Quizá ninguno de los presentes asistió a aquella inauguración. Ya hace 100 años que se puso en marcha el primer semáforo de luces eléctricas. Sucedió en agosto de 1914 en la ciudad de Cleveland, en Ohio (Estados Unidos), y aunque el tráfico no era exagerado por aquel entonces, los modernos automóviles que se abrían paso entre carros tirados por caballos empujaron un salto tecnológico insólito. ¿Ordenar el tráfico con luces de colores? Menudo disparate.... Donde estuvieran los semáforos de flechas o los agentes de policía, que se quitaran aquellas bombillas de color.
Hoy, la confluencia entre la Avenida Euclid y la calle 105 Este de la ciudad americana aparece amplia y diáfana, regulada por semáforos bastante más complejos que los de hace una centuria. Sin embargo, esa visión podría cambiar próximamente, no sólo en Cleveland sino en el mundo entero. Y dicen que nos quedan apenas un par de decenios —tres, todo lo más— para vivir sin semáforos.
Ponga un 'car to car technologies' en su vida
No es nada nuevo que las tecnologías car to car (de comunicación entre vehículos) y car to X (comunicación entre vehículos e infraestructuras) se van a convertir en los próximos avances de la automoción, quizá a la par que los desarrollos de nuevos sistemas de seguridad activa y pasiva y los nuevos sistemas de propulsión, que han de ser cada vez menos agresivos con el medio ambiente. Y para hacer todo eso más comercial, seguro que lo sistemas de infotainment cumplen con su cometido.
Todo eso está en la agenda de todo fabricante, y rara es la presentación de coches en la que no hace alusión a alguno de estos puntos de la hoja de ruta marcada, aunque el momento concreto suele quedar algo más difuso, de manera en mitad de tanto despliegue tecnológico uno tiende a calarse la boina y pensar en términos de huevos y gallinas. ¿Para cuándo, los coches conectados si no hay infraestructuras con las que conectar? Y viceversa.
Bien. Si echamos una ojeada, tal y como nos proponen los compañeros de readwrite, al discurso del profesor Christoph Stiller, miembro del Instituto de Tecnología de la Universidad de Karlsruhe (Alemania), resulta que esas tendencias futuristas tienen un horizonte marcado en 10 a 30 años, todo lo más.
Los postulados de Stiller son los clásicos. La premisa es garantizar un equilibrio entre la fluidez y la seguridad del tráfico, es decir, lo que se viene intentando conseguir en Seguridad Vial desde que se detectó que existía una problemática vial. Desde los años 80, se viene trabajando en la computerización del tráfico para conseguir que sean las aplicaciones informáticas las que consigan esta meta. Y ya hace años que muchas ciudades se organizan de esta manera.
Los coches interconectados acabarán con los semáforos pero no necesariamente con los concejales de Urbanismo chapuceros.
En el fondo, se trata de una cuestión de inversión en infraestructuras, y de elección de un sistema para la estandarización. ¿LTE o algo así como DSRC? El LTE ya es un estándar que se emplea —al menos en el mundo civilizado— para las comunicaciones con 4G y demás (en Xataka, Xataka On, Xataka Android, Xataka Home os cuentan más). El DSRC, por su parte, presenta la ventaja de cubrir de forma específica las necesidades de la carretera. Como un traje hecho a medida.
Aquí la cuestión está en el clásico debate entre lo que ya se utiliza y se conoce y se sabe por dónde revienta, o bien si interesa adoptar una tecnología que funcione muy bien para lo que se ha concebido, pero que no sea extrapolable a otros usos. Si bien en otros campos más tradicionales de la electrónica de consumo el debate se decide con criterios comerciales —los más ancianos del lugar recordarán la trifulca a tres bandas: VHS / Beta / V2000, y otras de corte similar—, en el mundo del automóvil el peso de la seguridad es irrenunciable, por motivos obvios.
El punto crítico queda más allá del Betacam
Faltan todavía años para que este momento llegue, pero llegará. Y ahí es donde se encuentra otro punto de conflicto: en el ínterin. Pero para comprender esto que sigue hace falta dar un pequeño rodeo, como ocurre con los buenos paseos.
Veamos. Eso de que los coches conectados unos a otros permitirán suprimir los semáforos es algo que se puede visualizar sin demasiada dificultad. Donde un coche cede el paso de forma automática a otro se acaban los problemas de prioridades de paso. Como mucho, puede ser que se sature una intersección, como de hecho ya sucede hoy en día, porque esta no esté bien planteada, pero ya está. Digamos que los coches interconectados acabarán con los semáforos pero no necesariamente con los concejales de Urbanismo chapuceros. Eso se queda para la siguiente fase.
El problema viene mientras no llegamos a esa situación. La transición entre sistemas promete ser conflictiva. Riámonos a gusto de lo que sucede entre acólitos de Samsung y Apple, entre amantes y detractores del PP y el PSOE, entre believers y directioners, porque todas esas guerras eternas se quedarán en nada cuando haya que hablar de coches conectados en mitad de un mundo que luchará por permanecer al margen de las conexiones. Es mi coche y me lo follo como quiero contra Sí, majo, pero la carretera es de todos y ya mismo no va a haber más semáforos.
Y ese será el punto crítico.