En el Grupo BMW, propietario de la marca de coches de lujo Rolls-Royce, las sinergias entre las marcas son habituales. Por ello nos encontramos en los Rolls-Royce con los sistemas de navegación de BMW o la disposición de algunos mandos alrededor del iDrive idéntica a la de los modelos BMW que lo incorporan, aunque construídos con unos materiales de mayor calidad percibida.
Pero tal vez no haya habido sinergias entre BMW y Rolls-Royce con las llantas de fibra de carbono, un elemento que puede equipar el BMW M4 GTS por la nada despreciable cifra de 12.500 euros, y que también están disponibles como parte de la dotación de en el Rolls-Royce Ghost y Wraith Black Badge en cuyo desarrollo la marca de Goodwood ha invertido 4 años.
Ese es el tiempo que han tardado en desarrollar estas llantas tan espectaculaes que lucen esas oscuras ediciones de Ghost y Wraith, unas llantas de 21 pulgadas que mezclan la fibra de carbono con una aleación de aluminio.
Para su fabricación se utilizan 22 capas de fibra de carbono dispuestas en tres ejes, que a su vez se repliegan entre sí para dar lugar a un perfil externo de la llanta con 44 capas, que aporta la robustez necesaria para soportar el peso, la velocidad y las fuerzas centrífugas del vehículo.
Ese perfil de fibra de carbono se une al buje a través de unos cubos de aluminio fabricados con procesos aeronáuticos, forjados en 3D que se unen a través de piezas de titanio especialmente creadas para estos menesteres. Lo más llamativo del caso, es que apenas destaca la fibra de carbono del perfil en un conjunto, el de los Rolls-Royce Ghost y Wraith Black Badge, que tienen el color negro como principal arma de seducción.
Cuatro años de trabajo para conseguir estas llantas parece mucho tiempo, y tal vez los clientes no sepan apreciar lo que supone llevar carbono en una parte tan crucial del coche, pero en modelos como estos, es la suma de los detalles lo que realmente cuenta a la hora de valorar el conjunto.