Los vehículos de conducción autónoma aprenden de pilotos profesionales

Gran Premio de Mónaco de 2055, el Ferrari Elektron conducido por R2-D2 cruza la meta en primer lugar raudo y veloz. La radio del equipo recoge la alegría del triunfo. ¡Piribiribí! grita R2-D2 (¡Yeaaaah! Nota del traductor). ¡Fantástico! Grita un Stefano Domenicali al borde de la jubilación. Piribiribiribiribiribí contesta R2-D2 exultante (”Gracias a todo el equipo por este fin de semana increíble“ N.d.T). Mientras, C-3PO en declaraciones exclusivas a Auto Motor und Sport, comenta que su salida de pista ha sido consecuencia de un bug de software.

Sí, ya sé que desayunar cazalla con churros es malísimo, pero la escena kafkiana del párrafo anterior no está tan lejos de la realidad después de conocer las pruebas que está realizando la Universidad de Stanford para mejorar las habilidades de Shelley, su vehículo de conducción autónoma, que pronto puede adquirir la destreza de un piloto de carreras.

Los corredores profesionales tienen capacidades distintas a la hora de conducir frente al resto de los mortales. Su concentración, anticipación, reacción y resolución marcan la diferencia en milésimas, centésimas o segundos, conduciendo al límite. Ese don especial es el que los científicos tratan de trasladar al software de control de Shelly. Las pruebas se han realizado en el Mazda Raceway Laguna Seca el pasado fin de semana.

El objetivo de las pruebas

Los test se han realizado en el marco del programa Stanford’s Revs. Dos pilotos plagados de sensores para controlar diversas constantes biométricas y su actividad cerebral, han participado en la Rolex Monterey Motorsports Reunion, a los mandos de un Ford GT40 de 1966. El coche contaba también con toda una batería antenas, Gps, acelerómetros y otros sistemas de medida y detección.

El objetivo es tratar de establecer un paralelismo entre acciones y reacciones, y viceversa, en el diálogo entre piloto y coche. Se ha elegido una mecánica tan antigua porque esos coches són más difíciles de conducir que uno moderno. Requieren más “manos” al carecer de ayudas y son más bruscos en sus reacciones.

En el experimento de Monterey se ha buscado la técnica de corrección de la dirección en particular. La corrección de un derrape es algo intuitivo y natural en un experto, que ante tal situación no piensa, simplemente reacciona. El equipo está buscando los rasgos que permiten a un conductor humano adaptarse rápidamente a una contingencia, cuestión aún por resolver en un autómata.

De estas experiencias cabe esperar algo más que la mejora en la habilidad de conducción del robot, también pueden traducirse en elementos de seguridad para los coches a corto y medio plazo. De todos modos, pone los pelos de punta ver en el vídeo al piloto del Shelly quitar las manos del volante y ver cómo corrige el coche las trayectorias.

Vía | Wired
En Motorpasión | Los vehículos de conducción autónoma de Google han superado las 300.000 millas sin un solo accidente
En Circula Seguro | Shelley conduce sola, y puede ayudar mucho en temas de seguridad vial
Vídeo | YouTube

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