El riesgo de incendio de las baterías de los coches eléctricos sigue siendo un importante factor de seguridad en la esfera automotriz. Que se lo digan a General Motors (y a LG Chem), que ha tenido que llamar a revisión a absolutamente todos los Chevy Bolt.
Lo cierto es que los paquetes de baterías cada vez son más seguros, pero para lograrlo, los ingenieros de pioneros como Tesla han andado un camino muy largo: desde enterrar paquetes de baterías en una casa rural a modo de experimento casero hasta calentarlos en un parking para ver... cómo saltaban por los aires.
"Por favor, no usen nuestras baterías para sus coches"
Desde Engadget se han hecho eco del nuevo libro del periodista Tim Higgins, titulado 'Power Play: Tesla, Elon Musk y la apuesta del siglo', donde relata los comienzos del fabricante californiano.
Higgins relata cómo justo cuando Tesla estaba demostrando que podía fabricar su propio paquete de baterías de iones de litio, recibió una carta inesperada de LG Chem: las baterías que se estaban usando para ordenadores y otros dispositivos y que no eran manejadas correctamente estaban empezando a incendiarse.
Y LG, que había vendido gran cantidad de su producto a Tesla, no quería asociarse a un experimento tan loco como el de equipar un coche con ellas, así que pidió a Tesla -a través de su departamento legal- que se las devolviera.
Empiezan los experimentos caseros
La compañía se negó, mientras que el director de Tecnología de Tesla por entonces, JB Straubel, decidió empezar a probar de forma clandestina qué le pasaba a los paquetes de baterías si se sobrecalentaban.
Corría el año 2005 y las pruebas empezaron en el parking de la compañía:
"Envolvieron una de las celdas con un cable que les permitiría calentarla de forma remota. Luego, desde una distancia segura, encendieron el calentador. La celda individual se elevó rápidamente a más de 130 grados, lo que provocó que la batería se convirtiera en una llama cegadora cuando la temperatura subió a más de 700 grados. Luego explotó por completo".
Straubel volvió a reunir al equipo en una casa rural en las colinas sobre Silicon Valley para realizar más experimentos.
Esta vez, cavaron un agujero y colocaron un bloque de celdas en él y lo cubrieron con plexiglás. Calentaron una de las celdas y nuevamente las baterías se incendiaron, provocando una cadena de explosiones.
Esto dio al fabricante una idea de las implicaciones de comercializar un coche eléctrico equipado con 7.000 celdas de batería. Para encontrar una solución al sobrecalentamiento, aparcaron el proyecto Roadster y formaron un comité especial.
El principio de la solución a base de ensayo y error
Comenzaron a realizar pruebas diarias con diferentes configuraciones, como espaciar las celdas de manera diferente para ver si había una distancia ideal para contener las reacciones en cadena y mantener las baterías refrigeradas.
Una de las soluciones fue hacer que el aire fluyera sobre ellas o que pasaran tubos de líquido entre ellas. Mientras tanto, llevarían los paquetes a una plataforma utilizada por los bomberos locales para continuar con sus experimentos de una forma más controlada.
A través de ensayo y error, el equipo se dio cuenta de que si tenían cada celda alineada a unos pocos milímetros de la otra y si colocaban un tubo de líquido refrigerante entre ellas en base a una mezcla de minerales, podrían crear un sistema que contuviera el sobrecalentamiento.
Si una celda defectuosa en su interior comenzara a sobrecalentarse, su energía se disiparía a las celdas vecinas sin que ninguna celda individual alcanzara la combustibilidad.
Era el principio de la viabilidad de los coches eléctricos para Tesla.
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