Probamos el Mercedes-AMG GT C: un deportivo de 557 CV a caballo entre el equilibrio y la visceralidad
El mundo de la automoción es fascinante y se encuentra en constante cambio. Estos cambios pueden no ser del agrado de todos y coches como el Mercedes-AMG GT C existe precisamente para eso: enamorar a algunos y ser despreciado por quienes no aman la conducción.
Este deportivo de configuración coupé es una bestia equilibrada. Con un motor 4.0 V8 de más de 550 CV y un chasis endiablado es una maravilla para quienes quieran las sensaciones de un deportivo, pero también bajo su contundente carrocería de diseño alemán esconde matices que le hacen apto para un uso no extremo.
Mercedes-AMG GT C: extra de deportividad alemana
Si está aparcado entre otros coches el GT C es un coche difícil de ver, más que nada porque pasa inadvertido por culpa de una altura de tan solo 1.288 mm. Ahora bien, un primer vistazo a su alrededor basta para saber que no es un coche cualquiera. Es un deportivo de raza y sus formas no dejan lugar a dudas.
Con 4,55 metros de largo, casi la mitad corresponden al extenso capó. En su extremo delantero se alza la parrilla con franjas verticales escoltada por dos enormes tomas de aire y un splitter delantero con un labio que no resalta demasiado. Lo que sí saca músculo es la zaga, con una caída del techo prolongada hasta unos esbeltos pilotos, acompañados en la parte inferior por cuatro salidas de escape.
Con respecto a la variante de 2017, el Mercedes-AMG GT C sólo varía en puntos muy concretos como los faros delanteros de tecnología LED o una zaga en la que se ha remozado la parte inferior para alojar los nuevos escapes. Pocos cambios necesita un coche que se ve igualmente espectacular.
Dentro de la espectacularidad de sus líneas, lo cierto es que el Mercedes-AMG GT C es un coche relativamente discreto. Obviamente es un coche con mucho músculo, pero sin estridencias. No hay grandes alerones a la vista ni apéndices aerodinámicos; sus líneas son limpias y pasan desapercibidas en colores sutiles como este gris mate.
Bueno, todo lo desapercibido que puede pasar un coche de este porte. Es bajo, anchísimo y su capó delantero es sencillamente descomunal, además de contar con unos desorbitados pasos de rueda especialmente en el tren trasero donde se unen con la línea de la cintura. Es escultural. Despierta una infinidad de miradas tanto aparcado como en movimiento, hasta el punto de ver cómo lo grababan desde otros coches mientras circulábamos por carretera.
El único toque de color lo aportan las pinzas de freno pintadas en rojo intenso y encerradas dentro de unas grandes llantas multirradio de 19 y 20 pulgadas que son un perfect match con neumáticos en medidas 265/35 y 305/30 delante y detrás respectivamente.
La adictiva experiencia de conducir un AMG puro
Llega el momento de pasar al interior y queda claro que no es un coche cualquiera. El Mercedes-AMG destaca por sus medidas como decíamos antes pero sobre todo por su escueta altura. Entrar en él no es apto para quienes no tengan una buena flexibilidad pues hay que dejarse caer en un asiento colocado exageradamente cerca del suelo y sorteando un montante inferior de la puerta realmente voluminoso.
Una vez dentro nos imbuimos en el lenguaje típico de Mercedes-Benz, en un habitáculo protagonizado por colores claros y un espacio justo; al fin y al cabo estamos hablando de un deportivo biplaza. La habitabilidad es correcta para dos ocupantes con espacio longitudinal suficiente para estaturas medias aunque con no demasiada altura.
Los asientos son toda una belleza con un diseño muy deportivo y regulación completamente eléctrica, incluyendo la posibilidad de ajustar el apoyo lateral de las orejas que nos abrazan. Eso sí, para los más corpulentos será difícil encajar de manera cómoda. Están ventilados y calefactados y su mullido es tirando a recio.
Por lo demás el Mercedes-AMG GT C incorpora un juego de doble pantalla digital para el cuadro de mandos (10,2 pulgadas) y la consola que se controla desde el mando situado en la consola central, heredada del Mercedes-AMG GT de cuatro puertas de aspecto metálico y con botones-pantalla.
Al margen de la consola y el nuevo cuadro de mandos 100% digital no hay muchos más cambios para el ligero restyling introducido en 2019, y se nota. Los botones, especialmente los situados en las puertas (control de las ventanillas, retrovisores y cierre) desentonan con respecto al conjunto y se perciben un tanto caducos, pero en parte también es comprensible en un coche donde lo que importa sobre todo lo demás es la conducción.
Sentados a sus mandos nos encontramos el volante AMG Performance con tres radios, forrado en napa, multifunción y con los controles AMG en su parte inferior que duplican las funciones que ya encontramos en la consola central y cuyo tacto es francamente mejorable para un coche de este segmento.
Pero vamos a lo que hemos venido. No podemos aguantarnos más las ganas y rápidamente pulsamos el botón de arranque para despertar al motor. Un impetuoso rugido se abre paso por los escapes y nos deja claro que el AMG GT C no es solo un coche más: es un coche deportivo que no se oculta ni con las válvulas de escape en su posición más conservadora. Su arranque en frío pone los pelos de punta con una melodía estruendosa que retumba en el pecho.
Seleccionamos la posición D en la palanca de cambios, que por cierto está situada en un punto muy, muy retrasado y hasta incómodo para los que nos sentamos próximos al volante y comenzamos a recorrer los primeros metros. Hay coches para el gran público, luego están los coches de aspiraciones deportivas y luego, muy por encima, se encuentra el tacto general de este GT C.
Es un coche duro sin paliativos en relación a lo que estamos acostumbrados en el mercado. La dirección se siente pesada y prácticamente sin filtros entre los grandes neumáticos delanteros y el aro, la transmisión tiene reacciones algo secas a baja velocidad y el tacto del gas incluso en los modos más sutiles tiene un tarado casi furioso. La suspensión también resulta dura y los baches y los resaltos se transmiten con precisión a nuestra espalda.
Lo mejor de utilizar este coche por zonas urbanas es ver la cara de todos los que se cruzan con él. Advertidos por el inequívoco sonido tosco de AMG, es fácil encontrarse con miradas de asombro al ver aparecer a este deportivo y recibir algún que otro pulgar alzado hacia nosotros.
Ahora bien, no se disfruta demasiado pues sus medidas superan los 2 metros de ancho entre las puntas de sus retrovisores y la visibilidad es muy limitada. Es muy complicado saber dónde acaba el capó, la vista lateral es ajustada por culpa de lo cerca que vamos del suelo y la visión por los retrovisores tampoco ayuda pues los prominentes pasos de rueda acaparan la mayor parte de la información visual (son 57 mm más anchos que en los GT y GT S).
Nos escapamos de la ciudad en busca de vías más rápidas en las que este deportivo pueda estirar las piernas y en la primera incorporación dejamos caer de vueltas al motor para posteriormente acelerar con fuerza. La caja de cambios AMG SPEEDSHIFT DCT 7G busca rápidamente la relación apropiada, el motor se revoluciona y el GT C sale disparado con una entrega asombrosa. Y esto en el modo Comfort. Los modos Sport, Sport+ y Race (no aconsejado para carretera) multiplican estas impresiones.
Tras un rato por autovía en busca de nuestro tramo de curvas preferido nos vamos dando cuenta de varios puntos. El primero es que el equipo de sonido Burmester tiene una calidad excelente, pero sobra con la melodía del V8. El segundo es que es un coche de tacto seco, pero se puede viajar con él siempre que estés dispuesto a pagar el precio de un autonomía escasa. En el modo más confortable la suspensión hace concesiones a la comodidad y se sitúa cerca del C 63 S que probamos hace unos meses.
Y por fin llegamos a un terreno en el que el Mercedes-AMG GT C puede lucir sus bondades: asfalto en buen estado, curvas de todo tipo y pequeños tramos rectos. Con el modo Sport+ seleccionado el GT C cobra todo el sentido y su bloque de ocho cilindros en uve de 4.0 litros y doble turbo por fin se desata.
Sus cifras hablan por sí mismas. Son 557 CV de potencia máxima y 680 Nm de par motor para un coche de 1.700 kg. Puede abatir el 0-100 km/h en 3,7 segundos y alcanzar los 317 km/h de velocidad punta, pero lo realmente impresionante es experimentar la sensación completa de conducir semejante aparato. Es entonces cuando las cifras dejan de importar y las emociones acaparan todo el protagonismo.
Manejando la caja de cambios de manera manual basta con insinuarse sobre el pie derecho para obtener un empuje instantáneo procedente desde la zaga con un inequívoco sabor picante. Si además lo haces a un régimen animado es fácil notar cómo la parte trasera empieza a descolocarse, aunque lo hace de manera progresiva y controlada.
Su estirada es tan adictiva como insultante para un vehículo enfocado a la carretera. Porque no, no es un coche extremo ni orientado para circuito, para eso está el Mercedes-AMG GT R, pero la rabia que demuestra estirando hasta acercarse a las 7.000 rpm envuelto en su característico sonido metálico crea una peligrosa adicción. Puede rodar rápido con facilidad y superar por mucho las manos de un conductor cualquiera, y aun así seguirá lejos de lo que este deportivo puede soportar y ofrecer.
La pisada del Mercedes-AMG GT C es simplemente abrumadora y con las suspensiones AMG RIDE CONTROL reguladas en la posición más dura parece atornillado al asfalto. Sorprende que incluso en situaciones de asfalto deslizante y buscando el fallo, es casi imposible detectar subviraje. Todo lo contrario. Mantiene el tipo muy por encima de lo esperado ayudado por la dirección a las cuatro ruedas. Rodando rápido es preciso, pero en tramos retorcidos es endiabladamente rápido y con una dirección que informa de manera fehaciente.
En cuanto a la caja de cambios hay que quitarse de nuevo el sombrero con AMG. Puede que esta transmisión de siete velocidades y doble embrague prime extremadamente el confort en modo automático, pero en modo manual es pura delicia. En subidas actúa de forma inmediata, pero en reducciones es demoledora. Baja marchas a demanda y, además, resulta adictivo pues revoluciona el motor con cada una y nos deleita con las poderosas sacudidas procedentes del escape.
En un mundo donde se está primando la discreción en todos sus aspectos, AMG sigue fiel a su desdén acústico con un sonido que puede resultar incluso obsceno. Las deflagraciones que emite quedan lejos de aquellos míticos Black Series, pero benditos sean por esa infalible personalidad que los diferencia de modelos de Audi o Porsche, por ejemplo.
Por desgracia durante el tiempo que tuvimos esta unidad coincidió con el peor temporal de viento y lluvia de lo que llevamos de otoño-invierno, así que no pudimos disfrutar de esta bestia alemana todo lo que nos hubiera gustado, pero sí que gozamos de cada uno de los momentos: rodando, admirándola o disparando fotos sobre ella.
Un coche fuera de lo normal
Impactante. Ese quizá sería el adjetivo que mejor podría definir al Mercedes-AMG GT C. Su imagen es toda una lección de músculo sin caer en la vulgaridad, el comportamiento es despiadado pero con matices que lo sitúan a medio camino entre un GT y un deportivo y el sonido... ¡Ay! Ese sonido podría ser la melodía perfecta para levantarse cada mañana y despertar de paso a todos los vecinos.
Su diseño en formato coupé es bastante más embaucadorque en la versión descapotable, al menos personalmente, y le da un empaque sencillamente perfecto. Es cierto que hay puntos de mejoría como la calidad de algunos materiales interiores, pero la esencia del coche es la misma, no cambia y demuestra que es un grandísimo deportivo.
Uno de los puntos débiles de este coche está directamente influido por sus prestaciones. Se trata de una autonomía que difícilmente llegará a los 400 km a poco que nos pise el pie derecho para un depósito de 70 litros, pues el consumo final se situó por encima de los 17 l/100 km: 2 litros más que el Mercedes-AMG GT de cuatro puertas y 4 litros más que el Mercedes-AMG C 63 S, ambos con el mismo bloque pero con diferente potencia.
Tampoco destaca por la capacidad de carga como es lógico. Bajo el capó trasero sólo hay un pequeño maletero con espacio para 175 litros en una superficie no demasiado aprovechable pero suficiente para hacer la compra de la semana o el equipaje de dos personas.
En cuanto al precio, pues el Mercedes-AMG GT C es un coche que sigue la pauta del resto de sus aspecto y sigue saliéndose de lo normal. Su precio alcanza casi los 200.000 euros con un punto de partida que se sitúa en los 192.400 euros y que le colocan como rival de otros grandes coches deportivos alemanes como el Audi R8 y sus 201.290 euros, con más potencia y un carácter muy distinto gracias a su configuración de motor central-trasero.
Pero al final, como siempre ocurre con este tipo de coches poco racionales, es la pasión la que cuenta más que el bolsillo o las especificaciones técnicas. Quien quiera y pueda comprarse un coche deportivo sin demasiadas concesiones, rápido, brutal y que roza la hilaridad, tendrá en este GT C Coupé una elección que difícilmente se podrá calificar como equivocada, pues también se otorga licencias a la polivalencia.
Mercedes-AMG GT C Coupé 2019 - Valoración
.8
A favor
- Motor soberbio
- Sonido espectacular
- Diseño contundente
- Rendimiento rápido y muy preciso
En contra
- Consumo elevado
- Algunos elementos interiores caducos
- Maletero escueto
- Crea adicción
Mercedes-AMG GT C Coupé 2019 - Ficha técnica
Versión probada | GT C Coupé | |||
Cilindrada | 3.982 cm³ | Tipo de tracción | Trasera | |
Bloque motor | Ocho cilindros en uve biturbo | Combustible | Gasolina | |
Potencia | 557 CV a 5.750 - 6.750 rpm | Capacidad del depósito | 75 litros | |
Par motor | 680 Nm a 2.100 – 5.500 | Consumo urbano | N/D l/100 km | |
Masa en vacío | 1.700 kg | Consumo extraurbano | N/D l/100 km | |
Velocidad máxima | 317 km/h | Consumo combinado | 12,8 l/100 km | |
Aceleración 0-100 km/h | 3,7 segundos | Capacidad maletero | 175 litros | |
Transmisión | AMG SPEEDSHIFT DCT 7G | Precio | Desde 192.400 euros |
El coche para esta prueba ha sido prestado por Mercedes-Benz. El servicio de fotografía ha corrido a cargo de Guillermo Cruzado. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas.