que nunca llegó a los Cadillac de serie ni a ningún coche, pero no deja de ser curioso que 60 años atrás, los creadores de los automóviles ya estuviesen pensando en la manera de hacer la conducción más fácil y segura para los automovilistas.