Una nube de polvo procedente del Sáhara se está extendiendo por la Península Ibérica, pero también llega a zonas del norte de Europa. Según pronostica la Agencia Estatal de Meteorología, continuará la deposición seca y húmeda (en forma de lluvias de barro), incidiendo en la salud y en la calidad del aire y también dificultando la circulación.
Por ello, es importante prestar atención al estado de las escobillas, no accionarlas inmediatamente y adaptar la conducción a una reducción de la visibilidad.
Limpiar con agua el parabrisas antes de accionar las escobillas
El polvo en suspensión dificulta la visibilidad y reduce el rendimiento visual del conductor; más aún cuando estas gotas están impregnadas de polvo y son más opacas, explican desde Carglass.
Incluso con los limpiaparabrisas en funcionamiento, la falta de uniformidad de la capa de agua y el barro que se forma sobre el cristal reduce de la visibilidad.
Un efecto que se multiplica si el parabrisas sufre desperfectos como impactos, grietas o arañazos y si las escobillas de los limpiaparabrisas están en mal estado y dejan surcos de agua y barro marrón en cada barrido.
Otra pista que nos advierte de que debemos cambiarlas es el ruido que produce con los barridos. Por ello es importante revisar el estado de las escobillas y sustituirlas al menos una vez al año.
Antes de iniciar la marcha, es recomendable limpiar el polvo acumulado en las escobillas con un trapo húmedo o una esponja. También se puede limpiar con el agua de una garrafa los cristales antes de accionar los limpias o de bajar y subir las ventanillas laterales, para evitar rayarlos.
Otra opción es recurrir a un tratamiento repelente de lluvia en el parabrisas.
Además, la nube de polvo africano provoca lluvias de barro que reducen la adherencia del asfalto y lo hacen más resbaladizo. Por ello, aumentar la distancia de seguridad con el vehículo que nos precede y encender las luces de carretera para ver y ser vistos favorecerá una conducción más segura.
Las partículas del polvo del Sahara son de origen mineral y, en general, son el resultado de la erosión de las rocas. Su composición química incluye elementos minerales tales como cuarzo (60 %), óxidos (SIO2, FeO2) y carbonatos (CaCO3), acero, titanio y vanadio.
Desde el punto de vista de su distribución temporal, en la Península estas intrusiones están presentes en todas las épocas del año y varían según las diferentes regiones, pero como regla general, suelen darse con mayor frecuencia en los meses de junio, julio y agosto y son menores las intrusiones en los meses de invierno.
Es en las Islas Canarias donde muestran mayor frecuencia, explica la Aemet.
Foto | Carglass
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