Hemos estado en el Circuito del Jarama probando un coche muy especial y carismático. Se trata de un 'todo atrás', un tracción trasera con el motor descolgado por detrás del eje trasero que pesa unos ridículos 600 kilos en total.
Efectivamente, estamos hablando del coche que motorizó a España desde que comenzó a fabricarse en 1957. Sí, es el SEAT 600 y esta es la prueba que llevábamos 60 años deseando hacer.
Aprovechando que este año el 'Pelotilla', que es uno de los múltiples motes que ha recibido a lo largo de sus 60 años de vida, hemos tenido ocasión de conducirlo y ponerlo a prueba en diferentes situaciones que, además de suponer para mí la primera vez al volante de un 600, nos han permitido interiorizar cómo ha evolucionado el sector del automóvil en los últimos 60 años.
Un slalom de otra época
Este año SEAT celebraba el 60 Aniversario del 600, y para la ocasión, SEAT España quiso que tuviésemos la oportunidad única de conducir alguna de las unidades que conservan en su departamento de Vehículos Históricos. Una jornada de pruebas en el Circuito del Jarama con varias unidades serviría para enfrentarlo a diferentes situaciones y para poder compararlo con el que sería su equivalente actual, el SEAT Mii.
Para empezar a familiarizarme con el 600, el cual no había conducido jamás, lo primero que tuve ocasión de hacer fue una prueba de slalom a bordo de todo un 600 D descapotable. Acostumbrado a los slalom rápidos y precisos con los coches actuales, ver el planteamiento de esta prueba resultaba curioso.
Debíamos hacer un recorrido de ida y vuelta en el que los conos estaban muy separados. Viendo cómo lo hacían otros compañeros que me precedían, me di cuenta rápidamente de que iba a ser una maniobra más de paciencia que de pericia al volante, ya que todo ocurría a cámara lenta si lo comparábamos con el Mii que también hacía la misma prueba en paralelo.
Por fin llegó mi turno y admito que mientras me situaba en el asiento del conductor, sentí cierto cosquilleo en el estómago, igual que me ocurre cuando voy a ponerme al volante de algún deportivo especial.
Mi copiloto, del departamento de Vehículos Históricos de SEAT, se sentó en el asiento derecho con intención de darme las indicaciones necesarias sobre el recorrido y aclarar cualquier duda sobre el funcionamiento del coche, algo poco probable.
Es complicado tener dudas en un coche tan espartano y simple, en el que solo cuentas con los mandos básicos para accionar los elementos indispensables para ponerlo a andar: volante, acelerador, freno, embrague y caja de cambios de 4 marchas. ¿Necesitas algo más?
Salgo de cara a los conos y comienzo a girar el volante con movimientos amplios de ambas manos para poder esquivarlos. El enorme diámetro de la circunferencia obliga a mover los brazos arriba y abajo para conseguir aplicar el ángulo de giro adecuado, algo habitual en los coches clásicos en los que la dirección cuenta con un tacto poco directo y nada asistido.
Por suerte, no parece una maniobra complicada gracias en parte a la lenta velocidad a la que circulamos en la segunda de las cuatro marchas disponibles. El pequeño motor de cuatro cilindros y 767 centímetros cúbicos solo desarrolla 25 caballos a 4.600 RPM, pero para mí es más que suficiente.
Sus dimensiones son ridículas si las comparamos con los coches actuales. Con 3,3 metros de largo, el SEAT 600 parece más cercano a las dimensiones de un Smart ForTwo (2,75 metros) que a las del Mii, y eso unido a la escasa velocidad a la que voy, permite sortear los conos son apenas dificultad.
Me lo pasé en grande, como un niño con un juguete nuevo entre manos, no porque las sensaciones que el coche transmite sean precisamente muy destacadas, sino porque no paraba de imaginarme la aventura que tenía que suponer en los años 60 moverse por España en un SEAT 600, como la mayoría de familias hacían.
Frenada asimétrica sin asistencia
La siguiente prueba que nos proponía SEAT con su 600 era relativa a la seguridad. Sin duda, este es uno de los ámbitos en donde la industria automovilística ha hecho más avances en estas seis décadas de vida del 600.
Hoy en día todos los modelos a la venta en nuestro país cuentan con numerosos asistentes a la frenada, como el servofreno, el ABS, los repartidores de frenada, etc, pero evidentemente el SEAT 600 carecía de cualquier tipo de ayuda en este aspecto.
La prueba consistía en una recta de aceleración en la que deberíamos llegar a meter segunda velocidad para, al fondo de la recta, frenar a fondo con las ruedas del lado derecho pisando sobre agua y las del izquierdo sobre seco.
Subo a bordo del fantástico SEAT 600 E perfectamente puesto a punto y afinado por el departamento de Vehículos Históricos de SEAT, y arranco tirando del embrague para intentar que en primera suba algo de vueltas para alcanzar velocidad antes de meter segunda.
Consigo alcanzar una velocidad que estimo estaba en torno a los 30 km/h, meto segunda y llego a la zona de frenada con intención de pisar el pedal de freno con todas mis fuerzas para ver qué pasaba.
El resultado fue un inevitable trompo en el que el coche quedó completamente cruzado en esa hipotética calzada sobre la que circulábamos, un ejercicio que de producirse en tráfico real, podría haber puesto en serio peligro nuestras vidas.
El agarre de las ruedas del lado izquierdo era muy alto sobre supeficie seca, pero los pequeños neumáticos de 12 pulgadas de la derecha aplicando la presión de frenada sobre suelo mojado, no pudieron agarrarse con un nivel similar.
Todo esto hizo que el coche se cruzase sin posibilidad de evitarlo a base de contravolante, gas o cualquier otro movimiento que sí podríamos aplicar en un coche moderno. Sin duda, una maniobra así hoy en día con un coche dotado de medidas de seguridad convencionales, no supondría ningún tipo de problema, ya que los distintos sistemas de control de estabilidad se encargarían de evitar este peligroso trompo más común de lo que pensamos en los tiempos del 600.
En un elegante SEAT 600 Savio, un prototipo único creado sobre la base de una Fiat 600 Multipla para las visitas a fábrica de personalidades de la época como el dictador Francisco Franco que hoy reside en la nave A-122 de SEAT en Martorell, nos llevaron hasta la última prueba del día.
La vuelta más lenta de mi vida al Circuito del Jarama, pero también una de las más divertidas
La última de las pruebas que nos esperaba, era todo un reto para los pequeños SEAT 600 que habían traído hasta allí desde su base situada en la fábrica de Martorell en Barcelona.
SEAT quería que diésemos una vuelta completa al Circuito del Jarama, el mismo trazado donde en los años 70 se disputaban muchas carreras de coches en las que los pilotos de la época competían a bordo de SEAT 600 similares a estos.
En esta ocasión elegí una unidad un tanto especial, ya que se trataba de un SEAT 600 D con remolque y baca en el techo, el sueño de cualquier español que tuviese que viajar con la familia en los tiempos de post guerra.
El remolque, aunque vacío para evitar sobrecargar al coche de forma innecesaria, estaba fabricado sobre la parte trasera de otro SEAT 600 D idéntico al que llevábamos entre manos. Así contaba con las luces, los paragolpes y el aspecto acorde con el coche que lo dirigía.
La salida a recta desde boxes se hace muy despacio, tal y como pide el propio SEAT 600. Las referencias de tiempo y distancia cambian por completo respecto a los coches que acostumbramos a probar en el trazado madrileño.
Mientras en un deportivo frenar a final de recta a 50 metros de la curva es sinónimo de irte a la tierra, en el SEAT 600 debes seguir acelerando si no quieres quedarte parado en medio de la primera curva.
Lo que más me sorprende durante la vuelta que nos dimos al circuito, fue la suavidad con la que funcionaban todos los mandos del vehículo. Desde la dirección hasta los pedales y la palanca selectora, todo parecía funcionar a las mil maravillas, sin presentar ningún problema para un manazas como yo.
Se nota que estos cuatro coches que teníamos en pista, posiblemente sean los SEAT 600 más mimados de España, con todos los respetos a los siempre activos y mimados miembros del Club SEAT 600.
El interior del 600 es estrecho, tanto que es fácil tocar los codos entre los ocupantes de las plazas delanteras. Las traseras parecen un banco de tortura, y sorprende pensar que en ese espacio cabían tres o más niños sin problemas. O antes la población española estaba más delgada o no entiendo cómo lo conseguían.
Los escasos 3,3 metros de largo del 600 y la ausencia de cualquier guarnecido interior, hacen que el habitáculo se convierta en una caja de resonancia en la que las pequeñas chinas que nos íbamos encontrando por el asfalto resuenen en su interior al golpear contra los bajos de la carrocería.
Todo se siente muy cercano, en parte también porque vamos conduciendo a un palmo escaso del asfalto y porque el conjunto de suspensión delantera con ballestón transversal y amortiguadores, junto con la trasera con trapecio oblicuo, muelle y amortiguadores, no filtran demasiado y es fácil percibir incluso las más mínimas irregularidades del asfalto.
Subir la Rampa Pegaso en un SEAT 600 D de 25 caballos, con copiloto, remolque y unos agobiantes 38 grados de temperatura ambiente, es toda una experiencia. Una experiencia que exige paciencia y tranquilidad hasta coronar la cumbre y empezar a encarar la bajada hacia la curva de la Hípica.
La velocidad a la que circulamos es lenta, algo lógico si tenemos en cuenta que la máxima que puede alcanzar este coche es de 108 km/h. Eso, unido al enorme ancho de pista, hace que ni en la Hípica ni en la frenada de Bugatti, tengamos que tirar demasiado del equipo de frenos formado por cuatro tambores, uno en cada rueda de 12 pulgadas.
Calculo que cuatro minutos después de haber salido de boxes estábamos de nuevo encarando la recta de meta, una lengua de asfalto que se antojaba eterna viéndola con la perspectiva que exige la velocidad a la que circulábamos. Tocaba volver a boxes a dejar descansar a los pequeños SEAT 600, así que no hubo que hacer los más de 700 metros de la recta del Circuito del Jarama.
Conducir el SEAT 600, una experiencia vital
Sin duda, esta prueba del SEAT 600 ha sido una de las experiencias vitales que recordaré hasta que me muera. Después de más de 18 años dedicándome a probar coches, ponerme al volante del 600 me ha permitido entender un poco mejor por qué la evolución automovilísticamente hablando de España ha sido y es un poco más lenta que la de nuestros vecinos europeos.
Pero, sobre todo, me ha permitido apreciar el enorme coraje que tenían las familias españolas que durante años viajaron por medio país a bordo de estos pequeños 'Pelotillas', sin importarles las muchas carencias de espacio, confort, seguridad o fiabilidad mecánica de la que adolecían los coches en esa época. Eso, a fin de cuentas, debió de ser el germen de los amantes de los coches que siguen Motorpasión.