En Shelby Super Cars están henchidos de orgullo. Por fin han puesto en escena al brutalísimo SSC Tuatara, un supercoche genuinamente americano destinado a meterse en la guerra por la velocidad máxima contra coches como el Bugatti Chiron o Koenigsegg Jesko con la barrera de los 500 km/h en el punto de mira.
Ya hemos escuchado rugir al Tuatara, y también le hemos visto cómo se prepara al activar el modo Track, y ahora la pequeña compañía norteamericana nos enseña la exagerada capacidad de aceleración de su nueva bestia.
Cifras impropias para un coche de propulsión
La primera unidad de producción del SSC Tuatara (propiedad de Jerod Shelby, mandamás de SSC) no para de dejarnos boquiabiertos. Y no es para menos, porque ver cómo sus 1.775 CV estiran las piernas es asombroso. El grotesco motor 5.9 V8 biturbo proyecta al deportivo hacia delante con una facilidad extrema.
Toda la potencia se transmite a las ruedas traseras a través de una caja de cambios secuencial de siete relaciones que puede cambiar de marcha en sólo 100 milisegundos. Esto, junto con un excelente coeficiente aerodinámico de 0,279 gracias a una carrocería esculpida en túnel de viento permiten a SSC anunciar una velocidad máxima por encima de las 300 mph (483 km).
Es más, el lema escogido por la marca anuncia que "la vida comienza a 300", en referencia a esa velocidad máxima, pero lo que hoy nos enseñan estos americanos es que la recuperación del SSC Tuatara es estratosférica.
En la secuencia el SSC Tuatara demuestra de lo que es capaz cuando se pisa su acelerados en segunda, tercera y cuarta marcha. Un empuje desbordante que lleva al coche hasta por encima de las 140 mph (225 km/h) en apenas unos pocos segundos. Pero lo mejor es que es capaz de mucho más, pues los cambios de marcha del vídeo son bastante conservadores.
Según contó el propio Shelby en una entrevista a Top Gear, ni siquiera estaban buscando cifras de aceleración, simplemente conducir el coche para recabar datos y comprobar el funcionamiento del limitador de revoluciones a 8.500 rpm.
Todos los días envían estos datos a los responsables del desarrollo del motor y, tras revisarlos, una noche el motorista llamó a Shelby mientras cenaba para preguntarle si era consciente de que estaban consiguiendo recuperaciones de 60 mph (96 km/h) a 120 mph (193 km/h) en sólo 2,5 segundos.
Una cifra que consiguieron repetir en más de una ocasión y que el preparador tuvo que comprobar varias veces pues le costaba creer posible para un coche de propulsión. Sencillamente asombroso.
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