Desde hace un par de semanas quería contar un par de vivencias personales sobre aparcamientos, y he aprovechado un video que nos han enviado para ilustrarlas.
En él podemos ver la historia que ya conocemos: alguien que, por decirlo de alguna manera suave, no tuvo que aparcar en el examen de conducir. Y a continuación, mis cuentos particulares:
La historia del Audi Q7 que se quería comer mi coche
Antes de comenzar la historia, os contaré otra que no creo que sea real, me la contaron a modo de leyenda urbana. Resulta que una chica compró una serpiente como mascota, y estaba tan unida a ella que dormía en su cama, siempre enroscada sobre sí misma. Pasaron los meses y la historia se repetía, hasta que una mañana se despertó y la serpiente estaba estirada a lo largo de la cama. Dicen que la estaba midiendo, a ver si podría comérsela de una sola vez.
A lo que vamos. Resulta que me encontré un sitio para aparcar, concretamente tres. El primero estaba reservado a minusválidos, y detrás había espacio para dos coches. Aparqué detrás del de minusválidos, intentando no pisar la línea amarilla que lo delimitaba. Apagué el motor, me bajé del coche, y ví que detrás había sitio de sobra para otro coche, sin embargo aún me quedaba un trozo hasta la línea amarilla, así que dedicí darle un poco más hacia delante. Me volví a bajar orgulloso de mi aparcamiento, y pensé “aquí detrás entra de sobra cualquier coche, por muy mal que aparque, incluso a prueba de esas gentes que ponemos en Motorpasión”.
Cierro el coche, me estoy marchando y de repente veo llegar un Audi Q7 que se acerca despacio situándose justo en paralelo al sitio de detrás de mi coche. ¡Lo estaba midiendo para comérselo, como la serpiente! Fue lo primero que se me vino a la cabeza. Al ver ese monstruo al lado de mi coche, no pude irme y me quede a ver el aparcamiento. Eso sí, a una distancia prudencial, a nadie le gusta que lo observen mientras aparca. El caso es que mi afirmación de “aquí cabe cualquier coche” demostró ser falsa, y debía ser refinada con la postilla “menos un Q7”.
Su conductor intentó con varias maniobras encajar su Q7 en el hueco, pero era imposible, o al menos bastante difícil. En dos ocasiones “tocó” levemente el coche de atrás, pero no el mío. Dos minutos después, desistió y lo dejó atravesado en el sitio y se fue al bar de enfrente. Después de los momentos de angustia, decidí seguir mi camino y olvidarme de la historia, confiando en que a la vuelta siguiera teniendo mi coche en el mismo sitio y con el mismo aspecto exterior, no conviene obsesionarse.
La historia de la persona que no sabía aparcar sin golpear el coche de atrás
En una calle estrecha, veo salir un coche de la acera delante de mí para dirigierse hacia el último sitio libre de la calle. Sin ver a su conductor, la forma de maniobrar me hace intuir que voy a pasar allí un buen rato. Decido detenerme más de 10 metros por detrás del sitio dónde intentaba aparcar, porque la experiencia me dice que con conductores torpes, cuanto menos interfieras y más lejos estés, antes vas a acabar.
La mujer (no lo cuento por ser mujer, pero de alguna forma me quiero referir a ella) empieza a meter el coche bastante cruzado, acercándose peligrosamente al coche de atrás. En esos momentos pongo la misma cara de angustia y dolor que ponéis vosotros con mis posts de los domingos. Decido no pegarle una pitada por no juzgarla antes de tiempo. Dos segundos después, le pega un golpe (no pequeño) al coche de atrás.
En ese momento mi indignación hace que adelante mi coche los 10 metros hasta situarme de forma paralela al coche golpeado, haciendo de juez de línea. En su siguiente intento de aparcamiento, se vuelve a acercar de la misma forma, y cuando está a una distancia prudencial, le pito para que sepa que se estaba acercando demasiado. Teniendo el coche parado después de mi pitido, decide todavía darle más para atrás, repitiendo el golpe.
Tengo el hueco suficiente para pasar, así que decido irme de allí visto que no podría hacer nada por el coche de atrás pero sí estaba acortando mi esperanza de vida del cabreo. Al pasar por su lado, la miro no con muy buenos ojos, y ella se ríe y me hace un gesto como diciendo “es que no sé aparcar de otra forma que no sea dándole golpes al coche de atrás”.
Me pregunto si la individua sabrá lo que cuesta reparar un arañazo, por pequeño que sea, en un concesionario. En el mío 100€, si son varios, 150€. Me pregunto qué pensaría ella si paso por su lado, cojo su móvil o sus gafas de sol, las tiro al suelo, las piso, le pongo cara de “vaya, no sabía que eso le molestaba a la gente” y sigo mi camino.
Dedicatoria
Mi irónica dedicatoria va hacia la conductora coruñesa del Citroën C2 VTR negro (la matrícula me la ahorro, aunque la tengo) que “estrenó” mi coche con el suyo cuando tenía menos de dos semanas. La herida en mi defensa sigue abierta, y le he echado sal y vinagre para que la cicatriz no se borre y poder recordar cada día cómo aparca la gente. Un año después sigo esperando la llamada de tu seguro, tal como me dijiste.
Gracias a IR Team por el video.
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