Probamos el Geely Emgrand EC7, nuestro primer y sorprendente coche 'Made in China'
Son las 11 de la mañana, el sofocante calor caribeño empieza a apretar en la ciudad de La Habana (Cuba) y allí estoy yo suplicándole a Raúl (Castro no, otro) me alquile un viejo y polvoriento Geely Emgrand EC7. El estado del coche es tan desastroso que los trabajadores se refieren a él como "un luchador de la calle". Aquí empieza la prueba de mi primer coche chino, un artículo que se mueve entre vivencias en países comunistas y una experiencia que, sin duda, marcará un antes y un después en mi trayectoria profesional, para bien o para mal.
Un país donde la oferta no se acerca a la demanda
Conseguir un coche de alquiler en Cuba hoy en día es toda una odisea. Desde el acercamiento entre Barack Obama y Raúl Castro hace unos años y su posterior "apertura", el número de turistas norteamericanos que entran en la isla es cada vez mayor, mientras se mantienen al alza las llegadas de visitantes canadienses, alemanes, españoles e italianos, los incondicionales de un país donde el tiempo se detuvo en 1959.
Eso ha llevado a que la demanda de coches de alquiler en Cuba sea paralela a la de plazas hoteleras: está desbordada. Mientras el problema del alojamiento en el centro de La Habana se soluciona con las "rentas" de casas a turistas a través de plataformas como AirBnB y la construcción de dos colosales hoteles de cinco estrellas que contrastan con las decadentes casas del centro de la ciudad, el número de coches de alquiler en Cuba apenas ha crecido en los últimos tres años y la solución no es sencilla en un país donde hablar de coches es volver al pasado.
Comienza la odisea de alquilar un "carro" en Cuba
Antes de salir de España, había hecho una reserva de un carro de alquiler a través de una página web de Cuba. A través de E-TravelCuba teóricamente alquilé un Skoda Fabia 1.4 (o similar), un coche del segmento económico por 42 euros al día. Digo teóricamente porque tras realizar el pago del alquiler por adelantado, jamás recibí el localizador de confirmación.
Contactada la compañía, alegaron que "Nos acaban de informar que, debido a roturas y la introducción de vehículos chinos a la flota de alquiler, no disponen de vehículos económicos para su alquiler el día 18 de marzo.". Sea como fuere, la realidad es que a mi llegada al aeropuerto de La Habana, me encontré sin coche de alquiler y con 382,20 euros menos en la cuenta, dinero que por cierto todavía estoy esperando me reintegren tras no haberme dado el servicio contratado. Pero esa tal vez sea una historia aparte.
Por eso, tras tres días de sufrimiento por las calles de La Habana sin coche, aquel miércoles salí de casa bien temprano, tanto que todavía hacía falta un jersey para resguardarse del "frente frío" que azotaba Cuba amanecer con unos sorprendentes 16 grados. Mi único objetivo ese día era conseguir un coche de alquiler. En tres horas visité una, dos, tres y así hasta diez oficinas de alquiler de "carros", y en todas ellas me encontré con la misma respuesta: "no tenemos carros, están todos alquilados".
Desesperado ante la imposibilidad de conseguir un coche, herramienta indispensable en un país cuyas infraestructuras y transporte público están en niveles de mitad del siglo pasado, me senté a hablar con uno de los responsables de la oficina de la alquiladora REX Auto situada enfrente del decadente Hotel Tritón, a escasos metros de la emblemática calle Quinta Avenida de La Habana.
"¿Por qué no hay coches en toda La Habana?" le digo desesperado a Wilfredo mientras aprovecho el chorro de aire acondicionado que climatiza su pequeña oficina. Tomo asiento, y el buen hombre tras ver mi cara de desesperación empieza a explicarme lo que ocurre. "La demanda es altísima, el turismo ha crecido mucho en Cuba y hay mucha más demanda que oferta actualmente. Apenas entran coches de alquiler en Cuba. El año pasado, tenían que haber entrado 3.000 coches nuevos para alquiladoras, y la realidad es que no hemos visto ni uno", me explica.
"Hay gente que alquila los coches durante todo un año, porque eso les sale más rentable que comprar uno", algo lógico en un país donde un Kia Picanto nuevo cuesta para cualquier particular el equivalente a unos 45.000 euros. "Este año, teóricamente tienen que entrar otros 6.000 carros nuevos más los 3.000 pendientes del año pasado, pero lo único que ha entrado por ahora son una partida de 300 nuevos Lada Vesta para uso como taxis estatales".
Pensando ya en que me tocaba apañarme una semana sin coche, con el problema añadido que eso supone cuando viajas con un bebé, como era nuestro caso, regreso a la puerta de una otra oficina que antes estaba cerrada. En la puerta, un decadente Geely de tres volúmenes soporta el azote del sol mientras su carrocería todavía polvorienta muestra los síntomas del maltrato al que había sido sometido durante sus escasos tres años de vida.
Me acerco a un operario que revisaba la batería de un Peugeot 206, uno de los más lujoso y modernos de toda la flota, y le digo que estoy buscando un coche de alquiler para los próximos cuatro días. "No hay nada, están todos alquilados, me dice". Entonces se me cayó el alma al suelo, no tenía más lugares donde buscar y me negaba a volver a casa sin un coche de alquiler que cambiase nuestros días en La Habana.
Decidí entonces suplicar, literalmente a aquel tipo, para que buscase un coche donde fuese. "Necesito un coche, sea el que sea, me da igual. He venido de turismo y tengo un bebé con el que moverme, y andar en los 'almendrones' es imposible. En serio, no me importa qué coche sea, me sirve cualquiera, ya sea grande o pequeño, europeo o chino, manual o automático", le dije mientras el no levantaba la vista del motor de aquel pequeño Peugeot de color granate.
Tal debió de ser mi tono de desesperación, que el Raúl, que así se llamaba, me dijo pasados unos segundos "voy a ver si tengo algo". Aquellas palabras me dieron el subidón que necesitaba, ya que se abría una remota esperanza de conseguir un coche. Después de un buen rato esperando, algo a lo que ya estoy acostumbrado cuando viajo a La Habana donde "ahorita" quiere decir "en un rato", Raúl vuelve y me dice que lo único que podría alquilarme es un carro chino, el Geely Emgrand EC7 que había visto antes retirado a un lado del aparcamiento.
Mi sonrisa fue máxima, como nunca pensé que sonreiría por saber que iba a ponerme al volante de mi primer coche "Made in China". ¿Geely? Sí, es el grupo que se ha hecho con marcas tan conocidas como Volvo, Lotus, London Taxi Company y que, además de ser uno de los mayores accionistas de Daimler, casualmente solo unos días después, iba a presentar en Europa una marca que promete revolucionar el mundo del automóvil, Link&Co. Por eso lo teníamos entre esos 10 fabricantes de coches de China que no debíamos perder de vista.
90 pesos al día y un tirador de la puerta roto
Aquel Geely estaba aparcado lejos del resto de la flota porque no se encontraba entre los coches en alquiler. No es para menos teniendo en cuenta el estado en el que está, pero a mí no me importa. Por suerte ya acostumbro a conducir coches nuevos habitualmente en España, y allí lo único que quería era un coche que hiciese la función de llevarnos del punto A al punto B sin dar ningún quebradero de cabeza ni problema mecánico. Hecha la reflexión, el empleado de la empresa de alquiler me dijo que el precio de tarifa del Geely Emgrand EC7, era de 100 CUC (unos 90 euros) al día, pero que me lo rebajaba a 90 CUC al día. Todo un detalle.
Acepto pagar un precio que considero excesivo simplemente porque era la única opción que me quedaba, o eso o volver a casa andando. Salimos de la oficina a revisar estado del susodicho, para identificar los desperfectos que pudiese tener en la carrocería, y Raúl los comienza a marcar en el contrato de alquiler. Tenía tantos desperfectos que no quedó ni una sola casilla sin tachar. Parecía más un boleto de la quiniela que un contrato de un coche de alquiler. Cristal delantero roto, todas las puertas rascadas, paragolpes delantero roto, el trasero completamente rascado y la tapa del maletero abollada. Espero que esta aventura salga bien.
Después de revisar juntos el perímetro del coche, y de que el operario se anotase incluso la marca y modelo de los cuatro neumáticos más el de repuesto situado bajo el piso del maletero con el fin de asegurarse que no le dábamos el cambiazo por otros de peor calidad (práctica habitual en un país donde la entrada de neumáticos es muy escasa), nos vamos de nuevo a la oficina donde hago el pago por tres días y me bloquea la fianza correspondiente.
Por fin, tras firmar infinidad de papeles aburdos, Raúl me da un mando a distancia que integra la llave del coche. La cojo, salgo fuera y abro el Geely. Ya es mío. Nada más acceder al interior, me doy cuenta de que el coche está igual de destrozado por dentro que por fuera. Los asientos de cuero sintético, son todo un lujo en un país donde la mayoría de los coches están tapizados con retales de cortinas de hogar, pero el resto del coche denota que ha sido muy maltratado y que no se han preocupado demasiado por su mantenimiento.
Tal vez lo más llamativo era la manilla de apertura de la puerta del conductor arrancada de cuajo. En su lugar habían adaptado uno de los cordones de tela que unen la bandeja trasera del maletero con el portón. Tirando de ella, podías abrir la puerta sin demasiados problemas. Al parecer, como el sistema de apertura de los pestillos de seguridad funciona al revés que en los coches convencionales europeos, alguien había arrancado el tirador de la puerta. Si conseguir un coche nuevo en Cuba, conseguir un repuesto de una pieza así allí es misión imposible.
Geely Emgrand EC7: un lujo asiático en un país atrasado
Salgo montado en el Geely con una sonrisa de oreja a oreja, como si acabase de recoger un Porsche 911 GT3 de pruebas. Decido empezar conduciéndolo con mucho tiento durante los primeros metros. El coche estaba en un estado lamentable, tanto que nadie en su sano juicio en España hubiese aceptado un producto en ese estado, pero nada más recorrer unos kilómetros me doy cuenta de que soy un auténtico afortunado.
Con 27 grados de temperatura, estaba en un coche moderno, con las ventanillas cerradas y el aire acondicionado haciendo que no sudase más de la cuenta, todo un lujo si me comparo con la situación de los ocupantes del coche que está parado a mi lado en el primer semáforo, un viejo Moskovitch ruso de esos que, junto con los clásicos americanos de los años 50, dan color a las calles de Cuba.
El Geely Emgrand EC7 por tener, tiene hasta cinturones de seguridad en las plazas delanteras y traseras, avisador de cinturones y doble airbag delantero. Resulta curioso tener que explicar a la mayoría de locales cómo se utilizan estos sistemas de seguridad, cómo se abrocha un cinturón de seguridad. Allí pensar en seguridad vial es como hablar en chino, nunca mejor dicho.
Lo primero que me llama la atención tras unos cuantos kilómetros al volante por el Malecón, es el buen tacto dinámico que ofrece el coche. A pesar de su bochornoso estado visual de salud, dinámicamente el Emgrand parece ir bastante fino. La dirección, suave y precisa, tiene un buen tacto y salvo por una pequeña desviación del volante cuando vas en línea recta, pasa con nota el primer examen.
El motor es un 1.8 de cuatro cilindros que desarrolla 126 caballos de potencia, más que suficientes para moverse con agilidad entre un tráfico que por su ordenado caos, no incita a correr demasiado. No quiero pensar quién sería el peor parado en caso de un choque entre un coche de los años 50 y el Geely, aunque me relaja un poco recordar que hace seis años escribí que este era uno de los primeros coches chinos que conseguía cuatro estrellas EuroNCAP.
Si en España nos quejamos por la inversión en el mantenimiento de las infraestructuras, en Cuba directamente nadie se preocupa por ese aspecto. Las calles de La Habana se asfaltaron una vez hace ya muchos años, y desde entonces siguen tal cual. Los agujeros, grietas, socavones y demás obstáculos naturales están a la orden del día.
Tanto es así que los locales evitan ciertas calles porque saben lo destrozado que puede llegar a estar el asfalto. Sí, yo soy un simple turista y como no conozco las calles, tengo que jugar cada dos por tres a ir esquivando los baches y a decir "uy" cuando pasamos inevitablemente por encima de uno moviéndonos como en una cocktelera.
No tardo demasiado en detectar el primer problema mecánico del coche. Los amortiguadores delanteros están completamente fundidos, hacen un ruido la mar de sospechoso y no amortiguan lo más mínimo. No pasa nada, podremos vivir con ello, aunque habrá que conducir con cuidado, especialmente en los giros.
Por lo demás, el Geely me está sorprendiendo de forma positiva. Cuenta con 135.000 kilómetros encima, y el mantenimiento no ha sido precisamente exhaustivo, pero a pesar de ello el juego entre el embrague, con un tacto excelente, la caja de cambios manual de cinco velocidades y el resto del conjunto, es muy bueno. No hay ni holguras ni nada que haga los cambios de marcha imprecisos.
Un interior amplio y unos consumos lógicos
El interior del coche es muy amplio, tanto que caben cinco e incluso seis pasajeros sin problema, os lo digo por experiencia. Sí, en Cuba no hay una ley de tránsito que fije el número máximo de ocupantes de un coche, lo único que especifican es que los bebés deben ir en la parte trasera en brazos de un adulto. Ni silla reglamentaria ni nada por el estilo, con que vaya con alguien es suficiente. Mi hijo tendrá que acostumbrarse al mundo comunista, y yo más que el. No voy a negar que esa falta de medidas de seguridad al principio me inquietaba un poco. Al principio.
Durante cuatro días, le hice al Geely Emgrand EC7 más de 300 kilómetros. Los consumos en ámbito principalmente urbano pero sin demasiadas paradas, se mantuvo en unos razonables 9,5 l/100 km, por lo que tan solo tuve que ponerle unos 24 CUC de gasolina para poder devolverlo con el mismo nivel de combustible que me lo entregaron.
Incluso hice una escapada a la zona de playas cercana a la capital cubana, una aventura de extraradio en la que hicimos 80 kilómetros entre ida y vuelta. En carretera abierta, el motor cumple con creces con su cometido, llevándonos a un ritmo más que destacado respecto al resto de coches que circulaban por esa vía.
Sube de vueltas hasta las 6.500 RPM de forma lineal y constante, y solo cuando exigimos demasiado al aire acondicionado llegamos a notar cierta falta de potencia. En zonas de curvas, y siempre teniendo en cuenta el deficiente estado de la suspensión delantera, el tacto una vez más sorprende en positivo.
Se beneficia de una distancia entre ejes larga, gracias a sus 4,6 metros de largo, y de un peso de poco más de 1.300 kilos, que podríamos considerarlo relativamente contenido si lo comparamos con una berlina de tamaño similar europea, mucho más pesada en parte por los sistemas de seguridad y entretenimiento que incorpora.
Las luces no son suficientes
Los cuatro días de uso del Geely fueron intensos e intensivos, como manda la actividad en una ciudad tan frenética como es La Habana, donde amanece muy pronto y uno nunca sabe cuándo se acostará. Lo que sí sabe, es que cuando cae la noche la iluminación de las calles es prácticamente nula salvo en las avenidas principales y zonas turísticas.
Por eso, es fundamental contar con unas buenas luces en el coche, como las que no tenía el Geely Emgrand. Acostumbrados a las modernas luces LED, Xenon y láser que montan hoy en día los coches modernos, las del Geely eran claramente insuficientes, y además había perdido una luz LED en una de sus múltiples batallas de alquiler.
Se da la circunstancia además de que en La Habana la gente acostumbra a andar muy a menudo por la calzada, ya que suele estar menos mal que las aceras, y que también es práctica habitual cruzar las calles en cualquier lugar sin recurrir a los escasos pasos de peatones. Los conductores locales han adoptado la costumbre de pitar cuando adelante hay alguien cruzando, no para recriminarles lo que están haciendo, si no simplemente como sistema para que ambas partes sepan que han sido vistas.
A mí me llegaba con ir fijándome más de lo habitual para, por un lado evitar atropellar a cualquier peatón en esas calles tan oscuras, y por otro lado, tratar de evitar el máximo de esos gigantescos baches que atestan las calles de la ciudad.
Después de cuatro días de uso, me tocó devolver el Geely Emgrand EC7
Geely Emgrand: nuestra puntuación
.8
A favor
- Comportamiento dinámico
- Habitabilidad interior
- Medidas de seguridad
En contra
- Calidad de acabados
- Envejecimiento de materiales
- Capacidad del depósito justa
- Consumos en deporitva
He convivido cuatro días con el Geely Emgrand EC7 y tengo que admitir que mi primer coche chino, ha superado las expectativas que había puesto en los vehículos provenientes del país asiático. Un coche así en Cuba es todo un lujo al alcance solo de una minoría, pero más allá de eso, creo que el Emgrand EC7 perfectamente podría cumplir como berlina económica en un mercado como el europeo.
Tiene un comportamiento dinámico bueno, cuenta con tecnología como la activación de luces automáticas, control de estabilidad, control de velocidad, airbags, anclajes Isofix en las plazas traseras y en definitiva, no tiene demasiado que envidiar en cuanto a habitabilidad a coches como un Hyundai Elantra o un Skoda Rapid, por citar dos berlinas básicas que todavía sobreviven en un mercado atestado de SUV. Si no vemos Geely en Europa y en España, creo que es más por la estrategia del grupo de potenciar aquí otras marcas como Volvo o Link&Co que por las propias capacidades de sus coches.
Ficha técnica
Versión probada | EC7 | |||
Cilindrada | 1792 cm³ | Tipo de tracción | Delantera | |
Bloque motor | 4 cilindros en línea | Combustible | Gasolina | |
Potencia (CV @ rpm) | 140 @ 6000 | Capacidad del depósito | 50 litros | |
Par motor (Nm @ rpm) | 172 @ 4200 | Consumo urbano | 9,1 l/100 km | |
Masa en vacío | 1355 kg | Consumo extraurbano | 6,2 l/100 km | |
Velocidad máxima | ND km/h | Consumo combinado | 7,7 l/100 km | |
Aceleración 0-100 km/h | ND segundos | Capacidad maletero | 680 litros | |
Transmisión | Cinco velocidades manual | Precio | ND euros |
El coche para esta prueba ha sido alquilado. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas
Fotografía | Héctor Ares