Un Porsche con aspecto de SUV, con motor diésel y caja de cambios automática, eficaz en un tramo revirado, que no le teme a la nieve y capaz de trepar monte arriba cual cabra, al mismo tiempo que puede llevar a toda la familia y su equipaje de forma cómoda: sí, existe.
Es el Porsche Cayenne Diesel (V6 3.0 litros turbo de 262 CV) y lo hemos probado en toda clase de situaciones en uno de los entornos donde nació: al pie de los Pirineos.
El Porsche Cayenne es la historia de un tsunami que hizo temblar el mundo del automóvil. En 1998, Porsche anuncia que fabricará un SUV deportivo. Y a finales de 2002, el coche en cuestión, el Porsche Cayenne, es presentado al mundo en el Salón de París. Los porschistas y petrolheads de toda clase lo ven como un sacrilegio. Bajo un aspecto que lo emparenta con la gama coetánea del fabricante alemán, el Cayenne se presenta como el Porsche familiar; un Porsche con el que puedes experimentar sensaciones deportivas en un tramo de curvas y adentrarte por el monte o desierto al mismo tiempo que llevas la familia contigo.
Cuando llegó al mercado, los escépticos eran muchos, pero los conquistados eran más. Porsche pensaba vender 20.000 unidades al año, pero al cabo de cuatro años en el mercado, ya había vendido en total más de 150.000 unidades. No solamente, el Cayenne entró por la puerta grande en la historia de Porsche, sino que convirtió la marca en la empresa más rentable de la industria y generó ingresos para desarrollar todos los deportivos que la clientela demandaba.
Se puede ver el Porsche Cayenne como el coche definitivo, el coche total, es decir, un modelo que sirve para todo y sobre cualquier superficie. Para averiguarlo, nos fuimos con un Cayenne Diesel Platinum Edition hasta la cuna del nacimiento del Cayenne y de ruta por el Pirineo catalán hasta Andorra. Tramos de curvas, pistas off road y circuito nevado: al Cayenne no le perdonamos ni una.
Bassella, donde el Porsche Cayenne se hizo todoterreno
Iniciamos nuestro recorrido en Bassella, el lugar donde el Porsche Cayenne se convirtió en un todoterreno capaz de salvar obstáculos impensables para un Porsche. El pequeño municipio de Bassella (cuya mayor parte está ahora bajo el Embalse de Rialb) y el antiguo SIP -hoy Bassella Experiences- fue el lugar donde los ingenieros de Porsche vinieron a desarrollar las aptitudes off-road del proyecto Cayenne.
En el centro técnico de Weissach, los ingenieros pueden desarrollar todos los deportivos que quieren sin que nadie los vea. Con el pequeño pero muy exigente circuito modular que tienen a disposición, pueden poner a punto los prototipos antes de salir a validar y afinar los ajustes en otros trazados, como el Nürburgring. Sin embargo, para el Cayenne, la pequeña pista de tierra de Weissach no era suficiente. Y la experiencia del 911 del East African Safari Rally de Kenya o del 953 del Parías-Dakar quedaba ya muy atrás.
En el desarrollo de un modelo llega un momento en el que hay que salir con los prototipos al mundo. En el caso del Porsche Cayenne, los equipos de ingenieros alemanes se desplazaron hasta Australia (para validar el coche con calor extremo y en el desierto -estanqueidad al polvo, motricidad, etc), al Ártico (Finlandia) para probarlo en temperaturas extremas bajo cero, sobre nieve y hielo, al Nürburgring, por supuesto (al fin y al cabo es un Porsche) y a Bassella, para que el Cayenne fuese un todoterreno de verdad y poder rivalizar con el Range Rover en ese aspecto.
Escogieron Bassella por ser un enclave de naturaleza (es decir, hay cuatro gatos y no habrá fotógrafos espías) y sobre todo porque en un recinto cerrado de varios kilómetros cuadrados los ingenieros podían probar todo lo que querían: pendientes extremas, cruce de puentes salvajes para la torsión hasta que las lunas de los prototipos estallasen, reventar todos los diferenciales que quisiesen y además meter el coche en el barro gracias a la presencia del río Segre. Así, a principios del año 2000, los primeros prototipos del Porsche Cayenne llegaron a Bassella disfrazados de Mercedes ML.
17 años después, el Cayenne está de vuelta en Bassella. Y está vez, no son ingenieros ni clientes al volante, sino periodistas. Seleccionamos el modo Confort (que actúa sobre las suspensiones neumáticas, la gestión del motor y del cambio Tiptronic S), elevamos el coche (tiene dos posiciones que mejoran su altura libre) y seleccionamos el modo off road para la tracción integral. Ésta, pilotada electrónicamente cuenta con un bloqueo electrónico de diferencial central (la ECU puede variar la entrega de par de un eje a otro), ni tampoco una reductora como sí podía equipar el Cayenne de primera generación. Como veremos, tampoco se echan en falta.
Empezamos por el pequeño circuito off-road básico y una inclinación de casi 40º del coche (puede recorrer caminos con una inclinación máxima del coche de 45º, por encima de ese umbral, vuelcas). Con los clásicos montículos asimétricos para efectuar un cruce de puentes, comprobamos la gran rigidez del chasis (luna y puertas se abren y cierran sin problemas, ni se oyen ruidos extraños) y cómo la amortiguación está muy lograda. Dejar caer el morro de forma brusca nunca es una buena idea, pero el Cayenne ni se ha inmutado. En la poza de barro con escalón para salir de ella, la motricidad del SUV alemán es soberbia, a pesar de estar a más de 15ºC con un coche equipado de neumáticos de invierno Michelin Latitude Alpin.
Auténtico off road
Si bien es espectacular para las fotos, no impresiona como recorrer las pistas de trial que hay por el monte situado dentro del recinto. Ahí, en un entorno natural, veremos cómo se defiende el Cayenne. La progresión es lenta, pues el camino de cabras por el que no metimos es estrecho, roto y con una pendiente muy fuerte. La motricidad no nos falla y en los obstáculos más complicados, elevamos un poco más la altura libre de la suspensión neumática.
Y efectivamente, con la primera del cambio Tiptronic S y la acertada gestión electrónica del motor no hace falta una reductora. No la necesitamos en el barro y aquí tampoco. Lo único que echo en falta es una cámara con visión a 360º, como en un Range Rover, por citar uno de sus rivales, que en estos caminos con el capó apuntando a la cima de los pinos me habría venido muy bien para saber donde poner exactamente las ruedas. Nada, habrá que sacar la cabeza fuera del coche, como se hizo siempre en conducción 4x4.
La puesta a punto de la suspensión resulta demasiado firme en su posición más alta -con poco recorrido-, pero la posición intermedia (un punto por encima de la normal) ofrece suficiente recorrido y amortiguación para que este escapada fuera del asfalto sea un éxito. Llegamos a la cima y nos espera un camino mucho más amplio, pero con una bajada que si fuese nuestro Cayenne particular quizá no nos atreveríamos a bajar por ahí. Error, pues con la primera y el control de descenso activado es de una facilidad desconcertante. Incluso regular el control de descenso es fácil. Con el freno puedes bajar la velocidad hasta un mínimo de 3 km/h. Sueltas el freno y el coche sigue bajando a 3 km/h.
Una vez abajo, volvemos a una pista de tierra, bastante rápida, donde comprobamos de nuevo cómo un Cayenne puede ser a la vez rápido, cómodo y ofrecer cierta diversión (léase, pequeños derrapajes) en un entorno en el que la inmensa mayoría de los conductores de Cayenne no se adentrarán nunca. ¿Y cuál es su entorno más habitual? La carretera, por supuesto.
Tras una parada obligada en el Museo de la Moto de Bassella -sin duda una de las mejores colección de motos de Europa- ponemos rumbo a Andorra. Carreteras rápidas, puertos de montaña y conducción sobre hielo nos esperan para ver si el Cayenne tiene también genes de Porsche o simplemente de SUV.
Una de las mejores máquinas para viajar por carretera
Iniciamos la ruta con el coche en modo Confort, que suaviza las suspensiones y favorece las marchas largas en el cambio automático cambiando muy pronto. De hecho, apenas sales a carretera sin forzar que el Tiptronic S ya ha puesto la octava marcha, los 580 Nm de par motor disponibles desde 1.750 rpm te permiten mantener un buen ritmo a pesar de usar marchas largas. Adelantar, usando el kick down, se convierte en una simple formalidad (80 a 120 km/h en 5,3 s). El aislamiento acústico muy logrado hace que te olvides que hay un diésel bajo el capó.
La comodidad que ofrece el Cayenne es soberbia, así como la habitabilidad, por cierto, con un espacio en las plazas traseras similar a la de un Panamera de batalla larga (asientos traseros regulables en longitud). El generoso volumen del maletero (hasta 618 litros con dos filas de asientos) y el consumo contenido que otorga (a ritmo normal nos marcó un 8,5 l/100 km) hace que finalmente sea una de las mejores máquinas del mercado para viajar en familia. Es ideal, sí, pero también es un Porsche, así que basculamos la gestión electrónica en modo Sport Plus.
Siendo un SUV, el Cayenne no se corresponde con la idea que uno pueda tener de Porsche, pero tampoco es un SUV como los demás. Desde que subes a bordo, ya ves que no es como los otros. La posición de conducción perfecta, la imponente consola central, el volante de tres brazos con levas y el cuadro de instrumentos con el cuentarrevoluciones en el centro recuerdan el habitáculo de un deportivo y no el de un coche familiar. Es algo que también notas cuando llegan las primeras curvas: el Cayenne entra sin inercias, limita notablemente el balanceo y sigue la trayectoria indicada por con una impresionante estabilidad.
La adherencia en curvas es muy superior a la de cualquier SUV rival en el mercado, pero sus 2.100 kg y un centro de gravedad alto le impiden tener el dinamismo de un verdadero deportivo. En los modos Sport y Sport Plus, la suspensión neumática no está exenta de ligeros rebotes sobre firmes deteriorados y en el caso de algunos apoyos algo bruscos.
Los frenos, como era de esperar con semejante masa, tienden a alargar un poco la frenada si bajamos un puerto de montaña con un fuerte ritmo, pero sin llegar al fading. Subiendo a Andorra por la cara norte (es decir, Francia) , la temperatura baja de forma brusca. No hemos llegado al principado que el termómetro marca ya 4ºC. Los Michelin Latitude Alpin permiten mantener las prestaciones dinámicas del Cayenne. Sí, porque los neumáticos de invierno son gomas pensadas para funcionar a temperaturas en las que un neumático corriente pierde sus propiedades. Que sean ideales en nieve o hielo, es sólo otra de sus numerosas ventajas.
Dancing on ice
Llegamos a Andorra, al circuito del Pas de la Casa. Se trata del circuito permanente más alto de Europa: está a 2.400 m de altitud. Y si bien es famoso por ser un circuito para competiciones invernales (G Series, Trofeo Andros, etc), durante la primavera y verano es un circuito que acoge competiciones de supermotard y de drift. En nuestro caso, y aunque a estas alturas el año las carreteras del principado se quedaron sin nieve, nos enfrentamos a la nieve y el hielo que se mantuvieron en el circuito.
Ayudado por los Michelin Latitude Alpin, el Cayenne conserva una motricidad envidiable y nos permite circular casi como si estuviésemos sobre asfalto: frenadas bruscas o slalom, el Cayenne mantiene el rumbo de forma estable. Claro que si quieres diversión, en Sport Plus y con el ESP desconectado (nunca lo está del todo), puedes ir muy rápido, pues nunca se te irá de forma brusca; si se te cruza es fácilmente recuperable. Ahí, te olvidas casi por completo que pesa más de dos toneladas.
Un coche para casi todo
Al final, es verdad que el Porsche Cayenne es un coche para casi todo, porque seamos sinceros, aunque sea muy dinámico en tramos revirados, nunca será tan divertido como un verdadero deportivo. A cambio, es capaz de llevar de forma rápida, refinada y en un confort estupendo a toda la familia a cualquier sitio, por muy remoto que sea. Vale, que la mayoría de los usuarios de Cayenne nunca experimentarán sus impresionantes aptitudes off road ¿y? ¿Acaso por tener un deportivo va uno siempre al corte y buscando la velocidad máxima? ¿Verdad que no? Pues aquí ocurre lo mismo.
Al final, el Cayenne ofrece un impresionante abanico de posibilidades a su dueño y su familia. Y es precisamente eso lo que se busca en un coche de una marca que ganó el París-Dakar, las 24 horas de Le Mans y triunfó en la Fórmula 1 como motorista: la excelencia.
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